(365) La situación era compleja y muy
delicada. Por no poder Pizarro abarcarlo todo, había nombrado a Belalcázar como
su lugarteniente en la lejana zona de Quito, con poderes para seguir
descubriendo nuevas tierras ‘más allá’ de los límites de su gobernación, algo
legítimo porque todavía era zona de nadie. Tenían permitido avanzar y someter
nuevos territorios, para luego obtener sin dificultad por parte del Rey el derecho oficial de ocupación. Como se
suele decir, Belalcázar era mucho Belalcázar, y, a nada que se descuidase
Pizarro, podría maniobrar para que Carlos V le adjudicara los derechos sobre lo
que él fuera conquistando. En ese tipo de lugares imprecisos casi siempre hubo
graves problemas, y la pujanza de Belalcázar era extraordinaria. Pizarro le va a
confiar la difícil misión de frenarlo a Lorenzo de Aldana, un hombre con
historial muy brillante, como ya he comentado anteriormente, y que ahora va a
tener un protagonismo de alto nivel.
Pizarro habló con Aldana quejándose de que
Belalcázar había sobrepasado sus competencias como lugarteniente suyo en la
zona de Quito, “tomándose muchas libertades, sacando de allá muchos millares de
indios para los descubrimientos que hizo, y, aunque prometió obedecerle,
prendió a Pedro de Puelles sin su permiso, y tenía pensamientos de hacerse con
el gobierno de aquella tierra con la conformidad que le daría la gente que con
él andaba, por el poco castigo que les hacía dejándolos a su libre voluntad (era cierto que Belcázar miraba para otro
lado ante los desmanes de sus hombres). Le dijo también que, si no fuera
por las discordias que había entre él y Almagro, iría personalmente a poner
remedio en aquella tierra, castigando al capitán Belalcázar por su mal
propósito, y que, teniendo esperanza de que él (Aldana) haría lo que le mandase, le quería enviar con poderes
largos para actuar en aquel territorio, y para apresar al capitán Sebastián
Belalcázar y enviarlo a la Ciudad de los Reyes para que él, como Gobernador, le
hiciese justicia. Lorenzo de Aldana respondió que él había venido de España a
servir a Su Majestad, y que, si él le podía servir en aquella misión, estaba
presto a hacerlo”.
Pizarro mandó preparar unos despachos para
Aldana, con la orden de que los utilizara con mucha prudencia, sin apresurarse a descubrir todo su alcance.
Veremos enseguida que esa cautela ‘la bordó’: “Le entregó a Aldana tres
despachos, muy convenientes para el negocio que tenía que hacer, dándoselos con
gran secreto para que nadie supiera por entero lo que llevaba”. Cada documento
le asignaba una competencia de distinta importancia y Aldana los fue mostrando
gradualmente, desde el más simple hasta el de mayores consecuencias, porque
Belalcázar era temible en su capacidad de reacción y de liderazgo: “Le dio a
Aldana una provisión nombrándole juez de comisión entre Belalcázar y Pedro de
Puelles (al que podría poner en libertad).
Quería el Gobernador Pizarro que Aldana llegase a la provincia de Quito
mostrándose solamente como juez de comisión para que Belalcázar no se pusiese
en armas”. También llevaba Aldana provisiones para varios capitanes,
nombrándolos tenientes de las ciudades. Con ello intentaba Pizarro igualar su
autoridad con la de Belalcázar: “Se las mandaba para que, con el deseo de no
ser inferiores a Belalcázar, se mostrasen de su parte (la de Pizarro)”.
(Imagen) SEBASTIÁN DE BELALCÁZAR va a
figurar a partir de ahora con un gran protagonismo, porque, además de llegar a
ser Gobernador de Popayán (Colombia), también aparecerá su figura en las
guerras civiles luchando al servicio del Rey, bajo el mando de Pedro de la
Gasca, contra Gonzalo Pizarro. El documento de la imagen (fechado en Lovaina el
año 1540) es el primer folio de unas nuevas capitulaciones de Carlos V con
Belalcázar, ya como Gobernador de Popayán, un año antes de que muriera Pizarro.
El Rey le reconoce que ha conquistado y fundado a su costa las ciudades de
Popayán, Anserma, Guacacayo y Neiva, todas en la provincia colombiana de
Popayán (el gran Gonzalo Jiménez de Quesada, que ya había fundado Bogotá,
consiguió evitar en 1539 que se apoderara de la ciudad). Además, el Rey deja
constancia de que Belalcázar le ha comunicado que “tiene noticias de otras
provincias que hasta ahora no han sido descubiertas”, y, puesto que Belalcázar
le pedía que le otorgase licencia para ir a conquistarlas, se lo concede y le
detalla con qué derechos y obligaciones (en un total de 17 folios). En 1546 Belalcázar
cometió el error y la brutalidad de ejecutar al ejemplar Jorge de Robledo (a
quien siempre admiró Cieza, que lo tuvo como capitán). Por eso y por malos
tratos a los indios, lo procesaron y fue condenado a muerte. Apeló la sentencia
y se puso de camino hacia España para defender su causa, pero murió de
enfermedad, en 1551, cuando iba a embarcar en Cartagena de Indias. El Destino
es caprichoso: ejecuta antes de que se resuelva la apelación de una condena a
muerte.
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