lunes, 11 de marzo de 2019

(Día 775) Pizarro cree que Belalcázar ha sobrepasado las competencias que le había concedido, y le encarga a Lorenzo de Aldana que lo frene. Le da, para ello, amplios poderes, y le pide que lo traiga preso. Le dice que los vaya mostrando gradualmente.


     (365) La situación era compleja y muy delicada. Por no poder Pizarro abarcarlo todo, había nombrado a Belalcázar como su lugarteniente en la lejana zona de Quito, con poderes para seguir descubriendo nuevas tierras ‘más allá’ de los límites de su gobernación, algo legítimo porque todavía era zona de nadie. Tenían permitido avanzar y someter nuevos territorios, para luego obtener sin dificultad por parte del Rey  el derecho oficial de ocupación. Como se suele decir, Belalcázar era mucho Belalcázar, y, a nada que se descuidase Pizarro, podría maniobrar para que Carlos V le adjudicara los derechos sobre lo que él fuera conquistando. En ese tipo de lugares imprecisos casi siempre hubo graves problemas, y la pujanza de Belalcázar era extraordinaria. Pizarro le va a confiar la difícil misión de frenarlo a Lorenzo de Aldana, un hombre con historial muy brillante, como ya he comentado anteriormente, y que ahora va a tener un protagonismo de alto nivel.
     Pizarro habló con Aldana quejándose de que Belalcázar había sobrepasado sus competencias como lugarteniente suyo en la zona de Quito, “tomándose muchas libertades, sacando de allá muchos millares de indios para los descubrimientos que hizo, y, aunque prometió obedecerle, prendió a Pedro de Puelles sin su permiso, y tenía pensamientos de hacerse con el gobierno de aquella tierra con la conformidad que le daría la gente que con él andaba, por el poco castigo que les hacía dejándolos a su libre voluntad (era cierto que Belcázar miraba para otro lado ante los desmanes de sus hombres). Le dijo también que, si no fuera por las discordias que había entre él y Almagro, iría personalmente a poner remedio en aquella tierra, castigando al capitán Belalcázar por su mal propósito, y que, teniendo esperanza de que él (Aldana) haría lo que le mandase, le quería enviar con poderes largos para actuar en aquel territorio, y para apresar al capitán Sebastián Belalcázar y enviarlo a la Ciudad de los Reyes para que él, como Gobernador, le hiciese justicia. Lorenzo de Aldana respondió que él había venido de España a servir a Su Majestad, y que, si él le podía servir en aquella misión, estaba presto a hacerlo”.
     Pizarro mandó preparar unos despachos para Aldana, con la orden de que los utilizara con mucha prudencia, sin  apresurarse a descubrir todo su alcance. Veremos enseguida que esa cautela ‘la bordó’: “Le entregó a Aldana tres despachos, muy convenientes para el negocio que tenía que hacer, dándoselos con gran secreto para que nadie supiera por entero lo que llevaba”. Cada documento le asignaba una competencia de distinta importancia y Aldana los fue mostrando gradualmente, desde el más simple hasta el de mayores consecuencias, porque Belalcázar era temible en su capacidad de reacción y de liderazgo: “Le dio a Aldana una provisión nombrándole juez de comisión entre Belalcázar y Pedro de Puelles (al que podría poner en libertad). Quería el Gobernador Pizarro que Aldana llegase a la provincia de Quito mostrándose solamente como juez de comisión para que Belalcázar no se pusiese en armas”. También llevaba Aldana provisiones para varios capitanes, nombrándolos tenientes de las ciudades. Con ello intentaba Pizarro igualar su autoridad con la de Belalcázar: “Se las mandaba para que, con el deseo de no ser inferiores a Belalcázar, se mostrasen de su parte (la de Pizarro)”.

     (Imagen) SEBASTIÁN DE BELALCÁZAR va a figurar a partir de ahora con un gran protagonismo, porque, además de llegar a ser Gobernador de Popayán (Colombia), también aparecerá su figura en las guerras civiles luchando al servicio del Rey, bajo el mando de Pedro de la Gasca, contra Gonzalo Pizarro. El documento de la imagen (fechado en Lovaina el año 1540) es el primer folio de unas nuevas capitulaciones de Carlos V con Belalcázar, ya como Gobernador de Popayán, un año antes de que muriera Pizarro. El Rey le reconoce que ha conquistado y fundado a su costa las ciudades de Popayán, Anserma, Guacacayo y Neiva, todas en la provincia colombiana de Popayán (el gran Gonzalo Jiménez de Quesada, que ya había fundado Bogotá, consiguió evitar en 1539 que se apoderara de la ciudad). Además, el Rey deja constancia de que Belalcázar le ha comunicado que “tiene noticias de otras provincias que hasta ahora no han sido descubiertas”, y, puesto que Belalcázar le pedía que le otorgase licencia para ir a conquistarlas, se lo concede y le detalla con qué derechos y obligaciones (en un total de 17 folios). En 1546 Belalcázar cometió el error y la brutalidad de ejecutar al ejemplar Jorge de Robledo (a quien siempre admiró Cieza, que lo tuvo como capitán). Por eso y por malos tratos a los indios, lo procesaron y fue condenado a muerte. Apeló la sentencia y se puso de camino hacia España para defender su causa, pero murió de enfermedad, en 1551, cuando iba a embarcar en Cartagena de Indias. El Destino es caprichoso: ejecuta antes de que se resuelva la apelación de una condena a muerte.



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