(321) Sigue contando Cieza: “Es necesario
que el lector entienda que el obispo Tomás de Berlanga vino de Panamá con
aquella provisión del rey para dividir las gobernaciones, e llegó a la Ciudad
de los Reyes al tiempo en que el Adelantado Almagro iba a partir hacia Chile; y
platicó algunas veces con el Gobernador Pizarro sobre que quería ir al Cuzco a
aguardar la vuelta de Almagro para partir las gobernaciones evitando que
hubiese ninguna diferencia entre ellos. Al Gobernador Pizarro no le gustó que
él fuera al Cuzco, y le respondió equívocamente, e intentó darle joyas de plata
y oro, pero el buen obispo nada de ello quiso tomarle. Y conociendo que D.
Francisco Pizarro daba a entender que él había de gobernar toda la provincia,
se volvió a su obispado dejando la provisión; y para que se vea cuán justamente
Su Majestad mandó que se partiesen los términos de las gobernaciones, muestro
el documento (veamos lo esencial):
“DON CARLOS.- A vos, el reverendo padre
fray Tomás de Berlanga, obispo de Tierra Firme, llamada Castilla del Oro, salud
e gracia. Sabed que Nos mandamos hacer capitulaciones con el Adelantado D.
Francisco Pizarro y señalamos por límite de su gobernación la tierra que hay
desde el pueblo que los indios llaman Tempula, e después los cristianos
llamaron Santiago, hasta el pueblo de Chincha, en lo que puede haber doscientas
leguas o poco menos, e últimamente, por otra nuestra provisión le añadimos
otras setenta leguas, para que tuviese de gobernación doscientas setenta leguas
de largo de costa (una desafortunada
imprecisión, porque en su día no se aclaró si la medida era en línea recta o
por las curvas del litoral, pero el Rey lo va a aclarar enseguida). E asimismo,
después de lo susodicho, hicimos merced al Mariscal Don Diego de Almagro de
otras doscientas leguas de gobernación desde donde se acaba la del dicho
Adelantado Don Francisco Pizarro. E porque podría acaecer (este fue el punto clave) que, por no ser la costa derecha, hubiese
algunas diferencias entre los dichos Don Francisco Pizarro y Don Diego de
Almagro sobre la medida de las dichas leguas, de lo que Nos seríamos deservidos
y las dichas tierras recibirían daño, tras ser visto e platicado por los de
nuestro Consejo de las Indias, fue acordado dar esta carta para que vos hagáis
tomar la altura e grados en que está el dicho lugar de Santiago y midáis
derechamente por el Meridiano, Norte-Sur, las dichas doscientas setenta leguas,
sin contar las vueltas que la costa hiciese, y allí señaléis el fin de la
gobernación de Don Francisco Pizarro, con toda la tierra que hubiese al Este y
al Oeste. E mandamos a los dichos Don
Francisco Pizarro y Don Diego de Almagro, que, hecha por vos la dicha
declaración, cada uno de ellos guarde el mismo orden que de suso va declarado,
sin entrar ni usurpar cosa alguna de los límites e jurisdicción del otro, so
pena de la privación del oficio de Gobernador. Dada en Madrid, a treinta y un
días del mes de mayo de mi quinientos treinta y siete años (fue firmado por la Reina en nombre del Rey)”.
(Imagen)
Qué gran personaje el dominico TOMÁS DE BERLANGA. Ya comenté que destacaba en
todo: hombre virtuoso, muy culto, humanista, naturalista, geógrafo y observador
nato. Las corrientes marinas arrastraron el barco en el que iba a Perú hasta un
lejano archipiélago, el que se conoce como de las Islas Galápagos porque él lo
bautizó así (nunca mejor dicho). Tomó diestramente su posición geográfica y
datos sobre flora y fauna, mandándole al Rey toda la información. Cuando, como
vimos, quiso evitar que los herederos de Gaspar de Espinosa se quedaran con una
cantidad de dinero de la herencia del clérigo Hernando de Luque (socio de
Pizarro y Almagro), es de suponer que tenía toda la razón al alegar que los
derechos le correspondían a la Iglesia. En el documento de la Imagen (año 1532),
la reina Isabel (esposa de Carlos V) pide al superior de los dominicos que le
permitan a fray Tomás ser obispo de la zona de Panamá, y lo elogia en gran
manera: “El Emperador, enterado de que Fray Tomás de Berlanga ha residido por
mucho tiempo en las Indias, haciendo mucho fruto en la conversión de los
naturales, le ha nombrado Obispo de Castilla del Oro, y, avisado de ello el
dicho padre, ha dicho que no puede aceptar el nombramiento sin vuestra
licencia”. Naturalmente, el superior de la orden se la concedió. Solo un hombre
como él podría haber restablecido la amistad entre Pizarro y Almagro, misión
que le confió el Rey, pero tuvo que volverse a su diócesis con las manos vacías
porque los dos pusieron sus deseos y la guerra por encima de la razón. Pagaron
un alto precio, y, lo que es peor, incendiaron el Perú entero.
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