viernes, 25 de enero de 2019

(Día 737) Mientras Almagro peca de ingenuo con Bobadilla, Rodrigo Orgóñez le reprocha que será engañado. Pizarro se alegra con la propuesta de establecer como juez único a Bobadilla, y tanto él como los representantes de Almagro firman el documento de conformidad.


     (327) Almagro toma tan arriesgada decisión, y al instante siente el hormigueo de la inquietud: “Pasadas estas cosas, Almagro le dijo al provincial Bobadilla que, pues había dejado un negocio tan importante en sus manos, le rogaba que, sin tomar parte ninguna, se  mostrara tan recto e amigo de la verdad e justicia, que Su Majestad, cuando supiera lo que había hecho, se tuviera por tan bien servido que lo aprobara e confirmara. El Provincial le respondió que, si tomase la averiguación del negocio a su cargo, no habría ningún interés personal que bastase para hacerle torcer la verdad en un solo punto. Almagro se holgó de verlo con tal voluntad”.
     Como era de suponer, el aguafiestas (y lúcido) de siempre se atragantó con la propuesta: “Rodrigo Orgóñez no se satisfizo nada de que el Adelantado Almagro hubiese nombrado por juez árbitro al provincial Bobadilla, porque decía que el Gobernador Pizarro lo había de sobornar para que la sentencia que diese fuese en su favor; mas Almagro decía que no se debía tener tal sospecha de un religioso e letrado que entendía bien los debates que había entre él  el Gobernador”.
     Salieron sin más hacia Lima fray Francisco de Bobadilla e Illán Suárez de Carvajal. Llevaban cartas muy amables de Almagro para Pizarro (y para sus capitanes), quien en ese tiempo les otorgó los máximos poderes militares a su hermano Gonzalo, Capitán General, y a Alonso de Alvarado, General de la Caballería. Al llegar, lo primero que les preguntó Pizarro fue cómo estaba su hermano Hernando. Le tranquilizaron al respecto, y luego le pusieron al corriente de que Almagro, cambiando el sistema de resolver el conflicto mediante terceros, quería que la decisión fuera tomada por una sola persona, Bobadilla: “Al saberlo Pizarro, como quería que aquellos negocios tuviesen fin sin aguardar a más largas, le pareció muy bien (probablemente, sobre todo confiando en que Bobadilla lo beneficiase)”. Habló inmediatamente con toda su gente de confianza. La aprobación fue unánime (y posiblemente entusiasta), por lo que Pizarro formalizó solemnemente su conformidad en un documento notarial, que recoge íntegramente Cieza “según lo saqué yo a la letra de los registros adonde está”. Actúa Pizarro en nombre propio, y, por la otra parte, los representantes de Almagro (entre los que estaba también Don Alonso Enríquez de Guzmán). Se transcribió asimismo, ampliado en una segunda versión, el documento de Almagro en el que escogía a Bobadilla como juez único, indicándose al final que fue firmado en su nombre por su secretario, Hernando de Sosa, “porque él no sabía escribir”. Luego Pizarro, de forma extensa e insistiendo en lo dramático de la situación, expone los motivos de la decisión que va a tomar, subrayando que el conflicto tiene su origen en que tanto él como Almagro creen que el Cuzco está situado dentro de su demarcación, de manera que, “si en ello no hubiese concierto, se podrían recrecer muchas opresiones e alteraciones a causa de la mucha gente  que yo y el dicho Adelantado Almagro tenemos junta en nuestra compañía…”. Basándose en lo dicho, expresa su decisión, y, con él, lo hacen también los representantes de Almagro: “Tomamos y escogemos por juez árbitro para sentenciar la división e partición de los límites de las dos gobernaciones (conforme a las provisiones que dio Su Majestad al señor obispo de Panamá, Fray Tomás de Berlanga) al muy reverendo señor FRAY FRANCISCO DE BOBADILLA”.

     (Imagen) Aparece ahora el madrileño HERNANDO DE SOSA como escribano, aunque también peleó como soldado, y nada menos que  en el momento en que los españoles apresaron a Atahualpa (lo que le convirtió en un hombre rico).  Las vidas de los españoles eran diversas, aunque todas de alta intensidad. Había analfabetos y narradores natos, clérigos, funcionarios, soldados y hombres que lo ejercieron todo, pues hasta algunos, arrepentidos de tantas batallas brutales, acabaron en un convento. Hernando de Sosa fue otro almagrista que, como Don Alonso Enríquez, se la tenía jurada a Hernando Pizarro, aunque, al parecer, principalmente por causas económicas. Ya en 1540, le había reclamado a un tal Juan de Balboa 200.000 maravedís (equivalentes a unos dos kilos de oro) que le había prestado, pero en el documento de la imagen, fechado en 1544, a quien  Hernando de Sosa le aprieta las tuercas es a Hernando Pizarro. En el texto se ve que el Príncipe (futuro Felipe II) encarga a los oficiales de la Justicia que se ocupen de “un pleito sobre ciertos bienes,  oro, plata y otras cosas, que Hernando de Sosa pide a Hernando Pizarro diciendo habérselo robado en la batalla que dio al Adelantado Don Diego de Almagro, difunto, al tiempo que él y su gente hicieron un saqueo en la ciudad del Cuzco, y asimismo sobre los daños que dice que recibió de las cosas que perdió y dejó de ganar por la muerte del dicho Adelantado, de quien era criado (ejercía como secretario suyo), así como por haberle Pizarro tenido muchos días encarcelado injustamente, y por otras causas y razones”. Hay constancia de que Hernando de Sosa ya había fallecido en 1558.



No hay comentarios:

Publicar un comentario