(327) Almagro toma tan arriesgada
decisión, y al instante siente el hormigueo de la inquietud: “Pasadas estas
cosas, Almagro le dijo al provincial Bobadilla que, pues había dejado un
negocio tan importante en sus manos, le rogaba que, sin tomar parte ninguna, se
mostrara tan recto e amigo de la verdad
e justicia, que Su Majestad, cuando supiera lo que había hecho, se tuviera por
tan bien servido que lo aprobara e confirmara. El Provincial le respondió que,
si tomase la averiguación del negocio a su cargo, no habría ningún interés
personal que bastase para hacerle torcer la verdad en un solo punto. Almagro se
holgó de verlo con tal voluntad”.
Como era de suponer, el aguafiestas (y
lúcido) de siempre se atragantó con la propuesta: “Rodrigo Orgóñez no se
satisfizo nada de que el Adelantado Almagro hubiese nombrado por juez árbitro
al provincial Bobadilla, porque decía que el Gobernador Pizarro lo había de
sobornar para que la sentencia que diese fuese en su favor; mas Almagro decía
que no se debía tener tal sospecha de un religioso e letrado que entendía bien
los debates que había entre él el
Gobernador”.
Salieron sin más hacia Lima fray Francisco
de Bobadilla e Illán Suárez de Carvajal. Llevaban cartas muy amables de Almagro
para Pizarro (y para sus capitanes), quien en ese tiempo les otorgó los máximos
poderes militares a su hermano Gonzalo, Capitán General, y a Alonso de
Alvarado, General de la Caballería. Al llegar, lo primero que les preguntó
Pizarro fue cómo estaba su hermano Hernando. Le tranquilizaron al respecto, y
luego le pusieron al corriente de que Almagro, cambiando el sistema de resolver
el conflicto mediante terceros, quería que la decisión fuera tomada por una
sola persona, Bobadilla: “Al saberlo Pizarro, como quería que aquellos negocios
tuviesen fin sin aguardar a más largas, le pareció muy bien (probablemente, sobre todo confiando en que
Bobadilla lo beneficiase)”. Habló inmediatamente con toda su gente de
confianza. La aprobación fue unánime (y posiblemente entusiasta), por lo que
Pizarro formalizó solemnemente su conformidad en un documento notarial, que
recoge íntegramente Cieza “según lo saqué yo a la letra de los registros adonde
está”. Actúa Pizarro en nombre propio, y, por la otra parte, los representantes
de Almagro (entre los que estaba también Don Alonso Enríquez de Guzmán). Se
transcribió asimismo, ampliado en una segunda versión, el documento de Almagro
en el que escogía a Bobadilla como juez único, indicándose al final que fue
firmado en su nombre por su secretario, Hernando de Sosa, “porque él no sabía
escribir”. Luego Pizarro, de forma extensa e insistiendo en lo dramático de la
situación, expone los motivos de la decisión que va a tomar, subrayando que el
conflicto tiene su origen en que tanto él como Almagro creen que el Cuzco está
situado dentro de su demarcación, de manera que, “si en ello no hubiese
concierto, se podrían recrecer muchas opresiones e alteraciones a causa de la
mucha gente que yo y el dicho Adelantado
Almagro tenemos junta en nuestra compañía…”. Basándose en lo dicho, expresa su
decisión, y, con él, lo hacen también los representantes de Almagro: “Tomamos y
escogemos por juez árbitro para sentenciar la división e partición de los
límites de las dos gobernaciones (conforme a las provisiones que dio Su
Majestad al señor obispo de Panamá, Fray Tomás de Berlanga) al muy reverendo
señor FRAY FRANCISCO DE BOBADILLA”.
(Imagen) Aparece ahora el madrileño HERNANDO
DE SOSA como escribano, aunque también peleó como soldado, y nada menos
que en el momento en que los españoles
apresaron a Atahualpa (lo que le convirtió en un hombre rico). Las vidas de los españoles eran diversas,
aunque todas de alta intensidad. Había analfabetos y narradores natos, clérigos,
funcionarios, soldados y hombres que lo ejercieron todo, pues hasta algunos,
arrepentidos de tantas batallas brutales, acabaron en un convento. Hernando de
Sosa fue otro almagrista que, como Don Alonso Enríquez, se la tenía jurada a
Hernando Pizarro, aunque, al parecer, principalmente por causas económicas. Ya
en 1540, le había reclamado a un tal Juan de Balboa 200.000 maravedís
(equivalentes a unos dos kilos de oro) que le había prestado, pero en el
documento de la imagen, fechado en 1544, a quien Hernando de Sosa le aprieta las tuercas es a
Hernando Pizarro. En el texto se ve que el Príncipe (futuro Felipe II)
encarga a los oficiales de la Justicia que se ocupen de “un pleito sobre
ciertos bienes, oro, plata y otras cosas,
que Hernando de Sosa pide a Hernando Pizarro diciendo habérselo robado en la
batalla que dio al Adelantado Don Diego de Almagro, difunto, al tiempo que él y
su gente hicieron un saqueo en la ciudad del Cuzco, y asimismo sobre los daños
que dice que recibió de las cosas que perdió y dejó de ganar por la muerte del
dicho Adelantado, de quien era criado (ejercía
como secretario suyo), así como por haberle Pizarro tenido muchos días
encarcelado injustamente, y por otras causas y razones”. Hay constancia de que Hernando de Sosa ya había fallecido en
1558.
No hay comentarios:
Publicar un comentario