(318) Lo afirma así Cieza porque era entonces
muy frecuente en los juicios y probanzas que los testigos se limitaran a decir,
para favorecer a alguien, que era verdad lo que les preguntaban. Todos los
interesados halagadores le aseguraban a Almagro que tenía derecho a fundar en
el valle de Chincha: “Al cabo de algunos días llegó a la provincia de Chincha,
a principio del mes de octubre de mil quinientos treinta y siete, dando algunas
razones en un auto ante los escribanos, por las cuales mostraba convenir fundar
allí la ciudad, ya que Su Majestad era de ello servido e caía en los términos
de su gobernación; la situaron en aquel valle de Chincha, e llamose la ciudad
Almagro. Esta fundación no permaneció muchos días”. Quiso dejar Almagro memoria
de su localidad de origen, o de su propio apellido, pero tanto él como la recién
nacida Almagro van a desaparecer pronto. Fue el destino de casi todos los que
se rebelaron contra la Corona. Hasta en los documentos sobre las Indias fueron
marginados: su rastro queda claro solamente en los hechos que ocurrieron
mientras sirvieron al Rey; las referencias a sus períodos de rebeldía son muy
escasas. Casi como una broma de la Historia, la única ciudad que, en recuerdo
de Almagro, lleva su nombre en las Indias, fue rebautizada así, como ya vimos,
hace escasos años en Chile, al borde del desierto de Atacama, por donde él pasó
con su tropa a la vuelta hacia Perú de su terrible campaña por aquellas tierras
andinas.
A poca distancia, Pizarro, igual de
inquieto y ajetreado que su ‘viejo amigo’ Almagro, ordenó que fueran reforzadas
sus tropas en Lima, y esperaba impaciente que volvieran del Cuzco sus
negociadores, el licenciado de la Gama, el factor Illán Suárez de Carvajal y
Diego de Fuenmayor. No tardaron en llegar y le pusieron al corriente de la
propuesta de Almagro. Después de oírlos, reunió a sus capitanes y consejeros
para que le dieran su opinión sobre lo que lo convendría hacer: “Les dijo que
Almagro quería dejar la decisión sobre el conflicto en manos de terceros que
determinasen lo que fuese hecho, aunque no dejaba todavía de engrosar su
ejército y de prepararse para salir del
Cuzco con todas las armas que pudiera aderezar. Después de que hubieron tratado
sobre ello, pareciéndoles que sería cordura procurar la paz e concordia, y huir
de la guerra e de las disensiones, pensaron que el Gobernador debería nombrar,
como Don Diego de Almagro, otros dos caballeros, y se vería lo que determinaban
acerca de la partición de las gobernaciones, pero sin que dejara de juntar el
máximo de gente posible ni de hallarse aparejado para todo lo que fuese
necesario”. Le pareció bien el consejo a Pizarro, y le pidió a su secretario,
Domingo de la Presa, que redactara un documento público (con la contundencia
propia de las promesas que no se piensan cumplir): “En él asentaba que estaba
presto, e prometía aceptar lo que dijeren, aclararen, hicieren y concertaren
los terceros que fuesen puestos de la parte del Adelantado Don Diego de Almagro
e de la suya, e que no iría contra ello jamás”.
(Imagen) No solo el poderoso Antonio Picado
ejercía como secretario de Pizarro. También lo era el vasco DOMINGO DE PRESA,
nacido en Las Encartaciones de Vizcaya. Muestro ahora en la imagen un documento
del año 1553, del que ya dije algo. Resumo su contenido: Pedro de la Presa (sobrino de Domingo) dice que su tío fue
a Perú con Pizarro hacia 1523, donde sirvió al Rey, no solo como soldado en la
conquista, sino también como Contador y en cargos de Justicia, por lo cual
Pizarro le dio repartimientos de indios. Luego afirma que Domingo “falleció en
la ciudad de Sevilla cuando vino hace unos doce años para casarse y volverse a
Perú con su mujer, de manera que su herencia me pertenece a mí por no
haber dejado hijo legítimo, y a otras personas de quien tengo poder para ir a
cobrarlo”. Sigue diciendo: “Aunque se han enviado poderes para cobrar la dicha
hacienda con Jerónimo de Escribano, mercader vecino de Bilbao, nunca ha enviado
recado de Perú. Por lo cual, suplico a Vuestra Alteza que me dé la licencia
para que yo pueda ir a cobrar los dichos dineros”. En el expediente se ve
escrito un ‘No ha lugar’. Le negaron el permiso a Pedro de la Presa, y ordenó
el Rey que se enviaran directamente los bienes de su tío a la Casa de la
Contratación de Sevilla, quizá para luego entregárselos. DOMINGO DE LA PRESA,
que había hospedado en su casa a Diego de Almagro el Mozo, reciente huérfano,
se imaginaría que estaba tramando el asesinato de Francisco Pizarro, pero se
libró de verlo consumado porque partió hacia España poco antes de que lo
mataran, aunque los dos, él y Pizarro, murieron casi al mismo tiempo.
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