lunes, 21 de enero de 2019

(Día 733) Los pizarristas apresaron a los mediadores de Almagro. Les quitaron también documentos que eran para el Emperador, y el oro que llevaban. Don Alonso de Enríquez tuvo un incidente cómico con uno de los pizarristas.


     (323) Continúa Cieza: “E respondiole D. Alonso Enríquez: ‘me han de matar de aquí a media hora, ¿y queréis que me alegre?’. Llegaron a los aposentos de Mala, e los chilenos (Cieza suele llamar así a los partidarios de Almagro) bien sospechaban que los querían prender. Vieron que los cercaron por todos los lados para que no se pudiesen apartar, y Alonso Álvarez les dijo: ‘señores, dejad las armas’; Diego Núñez de Mercado respondió: ‘¿por qué causa hemos de dejarlas?; no lo tenemos en voluntad, e por mí digo, no llevaréis de mis manos las mías, pues antes se las entregaré a un negro’. D. Alonso Enríquez y D. Juan de Guzmán, viendo que de nada servía no querer entregarlas, volviéndose al alcalde Mercado, le dijeron que les diese las armas, pues el Gobernador Pizarro así lo mandaba, e que, siendo ellos cinco, mal se podrían defender de treinta, e con sus propias manos las arrojaron a una caballeriza”.      
     Después, tal y como Pizarro le había ordenado, Álvarez les requisó toda la documentación, incluso la oficial que Almagro le enviaba al Rey. Les preguntó si traían algún despacho, y Juan de Guzmán, que era quien los tenía, le dijo que él no se los iba a dar voluntariamente porque venían entre ellos cartas para el Emperador, añadiendo: “Están en aquel cofre, y, pues decís que vuestro Gobernador os lo manda, tomadlos e haced de ellos lo que por bien tuviereis”. Pues, dicho y hecho: “Alonso Álvarez le quitó la cerradura al cofre, y sacó todos los despachos que en él estaban. Juan de Guzmán, vuelto para el escribano Silva, le dijo: ‘Dadme por testimonio lo que ha pasado, para que Su Majestad sepa la fuerza que se nos ha hecho”. Pero no quedó ahí la cosa. Alonso Álvarez les dijo que Pizarro le había dado orden de retenerles el oro que llevaran sin marcar, para marcarlo oficialmente y reservar la parte que le correspondía a la Corona (el llamado quinto real). Luego se vio que sus intenciones no eran tan honradas: “Juan de Guzmán sacó luego unos tejuelos y un vaso, todo de oro, marcados e quintados, e le dijo: ‘este es el oro que traemos, vedlo y conoceréis que ya está marcado’. Alonso Hernández le contestó: ‘no me acordaba que también me mandó el Gobernador que lleve lo marcado y lo por marcar’. Le respondió Juan de Guzmán: ‘en eso claramente mostráis estar aquí para robar”.
     La cruda y legítima respuesta de Guzmán provocó un incidente en el que Don Alonso Enríquez de Guzmán mostró una vez más su peculiar carácter variopinto, donde cabían la cultura, el valor, la picardía y el más descarado oportunismo. Hasta en medio del peligro se permitía alguna reacción cómica: “Le replicó a Juan de Guzmán uno llamado Cristóbal Pizarro: ‘vosotros sois los que robáis, y no nosotros’. D. Alonso Enríquez, viendo que Cristóbal Pizarro se desmandaba con ellos, le dijo: “Mirad con quién habláis, que ese es el Contador Juan de Guzmán’. E respondió el Pizarro: ‘Bien os conozco a él e a vos, e juro a Dios que, si más habláis, una cuchillada le dé por la cara a él, y otra a vos’. Don Alonso Enríquez, huyendo por la puerta de los aposentos, le dijo: ‘Dádsela a él, que a mí no me la daréis’. Alonso Hernández mandó al Cristóbal Pizarro que callase, y envió después los despachos que les habían tomado al Gobernador Don Francisco Pizarro”.



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