(308) Orgóñez quería someter
definitivamente a los indios y los fue persiguiendo: “Pero Manco Inca había
cobrado tanto miedo de los cristianos, que iba a toda prisa por aquellas
sierras. Estaba tan turbado y temeroso, que le dijo a su gente que quería
esperar a Orgóñez e procurar con él la paz, mas no concluyó ninguna cosa porque
los suyos le amonestaron que no lo hiciese, pues le quitarían al momento la
vida. Después los españoles prendieron a mucha parte de su gente, y él se
escapó con solo una mujer que tenía. Cuando lo supo Rodrigo Orgóñez, le pesó no
haberlo apresado. Partió para volver al Cuzco, soltando primero mucha
gente de la que había apresado y que
estaba al servicio de Manco Inca”.
Cuando llegó Orgóñez al Cuzco, aún andaba
Almagro en negociaciones con los enviados de Pizarro. Cieza nos dijo antes que
volvería a hablar de la muerte del licenciado Gaspar de Espinosa, pero se
olvida de hacerlo. Se limita a decir que, antes de que muriese, hubo un nuevo
planteamiento para conseguir la paz definitiva entre ambas partes. Nos revela
que Pizarro les había dicho a sus negociadores “que él aprobaría cualquier
concierto que tomasen con el Adelantado Almagro con la condición de que
Hernando Pizarro lo tuviese por bueno, e, como este no deseaba otra cosa más
que verse libre, aconsejaba a los mensajeros que llegaran de cualquier manera a
un acuerdo con Almagro, a condición de que salieran de la prisión en la que
estaban él, Gonzalo Pizarro y Alonso de Alvarado”. Hasta un ciego vería que,
una vez libres, los Pizarro no cumplirían sus promesas. Así que Almagro sugirió
encauzar el asunto de otra manera, que, aunque en principio era sensata,
tampoco serviría de nada: “Propuso que él nombrara dos personas sabias e
doctas, e que el Gobernador Don Francisco Pizarro nombrase otras dos, dándoles
entrambos poder para que pudieran, tomando información de expertos pilotos, dividir
la gobernación e señalar sus términos, e, si alguno de los dos tuviese ocupado
lo ajeno, que le obliguen a que lo abandone, pues él quería más seguir la razón
que no su fortuna, e que se obligaba a respetarlo hasta que Su Majestad otra
cosa mandase”.
Luego Cieza nos asegura dos cosas: que
hizo un trabajo a conciencia para dejar claro y con información objetiva la historia
que está contando y la complejidad de estas negociaciones, y que ni así pudo
llegar a entenderlas en todos sus detalles: “Todas esto que voy narrando es
verísimo (¿se usaría entonces la palabra
al estilo italiano?) e pasó así, e son palabras sacadas de los procesos de
los escribanos Domingo de la Presa e Alonso de Silva, quienes las escribieron en
aquel tiempo, e de los originales que con muy gran trabajo he buscado, sacando
testimonios de notarios y de los libros de los cabildos, e lo demás lo vi por
mis propios ojos. Y así, procuro hablar algunas veces para rebatir a los que,
estando en sus casas lejos de acá, quieren desde allí comprender lo que, en
dieciséis años que llevo peregrinando por estas partes, no lo he podido saber
enteramente”.
(Imagen) GASPAR DE ESPINOSA nació hacia
1484 en Medina de Rioseco (Valladolid). Se duda de que, salvo el de bachiller,
tuviera títulos académicos, pero había estudiado en Salamanca, era muy culto y
pertenecía a una familia de ricos banqueros descendientes de conversos judíos
(como ocurría con el gran filósofo, de ascendencia portuguesa, Baruch Spinoza).
Quizá por su prestigio personal, se le trató como licenciado e incluso como
doctor. Estuvo muy relacionado con Pedrarias Dávila, también descendiente de
conversos. Lo nombró alcalde de Santa María La Antigua, la primera ciudad
española en zona continental. Dirigió el proceso contra Vasco Núñez de Balboa,
pero no quiso sentenciarlo a muerte, siendo Pedrarias quien tuvo que asumir la
responsabilidad de hacerlo. Pedrarias lo mandó a conquistar tierras panameñas. Espinosa
sentó las bases para la fundación en Panamá de Natá de los Caballeros. Actuó
con crueldad contra los indios, haciendo muchos esclavos en una época en la que
todavía era bastante frecuente. Al margen de esa falta de escrúpulos (frecuente
entre las tropas del brutal Pedrarias Dávila), Gaspar de Espinosa fue un hombre
muy valorado. Por eso intervino en un
momento clave de la crisis de los dos gobernadores, Pizarro y Almagro. Llevó la
voz cantante en representación de Pizarro, dándole con vehemencia, aunque sin
parcialidad, sensatos consejos a Almagro para que dejara de lado el ansia ciega
de poder y evitara a cualquier precio que la guerra civil arrasara con todo y
con todos. Fracasó, y, según los cronistas, el enorme disgusto acabó con su
vida.
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