(328) El documento, que Cieza copia
palabra por palabra, tiene siete páginas. Lo que he recogido es lo esencial.
Todo lo demás es un larguísimo relleno de repeticiones solemnes con ampulosas afirmaciones
de que solo querían paz y concordia como
viejos amigos. Seguro que se acordaban bien de aquel otro compromiso que hicieron
en el Cuzco cuatro años antes, jurándose amistad eterna y poniendo nada menos
que a Dios por testigo de ello, a quien le pedían la condenación eterna
(literalmente) para quien no lo respetara. Actuó como secretario (que lo era de
Pizarro) Domingo de la Presa, quien le ‘fabricaba’ la firma al analfabeto
Pizarro, cosa que disimuló. Al grandísimo Pizarro siempre le resultó humillante
esa limitación, y hasta tuvo algún intento de superarla, pero ya era demasiado
tarde, y necesitaba todo su tiempo para hacer historia con mayúsculas. Así
redactó Presa el final del documento: “Su Señoría e los testigos que fueron
presentes lo firmaron. Francisco Pizarro. D. Alonso Enríquez. Diego Núñez de
Mercado. Juan de Guzmán. Bartolomé de Segovia. Juan de Turuégano. Manuel de
Espinar. Pasó ante mí, Domingo de la Presa”.
Como no estuvo presente en tan solemne
acto el padre Bobadilla, fue hasta Mala, donde se encontraba el secretario
Domingo de la Presa para entregarle el importantísimo poder que le habían
otorgado Pizarro y Almagro. Bobadilla había aceptado con entusiasmo la misión
que le encomendaban, pero nada va a impedir que el incendio fratricida siga
creciendo vorazmente. El fraile saldrá más tarde chasqueado, y se volverá
definitivamente a la diócesis de Panamá. Cieza nos muestra la cruda realidad:
“Pero eso no impidió que los gobernadores siguiesen teniendo gran cuidado en
preparar sus armas y engrosar sus ejércitos. Ninguno de los dos tenía puesta la
esperanza en la sentencia que había de dar el provincial Bobadilla si fuera en
su perjuicio, e pensaban asentarla en la crueldad de la guerra, lanzando a su
enemigo de la provincia, y ocupándola el que quedase superior”. De nuevo, el
mayor aprecio que Cieza tenía a Pizarro no le impide ser objetivo en sus
juicios: “Y aunque peor inclinación tenía este pensamiento en Don Francisco
Pizarro por haber sido él quien pobló el Cuzco, no osaba dar lugar a que se
viera claramente hasta ver si podría sacar de la prisión donde estaba a su
hermano Hernando Pizarro”.
La desconfianza mutua era total: “Almagro,
creyendo que el Gobernador Pizarro querría salir pronto de la Ciudad de los
Reyes, amonestaba a sus capitanes y a su gente de guerra que estuviesen
preparados para que la venida de D. Francisco Pizarro no les causase alguna
turbación o alboroto”. En otra muestra de nerviosismo, también Almagro exigió
que figurara, además de Domingo de la Presa como secretario de Pizarro en las
decisiones legales que se tomaran, su propio escribano, Alonso de Silva. Estuvo
conforme fray Francisco de Bobadilla. La decisión la iba a tomar en la
población de Mala. Hay veces en las que Cieza se mantiene estrictamente
objetivo en sus comentarios. Y otras en las que, después de decir que no sabe
cuál es la verdad de un asunto, hace una ligera insinuación de lo que cree él más
probable.
(Imagen) De los seis testigos que firmaron
el documento que confió a Fray Francisco de Bobadilla dictaminar sobre el
conflicto entre Pizarro y Almagro, solo nos queda por comentar uno de ellos: BATOLOMÉ DE SEGOVIA, un clérigo
secular. Había llegado con Diego de Almagro a la campaña de Perú el año 1532 y
siempre le fue fiel. Apenas aparecen datos sobre sus andanzas, pero hay uno muy
importante. Hoy se sabe que fue el autor de una breve crónica tenida durante
siglos como anónima y titulada “Conquista y fundación del Perú. Fundación de
algunos pueblos”. El texto tiene mucho de denuncia sobre los abusos que se
cometieron contra los indios, lo que hizo que fray Bartolomé de las Casas lo
utilizara con gusto para su propia obra. Quien ha despejado el misterio sobre
su autoría ha sido la investigadora Pilar Rosselló de Moya. Lo ha fundamentado
basándose en que se sabe que el autor fue un clérigo testigo de todos los
hechos (incluso los sucedidos en Chile), algo que solo pudo contemplar Bartolomé
de Segovia, quedando así descartado Cristóbal de Molina, el otro clérigo que
también iba con la tropa de Almagro pero incorporado más tarde. De esta manera,
Bartolomé de Segovia pasa, de ser un hombre casi olvidado, a recuperar un
notable protagonismo con su crónica, muy accesible porque está digitalizada en
los archivos de PARES. Ya desde la primera página (la de la imagen) empieza
Bartolomé con su dura crítica a los métodos de la conquista. Quizá por eso
ocultó quién era el autor.
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