(316) Oigamos, pues, a Cieza: “Perálvarez
Holguín e Garcilaso de la Vega habían ido el día anterior a cazar. Venido
Perálvarez, le rogaron los capitanes Pizarro y Alvarado quisiese juntarse con
ellos para irse a Lima, pues con ello haría gran servicio a Su Majestad e al
Gobernador, y él no lo quiso hacer, respondiéndoles que había dado a Almagro su
palabra de no huir (bajo la estricta
forma de ‘pleito homenaje’) e no la podía quebrantar, por lo que
determinaron prenderlo con toda moderación. Después de juntar todos los que
pudieron ir con ellos, partieron del Cuzco sin matar ni hacer daño alguno”.
Mientras tanto, Diego de Almagro seguía
avanzando hacia Lima, totalmente ajeno a lo que había sucedido en el Cuzco.
Llegaron a la provincia de Lucanes llevando preso a Hernando Pizarro, sobre
quien volvieron a hacer consideraciones, y Cieza nos da a entender que seguían
pesando los criterios discutidos ya en el Cuzco: “Tomó Almagro el parecer de
letrados entendidos en aquellos negocios, cuyas razones yo no las sé, pero el
licenciado Prado y el bachiller Guerrero muchas veces le dijeron que firmarían
con sus nombres que estaría my justificado cortar la cabeza a Hernando Pizarro
y a Gonzalo Pizarro. Si fuera por el parecer del general Rodrigo Orgóñez,
Almagro jamás sacaría de la ciudad del Cuzco a Hernando Pizarro vivo”. Aunque
algunos historiadores ven a Cieza como excesivamente defensor de Pizarro, la
siguiente frase suya bastaría para reconocer que, en líneas generales, su
criterio era también generoso con Almagro, recogiendo palabras suyas que le
honraban: “Mas el Adelantado Don Diego de Almagro no quería que la sangre de
los hermanos de su compañero se esparciese y derramase solo por asegurar los
límites de su gobernación”. Quizá le faltó el sentido práctico y duro que
requería la situación, como luego se demostró, pero hubo alguien que le sugirió
la solución perfecta: “El Contador Juan de Guzmán le había aconsejado también
en el Cuzco que, como tenía el navío en que fue a Chile, debía enviar presos en
él a España a Hernando Pizarro y a Gonzalo Pizarro, secuestrándoles su hacienda
para el Fisco Real, y enviándolos con persona que los entregase en las manos de
Su Majestad”. Se había utilizado bastantes veces en las Indias este sistema para
resolver conflictos muy graves, y con excelentes resultados. Y Cieza se
lamenta: “Consejo de amigo fuera, si él lo tomara, pero no fue capaz de
recibirlo ni guiarse por él, de manera que no se resolvió nada más por
entonces”.
Según avanzaba, Almagro iba fraguando la idea
de fundar una ciudad “para tener la costa segura y que los despachos que le
viniesen de parte de Su Majestad le llegasen seguros a sus manos sin ser
estorbados, y para recibir allí a gente, socorro y caballos de Tierra Firme (Panamá), de la Nueva España (México) y de otras partes, y se acordó
edificarla en el valle de Chincha”. Al parecer, cometieron a su paso muchos
abusos contra los indios, y Cieza, siempre tan providencialista, una vez más
critica duramente a los españoles por hacerlo, pero considera que los propios
pecados de los nativos les trajeron como consecuencia un castigo divino.
(Imagen) El contador JUAN DE GUZMÁN acaba
de dar el más sensato de los consejos para evitar la guerra, pero, pasado el tiempo,
no pudo perdonar que Almagro fuera decapitado, ni que en 1540 Francisco y Hernando
Pizarro lo despojaran a él de su bienes y del cargo de Contador Oficial que
venía desempeñando, como constata el enunciado de la siguiente Cédula Real: “Real Cédula de D. Carlos al licenciado Vaca
de Castro, por la que le manda entienda en el asunto de Dª Catalina de Padilla,
mujer de Juan de Guzmán, Contador de la provincia de Nueva Toledo (la Gobernación de Diego de Almagro), el
cual intervino en arreglar las paces entre Almagro y Pizarro, y, antes de venir
a España, fue apresado por éste y su hermano Hernando y despojado de sus bienes
y del cargo de Contador, así como del repartimiento de indios que Almagro le
había dado”. Quizá todo eso fuera el motivo de que participara en 1541, como ya comenté, en la
conspiración que acabó con la vida de Pizarro. Es posible que el hecho de que
no fuera ejecutado por un delito tan grave, se debiera a que luego luchó
incorporado a las fuerzas leales al Rey (hemos visto un caso semejante, el de
Nicolás de Heredia). No parece que viviera holgadamente sus últimos años. En
1548, su mujer intentó hacer valer los méritos de Guzmán presentando testigos
en el Consejo de Indias. Aún vivía en 1556, pero tuvo otro sinsabor. El
documento de la imagen revela que
entonces se encontraba en España
y residía en Ocaña, así como que estaba envuelto en un pleito promovido
por Blas de Madrid, quien le reclamaba los bienes de su hijo Juan Fernández de
Madrid, muerto en Perú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario