miércoles, 30 de enero de 2019

(Día 741) Pizarro le contesta por escrito a Bobadilla rechazando de plano dejar a su hija como rehén. Aunque a disgusto, acepta que él y Almagro se reúnan con Bobadilla.


     (331) La contestación por escrito de Pizarro a Bobadilla fue casi insultante. Con palabras tajantes, vino a decirle que se dejara de monsergas innecesarias para su decisión sobre los límites de las gobernaciones, que era lo único verdaderamente importante y urgente. Cieza recoge con detalle sus palabras, y dice que le respondió (lo resumo): “Que no debía haber mandado que  le enviara a su hija, Doña Francisca, ni que se presentara él en persona para darle informaciones y hablar con el Adelantado Almagro, pues se seguirían grandes alborotos si se hacía antes de haberse decidido cuáles eran los límites de las gobernaciones, y sin que él fuese restituido en lo que  poseía pacíficamente, de lo que fue despojado con violencia por mano del Adelantado Almagro y de los suyos, ni antes de que fuese liberado su hermano Hernando Pizarro, a quien tenían preso injustamente. Y también porque, si  iba ante su presencia, no podría impedir que su gente fuese tras él, dada la voluntad que tenían, la cual había sido acrecentada por los que se habían huido del mismo Adelantado, quienes, quejosos de él y de sus capitanes, deseaban ya verse contra ellos a las manos”.
     El escrito es una prueba palpable de que Pizarro no aceptaría que Bobadilla le negara el derecho a poseer el Cuzco. Y asimismo de que estaba seguro de que  las intenciones de Almagro eran iguales. Sigue manifestando: “Que el Adelantado había dicho públicamente que, si con guerra no pudiese, había de trabajar con paz o treguas, o por la vía que pudiese, para apoderarse de la tierra. Y que supiese que el Adelantado había ya quebrantado otras capitulaciones que se habían hecho, y que ahora, aunque estuviesen los dos bajo juramento, haría lo mismo. Por tanto, que, en cuanto a su mandamiento de que se presentara ante él (Bobadilla), le pedía que lo dejara sin efecto, pues de lo contrario, apelaría ante Su Majestad, y añadió que le mandaría sus pilotos más sabios para que, informándose de la verdad, pudiese decidir con brevedad lo tocante a los límites de las gobernaciones”.
     El caso es que Bobadilla, muy en su puesto, no cedió del todo: “A pesar de sus excusas, le envió un segundo mandamiento para que compareciese ante él como le había ordenado. El Gobernador Pizarro respondió que iría con los doce de a caballo, mas que no le entregaría los rehenes que le había pedido”.
     Nunca se sabrá si Almagro fue el más humano o el más débil en aquellas tensas circunstancias, pero no resulta justo Pizarro al decir que su deseo de paz era fingido. Una vez más, tratará de evitar el camino sangriento, y como siempre, no dejándose influir por su extraordinario y superveterano capitán Rodrigo Orgóñez: “E por no querer el Gobernador Pizarro entregar los rehenes, el Adelantado D. Diego de Almagro no envió  su hijo, y se aparejó para ir con otros doce caballeros. Al capitán Rodrigo Orgóñez nunca le parecieron bien aquellos conciertos, ni que de aquellas vistas se había de sacar alguna conformidad, más bien creía que el fuego se encendería de tal suerte que las pasiones crecerían, y que Almagro no debería fiar su persona en llevar solamente doce de a caballo. El Adelantado le respondió que toda la gente de guerra que estaba en la Ciudad de los Reyes debía quedar juramentada para que no hubiese engaño ni fraude, e  que lo mismo debían hacer ellos por su parte”.

     (Imagen) Cuando Bobadilla pidió que Almagro dejara como rehén a su hijo, DIEGO DE ALMAGRO EL MOZO tenía 16 años. Su padre lo había preparado bien, y era un chico inteligente. Ya había pasado muchas amarguras, pero le quedaban de vida otros cuatro años terribles. Su padre sería ejecutado, y él tendría que protegerse del clan de los Pizarro. Prueba de ello es que, en 1540, se dicta la siguiente disposición: “El Rey Don Carlos manda a Francisco Pizarro que no quite los indios que tiene encomendados a Nicolás de Ribera (el de los Trece de la Fama), el cual, por haber aposentado en su casa a Diego de Almagro, hijo del Adelantado,  teme que se los quite o se los haya quitado”. Ayudado por sus adictos, El Mozo, preparó en 1541 el asesinato de Pizarro. Se lo contó al Rey en una carta de buena letra (la de la imagen) Alonso Rodríguez Picado, en la que se ve que el cabecilla del crimen fue Juan de Herrada, y que El Mozo no participó físicamente, aunque un año después, ya nombrado por los suyos Gobernador, y tras ser derrotado en la batalla de Chupas, le cortaron la cabeza  considerándolo responsable. Rodríguez Picado luchó en las guerras civiles contra Gonzalo Pizarro, y murió en el más terrible de los enfrentamientos, el de Huarina, como lo contó su hijo en un documento muy posterior: “Fue la batalla más reñida que ha habido en este reino de Perú, donde el dicho Alonso Rodríguez Picado, peleando aventajadamente, murió hecho pedazos de cinco arcabuzazos que le dieron”. Añade que el inhumano Francisco de Carvajal prendió después a la mujer de Picado, Juana Nuño, llevándola presa al Cuzco. Y comenta: “Por estar muy preñada, fue rescatada con cinco mil pesos de oro”.



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