(331) La contestación por escrito de
Pizarro a Bobadilla fue casi insultante. Con palabras tajantes, vino a decirle
que se dejara de monsergas innecesarias para su decisión sobre los límites de
las gobernaciones, que era lo único verdaderamente importante y urgente. Cieza
recoge con detalle sus palabras, y dice que le respondió (lo resumo): “Que no debía haber mandado que le enviara a su hija, Doña Francisca, ni que
se presentara él en persona para darle informaciones y hablar con el Adelantado
Almagro, pues se seguirían grandes alborotos si se hacía antes de haberse
decidido cuáles eran los límites de las gobernaciones, y sin que él fuese restituido
en lo que poseía pacíficamente, de lo
que fue despojado con violencia por mano del Adelantado Almagro y de los suyos,
ni antes de que fuese liberado su hermano Hernando Pizarro, a quien tenían
preso injustamente. Y también porque, si iba ante su presencia, no podría impedir que
su gente fuese tras él, dada la voluntad que tenían, la cual había sido
acrecentada por los que se habían huido del mismo Adelantado, quienes, quejosos
de él y de sus capitanes, deseaban ya verse contra ellos a las manos”.
El escrito es una prueba palpable de que
Pizarro no aceptaría que Bobadilla le negara el derecho a poseer el Cuzco. Y
asimismo de que estaba seguro de que las
intenciones de Almagro eran iguales. Sigue manifestando: “Que el Adelantado había
dicho públicamente que, si con guerra no pudiese, había de trabajar con paz o
treguas, o por la vía que pudiese, para apoderarse de la tierra. Y que supiese
que el Adelantado había ya quebrantado otras capitulaciones que se habían
hecho, y que ahora, aunque estuviesen los dos bajo juramento, haría lo mismo.
Por tanto, que, en cuanto a su mandamiento de que se presentara ante él (Bobadilla), le pedía que lo dejara sin
efecto, pues de lo contrario, apelaría ante Su Majestad, y añadió que le
mandaría sus pilotos más sabios para que, informándose de la verdad, pudiese decidir
con brevedad lo tocante a los límites de las gobernaciones”.
El caso es que Bobadilla, muy en su
puesto, no cedió del todo: “A pesar de sus excusas, le envió un segundo
mandamiento para que compareciese ante él como le había ordenado. El Gobernador
Pizarro respondió que iría con los doce de a caballo, mas que no le entregaría
los rehenes que le había pedido”.
Nunca se sabrá si Almagro fue el más
humano o el más débil en aquellas tensas circunstancias, pero no resulta justo
Pizarro al decir que su deseo de paz era fingido. Una vez más, tratará de
evitar el camino sangriento, y como siempre, no dejándose influir por su
extraordinario y superveterano capitán Rodrigo Orgóñez: “E por no querer el
Gobernador Pizarro entregar los rehenes, el Adelantado D. Diego de Almagro no
envió su hijo, y se aparejó para ir con
otros doce caballeros. Al capitán Rodrigo Orgóñez nunca le parecieron bien
aquellos conciertos, ni que de aquellas vistas se había de sacar alguna
conformidad, más bien creía que el fuego se encendería de tal suerte que las
pasiones crecerían, y que Almagro no debería fiar su persona en llevar
solamente doce de a caballo. El Adelantado le respondió que toda la gente de
guerra que estaba en la Ciudad de los Reyes debía quedar juramentada para que
no hubiese engaño ni fraude, e que lo
mismo debían hacer ellos por su parte”.
(Imagen) Cuando Bobadilla pidió que
Almagro dejara como rehén a su hijo, DIEGO DE ALMAGRO EL MOZO tenía 16 años. Su
padre lo había preparado bien, y era un chico inteligente. Ya había pasado muchas
amarguras, pero le quedaban de vida otros cuatro años terribles. Su padre sería
ejecutado, y él tendría que protegerse del clan de los Pizarro. Prueba de ello
es que, en 1540, se dicta la siguiente disposición: “El Rey Don Carlos manda a
Francisco Pizarro que no quite los indios que tiene encomendados a Nicolás de
Ribera (el de los Trece de la Fama),
el cual, por haber aposentado en su casa a Diego de Almagro, hijo del
Adelantado, teme que se los quite o se
los haya quitado”. Ayudado por sus adictos, El Mozo, preparó en 1541 el
asesinato de Pizarro. Se lo contó al Rey en una carta de buena letra (la de la
imagen) Alonso Rodríguez Picado, en la que se ve que el cabecilla del crimen
fue Juan de Herrada, y que El Mozo no participó físicamente, aunque un año
después, ya nombrado por los suyos Gobernador, y tras ser derrotado en la
batalla de Chupas, le cortaron la cabeza
considerándolo responsable. Rodríguez Picado luchó en las guerras
civiles contra Gonzalo Pizarro, y murió en el más terrible de los enfrentamientos,
el de Huarina, como lo contó su hijo en un documento muy posterior: “Fue la
batalla más reñida que ha habido en este reino de Perú, donde el dicho Alonso
Rodríguez Picado, peleando aventajadamente, murió hecho pedazos de cinco arcabuzazos
que le dieron”. Añade que el inhumano Francisco de Carvajal prendió después a
la mujer de Picado, Juana Nuño, llevándola presa al Cuzco. Y comenta: “Por estar
muy preñada, fue rescatada con cinco mil pesos de oro”.
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