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Ni siquiera el muy informado Cieza llegó a comprender en su totalidad el cúmulo
de intentos que se hicieron para solucionar aquel gravísimo problema. Vamos a ver un desesperante laberinto de
propuestas de negociaciones en un querer
y no poder, porque, de hecho, solo habrían dado su conformidad si el contrario
hubiese cedido. Sin embargo insistían, entre argucias y recelos, haciéndose la
ilusión por ambas partes de que iban a conseguir colar un contrato con trampa,
pero que, una vez firmado, tuviera fuerza jurídica suficiente para obligar a mantener
la paz.
En las siguientes actuaciones de los
enviados por Pizarro no se menciona al licenciado Gaspar de Espinosa, quien hasta
entonces se mostraba como jefe del grupo de negociadores, así que hemos de
suponer que ya había fallecido. En la reseña de la imagen anterior, no hice
ninguna mención a su familia porque carecía de datos. Pero he encontrado un
curioso documento que aclara cuestiones importantes al respecto. Se trata de un
testamento, y voy a hacer un amplio resumen del texto (ya hice una breve
alusión) para que se vea el peculiar estilo con que se redactaban entonces las
últimas voluntades y el interés que tenían desde el punto de vista humano.
Sabremos bastante más de Gaspar de Espinosa (se verá con claridad que era un
hombre muy rico) y de cómo se vivía en Panamá en aquellos tiempos, porque quien
otorga el testamento es su mujer, ISABEL DE ESPINOSA. Escuchemos sus palabras:
“In Dei nomine, amén. Sepan cuantos esta
carta de testamento vieren cómo yo doña Isabel de Espinosa, mujer legítima que he
sido del licenciado Gaspar de Espinosa, mi señor, difunto, que Dios haya,
vecina desta ciudad de Panamá deste reino de Tierra Firme llamado Castilla del
Oro, natural de la villa de Medina de Rioseco,
hija de García Ortiz y de doña María de Espinosa, su mujer, mis señores padres,
vecinos que fueron de la dicha villa, difuntos, que Dios perdone”.
“Estando yo enferma, mando que, si deste
mal falleciere, que mi cuerpo sea sepultado en la iglesia mayor desta ciudad de
Panamá y catedral de señor San Pedro Mártir, en el lugar donde yo me siento,
enfrente del altar de Nuestra Señora. Mando que en la dicha iglesia me digan
otras cien misas rezadas además de las que en la iglesia rezaren los curas y
clérigos della y que en los monasterios del señor San Francisco y de la Merced
desta ciudad de Panamá me digan los religiosos en cada monasterio otras cincuenta
misas de lo mismo. Mando que me digan en la dicha villa de Medina de Rioseco,
en el monasterio de señor San Francisco, trescientas misas rezadas por mis
padres y abuelos. Mando que, por cuanto yo me concerté con el señor obispo don
fray Tomás de Berlanga, en relación a la
casa y hospital que el licenciado mi señor mandó hacer en la plaza desta ciudad
y porque el dicho licenciado la mandó hacer de paja, que yo la hiciese de madera
recia la dicha casa, que se acabe la dicha casa. Ruego y pido por merced a los
hermanos de la cofradía de Nuestra Señora de la Concepción de esta ciudad que
acompañen mi cuerpo el día de mi enterramiento”. (Seguiremos con la segunda
parte).
(Imagen) Aunque, al morir GASPAR DE
ESPINOSA, dejó una considerable fortuna a sus herederos, los documentos revelan
que, sin la presencia de su poderosa
personalidad, quedaron algo desamparados frente a quienes tenían ganas de
revancha (o de justicia). Una cédula del año 1542 dice que “el Fiscal del
Consejo de Indias denuncia que Juan de Espinosa, hijo del licenciado Gaspar de
Espinosa y heredero suyo, siendo por ello albacea y tenedor de los bienes del
difunto Hernando de Luque, clérigo y provisor de la catedral de Panamá, concertó
con el Marqués Francisco Pizarro, por sí y en nombre del Adelantado Diego de
Almagro, difunto, cierta compañía que entre los tres tenían, por virtud de la
cual cobró 13.000 pesos de oro”. El Fiscal exigía que se devolviera ese dinero
a la Iglesia, por ser heredera universal de Luque. El 1553, Felipe II “le pide
a D. Antonio de Mendoza, Virrey de Perú, que le dé algún cargo a García (Ortiz)
de Espinosa, vecino de León (Huánuco), en atención a los servicios prestados a
la corona por su padre, el licenciado Gaspar de Espinosa”. Era habitual pedir
mercedes basándose en los méritos de ilustres familiares, pero García encontró
obstáculos. Tuvo que esperar cinco años para que lo nombraran regidor de
Huánuco. La carta de la imagen es de 1558, y está escrita por Francisco de
Espinosa insistiendo en que parece olvidada la petición que hizo su hermano
García. Para hacer fuerza, insiste en que otro hermano suyo, Juan de Espinosa
(el denunciado por el Fiscal en 1542) y su padre, Gaspar de Espinosa, murieron
al servicio del Rey.
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