jueves, 24 de enero de 2019

(Día 736) Todo parece indicar que fray Francisco de Bobadilla manipuló a Almagro para que propusiera a Pizarro que se prescindiera de los mediadores, dejando el asunto en las solas manos del clérigo. Almagro le ofrece a Pizarro este método, quien, lógicamente, lo acepta.



     (326) Una vez más, Almagro llamó a consulta a sus hombres principales, y, ¡oh, sorpresa!, van a dar un nuevo enfoque al método de las negociaciones. Indecisiones, ases escondidos en la manga, maniobras absurdas… Todo el proceso que llevará a la guerra está empedrado de torpes intentos de salir del laberinto por caminos imposibles: “A sus consejeros les pareció que poner aquella cosa en manos de terceros sería alargar su final, y después no hacer nada; que mejor sería elegir un juez árbitro para que este tal pudiese sentenciar el negocio, y obligar con el poder que le diesen a que se cumpliese lo que sentenciare”. Estaba la situación como para encontrar un juez impoluto, imparcial y sin sombra de sospecha para asunto tan peliagudo…
     Pues a Almagro le pareció de perlas. Y hasta cometió una asombrosa ingenuidad. Hizo redactar un documento oficial al respecto, que Cieza recoge al pie de la letra (haré un extracto muy resumido), y le propuso a Pizarro que fuera nombrado como juez de tema tan vital el padre Bobadilla. Sin duda era un hombre de gran prestigio y amigo de los dos contendientes, pero hay que tener en cuenta que él y Suárez de Carvajal acababan de llegar adonde Almagro como emisarios de Pizarro, a quien incluso defendieron diciendo con mentiras que no tuvo nada que ver en el mal trato a Enríquez y a Guzmán ni en la requisa de sus documentos. Todo hace suponer que fue el propio Bobadilla quien les ‘vendió’ la idea de un solo juez a los consejeros de Almagro. Enseguida veremos que D. Alonso Enríquez de Guzmán, uno de los dos ‘terceros’ por parte de Almagro, en su crónica, y sin pelos en la lengua (como de costumbre), despelleja a Bobadilla y asegura que ‘se metió de por medio’ (‘atravesose’, decía Manuel de Espinar en su carta al Rey).
     Como otras veces, Cieza, siempre tan eficaz, consigue ver el documento original unos años después (se supone que en el cabildo de Lima). Está fechado el día 19 de octubre de 1537. Almagro justifica su cambio de idea por la urgencia de zanjar el asunto, y hace su declaración oficial ante testigos con el siguiente argumento: “Habida cuenta de que, si hubiera disconformidad entre los terceros, se seguirían grandes tardanzas de tiempo,  y, como esta tierra está llena de españoles, no se podrían sustentar sin destrucción de todo el reino”. Ve, pues, necesario que la decisión esté en manos de un solo juez. Y expone su elección: “Nombra por tal juez al muy reverendo padre fray Francisco de Bobadilla, provincial de la Orden de Nuestra Señora de la Merced, por ser, como es, celoso del servicio de Dios e de Su Majestad, e de buena vida e conciencia, e letrado, e que tiene mucha experiencia en cosas de negocios, e que vino nombrado por parte del Gobernador Don Francisco Pizarro para entender en la hermandad e amistad que siempre tuvieron”. La versión de los hechos que, según hemos visto en la imagen anterior, le envió el Tesorero Manuel de Espinar al Rey sobre la actitud de fray Francisco de Bobadilla, da un dato clarificador. No se le ocurrió la idea a Almagro, ni a sus hombres, sino que fue Bobadilla el que le había convencido, haciéndole luego cometer el error fatal de confiar en que el fraile le daría a él la razón en el conflicto. Hay otro detalle que lo confirma todo: la tranquilidad del astuto Pizarro al aceptar el método de un solo juez, un juez, además, con el que tenía un trato muy cercano.

    (Imagen) DON ALONSO ENRÍQUEZ DE GUZMÁN iba ya a partir  hacia España, donde disfrutó lo suyo acusando procesalmente a su odiado Hernando Pizarro de la muerte de Diego de Almagro. Llevaba consigo la carta que vimos en la imagen anterior. En el trozo que muestro en la imagen de hoy, Manuel de Espinar, una vez más, lo alaba sin medida ante el Rey. Quizá no supiera que Carlos V lo conocía de sobra en todos sus aspectos, los buenos y los malos, y que nunca le hizo la menor gracia que su hijo Felipe II, antes de ser rey, se encontrara muy a gusto en su compañía. Una situación parecida a lo que Shakespeare narró sobre la relación entre Falstaff  y el príncipe Hal, aunque Enríquez era mucho más valiente que el vividor inglés. En el texto, Espinar le dice al Rey que el desventurado Don Diego de Almagro murió en la batalla “por un mandamiento que Hernando Pizarro dio irregular, contra su regla y orden, de hecho y contra derecho, porque el poder que nosotros le dimos (en el documento firmado) por parte de Don Diego de Almagro, no fue para entender en cosas pasadas, sino de entonces para adelante”. Le comunica luego al Rey que hay alguien que le dará en persona más información: “De todo lo demás, le hablará Don Alonso Enríquez, y a Vuestra Majestad suplico le dé entera creencia, porque es persona que todo lo sabe muy bien, y de quien Vuestra Majestad se debería fiar, pues es hombre de casta singular, fidedigno y leal a la Corona Real, y, de su condición, loa, según por sus obras ha mostrado”.


No hay comentarios:

Publicar un comentario