(315) Así lo cuenta el cronista: “Tomando
el negocio como propio, fue llamando a algunos que sabía que les habían de
ayudar, e se juntaron casi treinta hombres armados, y encubiertamente se
metieron en las casas de Gonzalo Pizarro. En la casa de los presos, ya estaban
los palos gastados con el fuego. Diego Hernández, un velador cómplice, cuando
le pareció que la ciudad estaba sosegada, comenzó a cantar, como señal de que
saliesen los capitanes. Y así, Gonzalo Pizarro y Alonso de Alvarado salieron
por la ventana sin ser sentidos de los guardianes que estaban con Antón de
Almagro, ni nadie los vio porque la
noche estaba muy oscura, e anduvieron hasta que llegaron hasta la misma
posada de Gonzalo Pizarro. Al ver juntos a aquellos sus amigos, se abrazaron unos
con otros. Luego acordaron Gonzalo Pizarro, Alonso de Alvarado y Lorenzo Aldana
ir a prender a Gabriel de Rojas, e para tomarlo sin sorpresa ninguna, les
pareció bien llevar a un tal Setiel, que había sido criado de Hernando Pizarro
y se había pasado al bando de Almagro. Fueron a su casa, y Setiel, viendo que
no tenía más remedio, todo turbado y creyendo que lo iban a matar, salió de
ella. Gonzalo le dijo: ‘No hayáis temor ninguno, Setiel, que de hombres como
vos no se hace caso’. Dicho esto, le mandó que fuese a la casa de Gabriel de
Rojas y llamase a la puerta. Llegados allí, Setiel dio grandes golpes de manera
que Rojas los pudo oír, e mandado abrir la puerta, supo lo que pasaba, y
temiendo que lo matasen, se metió en lo más adentro de su cámara debajo de las
cortinas y paños de su cama. Entrando dentro, algunos lo quisieron matar, e
dicen que lo maltrataron ásperamente, poniéndole las manos en las barbas, y que
habría llegado la cosa a su final de no entrar Alonso de Alvarado (siempre sensato). Después de hablar
algunas palabras con él, le sacó de allí diciéndole que perdiese el temor, pues
ningún mal se le haría. Lo pusieron preso, y volvieron adonde estaban Antón de
Almagro y sus compañeros durmiendo, y le dijo Gonzalo a voces que abriera la
puerta. Al reconocerlo, Antón de Almagro recibió gran turbación, y salió
temblando suplicándole que no le quitasen la vida. Mandaron que no se matase a
ningún hombre, y le pusieron a Antón de Almagro preso con Gabriel de Rojas”.
Después lo importante era controlar la situación en el Cuzco: “Los que
estaban en la ciudad oían el estruendo, mas como Diego de Almagro había llevado consigo toda
la gente de su confianza, ninguno quiso ponerse en contra de los liberados,
quienes, además, se pusieron con todos sus amigos en parte donde, si viniese
alguna gente a socorrer a los apresados, pudiesen salir contra ellos. Gonzalo
Pizarro andaba con otros por todas las casas tomando los caballos para poder ir
a la Ciudad de Los Reyes”.
Fue
entonces cuando Pedro Álvarez Holguín
tuvo el noble gesto de cumplir la
promesa de honor militar que, como ya vimos, le había hecho a Diego de Almagro.
Como comenté anteriormente, no se limitó a permanecer preso, sino que llegó al
extremo de formar parte de la tropa de Almagro en la ya próxima batalla de las
Salinas, luchando contra los soldados de Pizarro, su viejo amigo y paisano, a
quien siempre había servido fielmente.
(Imagen) Va siendo hora de que empecemos a
dar datos de GONZALO PIZARRO, porque su protagonismo irá en aumento. Ha estado
siempre actuando como un bravo capitán, pero oscurecido por las poderosas
sombras de sus hermanos Francisco y Hernando Pizarro. También vimos con más
autoridad que él a su otro infortunado hermano, Juan Pizarro, igualmente
bastardo de Gonzalo Pizarro el Viejo, pero los dos hijos de la misma madre.
Juan habría llegado muy lejos de no haber muerto luchando en el cerco a que
Manco Inca sometió el Cuzco. Y van a ocurrir cosas que dejarán a Gonzalo como un
rebelde solitario en las guerras civiles, puesto que Hernando partió para
España y Francisco fue asesinado. Este dramático hecho ocurrió mientras Gonzalo
lideraba una aventura que pudo ser grandiosa pero acabó en uno de los mayores
desastres de las campañas de Indias: la exploración del Amazonas. Murieron la
mayoría de sus hombres, y Francisco de Orellana (por fuerza mayor o
traicionando a Gonzalo) siguió río abajo en solitario logrando la gloria de ser
el primero que lo recorrió entero. Vuelto Gonzalo a Lima, supo del asesinato de
Francisco, y, dos años después, al surgir una rebelión general de los
encomenderos por el rigor del virrey Núñez Vela, los propios oidores de la
Audiencia de Lima, en franca rebeldía contra el virrey, lo nombraron Gobernador
de Perú. En el documento de la imagen se ve que, previamente, le exigieron un
‘pleito homenaje de caballeros’ en el que Gonzalo se comprometía a ejercer el
cargo con fidelidad al Rey (se supone que fingió aceptarlo). El trágico final
de Gonzalo no tardaría mucho en llegar.
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