sábado, 5 de enero de 2019

(Día 720) Segunda parte del testamento de Isabel de Espinosa, detallando sus numerosos bienes. Falleció en 1542, a los pocos días de testar.


     (310)  (Continuación del testamento de la viuda de Gaspar de Espinosa): “Declaro que yo debo a Francisca de Angulo, sin escritura, doscientos y veinte y cinco pesos de oro y que de estos le he comprado una negra, en cien pesos, de Melchor de Morales, que él la tiene en su poder, y  mando que le pague el resto a ella o a su marido, García Navarro. Mando que, porque Pedro Baquero, de color prieto (negro), me ha hecho buenos servicios, no sean vendidos él ni dos hijos que tiene, uno llamado Perico y otra llamada Isabelica, sino que vayan a Castilla el padre e hijos con García Ortiz de Espinosa, mi hijo, y le sirvan y no se puedan vender él ni sus hijos. Mando que una negra que yo tengo, que se llama Constanza, si quisiere ir a Castilla con el dicho García  Ortiz de Espinosa, que la lleve para que le sirva, y, si ella no quisiere ir, que se venda, y, si ella diere por sí doscientos pesos, que sea horra (libre) dando los dichos doscientos pesos. Nombro por mis albaceas en Castilla a Juan de Espinosa, canónigo de la Iglesia de Valladolid y a Francisco de Espinosa y al dicho García Ortiz de Espinosa, mis hijos. Declaro que yo tengo seis casas de alquiler en la plaza pública desta ciudad, y una estancia en el río de Bagre en que están algunos negros e indios, con sus tierras y maíces cogidos y por coger. Digo que tengo joyas de oro y anillos y perlas en un cofre que no quiero que se vendan. Digo que es de García Ortiz de Espinosa una medalla con una esmeralda en medio y un caballo blanco con sus aderezos, y  mando que se lo den, y dos botones de oro que se hicieron para él. Digo que tengo treinta y cinco negros y  negras, poco más o menos. Tengo en Castilla unas casas en la villa de Valladolid, que el licenciado Gaspar de Espinosa compró en trescientos mil maravedís. Digo que tengo en Medina de Rioseco las casas de la plaza, las casas de la Castra, las casas de la Rúa y las casas de la Misericordia, que todas rentan veinte y ocho mil maravedís. Digo que yo tengo en la ciudad de Sevilla cien ducados de juro de cierto dinero que tomó Su Majestad en oro y plata que iba consignado a mi señor Pedro de Espinosa.  Digo que yo tengo aderezando un barco en el astillero, y mando que se acabe de aderezar,  y, si les pareciere bien a mis albaceas fletarlo para alguna parte, lo hagan, o lo vendan”.
    “Dejo por herederos a los dichos Francisco de Espinosa y García Ortiz de Espinosa, mis hijos, y encomiendo y encargo al dicho señor canónigo Juan de Espinosa la tutoría y curadoría de los dichos mis hijos. En la ciudad de Panamá, sábado, nueve días del mes de diciembre, año del nacimiento de nuestro Salvador  Jesu Christo de mil y quinientos y cuarenta y dos años. Testigos, Francisco Martin, Francisco Hernández maestre, Vicente Italiano, Juan de Ceballos,  Pedro Hernández y Diego Sáenz, estantes en la dicha ciudad. La dicha doña Isabel de Espinosa comenzó a firmar en el registro, y no pudo”.
     Isabel murió el diez 10 de diciembre de 1542, siendo enterrada en la iglesia de San Pedro Mártir, como había pedido, bajo la supervisión de los doctores Pedro de Villalobos y Francisco Pérez de Robles, y del licenciado Lorenzo Paz de la Serna.

     (Imagen) Ya que se ha mencionado la herencia del clérigo HERNANDO DE LUQUE, será oportuno explicar lo que, al parecer, dio origen a disputas sobre su destino.  Asunto complejo porque, quizá manipulando a Luque, Gaspar de Espinosa había conseguido que lo nombrase albacea de su testamento. En una Real Cédula del año 1536, se pide la investigación del asunto. Aporta datos que aclaran cómo Luque, siendo un clérigo, pudo convertirse en socio capitalista de Pizarro y Almagro, y luego de Espinosa. El extraordinario y cultísimo obispo de Panamá Fray Tomás de Berlanga (quizá barriendo para el obispado) argumentaba que Luque, “sin tener otros bienes algunos de patrimonio más que los que obtuvo como administrador del obispado de Panamá por tiempo de doce años, hizo sociedad con los gobernadores Francisco Pizarro y Diego de Almagro para ir a descubrir el Perú, y que el licenciado Espinosa, como su albacea, dice que ha llegado a un acuerdo con los dichos gobernadores para que por la parte que pertenecía al dicho Luque se le diesen catorce mil pesos (es de suponer que Pizarro y Almagro obtuvieran muchísimo más)”. Al morir Luque, quedó libre su obispado de Túmbez (nunca pudo visitarlo), cuyo nombramiento fue mal visto por el Papa. El Rey, en una carta enviada en 1535 a su embajador en Roma (véase la imagen), le dice aliviado: “El dicho Don Hernando de Luque, a quien habíamos nombrado (propuesto) para el obispado de Túmbez, es fallecido, y por esto no hay necesidad de despachar sus (asuntos)”.



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