domingo, 6 de enero de 2019

(Día 721) Comentario sobre el testamento de Isabel de Espinosa. Muerto ya Gaspar de Espinosa, los otros tres emisarios de Pizarro se mostraron de acuerdo con la propuesta de Almagro, pero, pudiendo hablar con Hernando y los otros presos, estos les dijeron secretamente que no se podía perdonar los abusos de Almagro.


     (311) Se pueden comentar varias cosas de lo que se deduce del testamento de doña Isabel de Espinosa. Gaspar de Espinosa murió en 1537, teniendo unos 52 años, y su esposa, Isabel, posible pariente suya, puesto que tenían el mismo apellido y eran los dos de Medina de Rioseco (en el documento siempre se dice, erróneamente, Ruyseco), falleció cinco años después, el día siguiente a la redacción de las cláusulas, tan enferma que no las pudo firmar. Tenían entonces solamente dos hijos, y menores de edad, porque los puso bajo tutela y curatela, quienes, fallecido su padre y estando a punto de hacerlo su madre, habían decidido abandonar la peligrosa vida de las Indias para disfrutar de sus riquezas en España. Por lo que vimos en el apartado de una imagen anterior, Gaspar e Isabel tuvieron otro hijo, llamado Juan de Espinosa (al que, como vimos, le implicaron en la retención de la herencia de Hernando de Luque), sin duda el mayor, y fallecido antes de 1542, puesto que se hace constar que su madre, Isabel, figuraba entonces como su heredera. Aparece nítidamente que era habitual tener abundantes indios como servidores, y negros como esclavos. Pero también que, con cierta frecuencia, se sentía afecto por algunos de estos, y que (cosa habitual en aquellos testamentos) se disponía a veces que recuperaran la libertad. Como se acostumbraba en España, las familias ricas, y la de Gaspar de Espinosa lo era extraordinariamente (incluso poseían un barco mercante), tenían un lugar preeminente en alguna de las iglesias, y es donde Isabel pide que sea enterrada. Hasta las personas más empecatadas y más valientes sentían pánico a morir sin confesión, y dejaban un importante caudal destinado a que los clérigos celebraran por sus almas infinitas misas. Hubo un tiempo en que el rey requisó mucho oro llegado de las Indias, dando a cambio perjudicialmente un fondo de bonos llamado ‘juro’, como ocurrió con la cantidad que Isabel le había enviado a Pedro de Espinosa. No aclara de quién se trata, pero quizá fuera un hermano suyo o de su marido; en otros documentos aparece como banquero residente en Sevilla, actividad principal de los poderosos miembros de la familia Espinosa.
     Dicho lo cual, sigamos ya con Cieza. Al licenciado de la Gama, al factor Diego de Fuenmayor y al factor  Illán Suárez de Carvajal, los tres emisarios de Pizarro que quedaban después de la muerte del licenciado Espinosa, les pareció muy sensata la propuesta que les hizo Almagro: “Le dijeron que querían volver a dar cuenta de todo ello al Gobernador Pizarro, y les contestó que se dieran la mayor prisa en hacerlo. Le pidieron licencia para ver a Hernando Pizarro, a Gonzalo Pizarro y a Alonso de Alvarado antes de partir, y también se la concedió. E los visitaron, y en secreto les dijeron los tres capitanes que hablasen con el Gobernador Pizarro para que no perdonase la afrenta que se les había hecho al haberles prendido e tenerlos Almagro en su poder tan maltratados”. Lo que quiere decir que no se apagaba el ansia de venganza. Después de verlos, volvieron adonde Almagro para formalizar el plan de negociación: “Almagro les mandó que se ratificasen en lo que se había dicho (zanjar el asunto con dos representantes de cada bando), y lo hicieron así, firmándolo el Adelantado, y ellos también lo firmaron en presencia del escribano Alonso de Silva, lo cual ocurrió a veintiocho días del mes de  agosto de mil quinientos treinta y siete”.
    
     (Imagen) Nunca se sabía cómo iban a derivar las fidelidades. De los cuatro mediadores que le envió Pizarro a Almagro, uno murió mientras cumplía su misión, Gaspar de Espinosa. Ya comenté que otro, Illán Suárez de Carvajal, fue fiel  a los Pizarro durante las guerras civiles hasta que cambió de postura para no saltarse la legalidad, con tan mala fortuna que el virrey Blasco Núñez Vela desconfió de sus intenciones y lo mató a puñaladas. El tercero, ANTONIO DE LA GAMA, como experimentado letrado y hombre de confianza de Pizarro, añadiría peso en la argumentación para poder convencer a Almagro, aunque  con pobres resultados. Muerto ya Francisco Pizarro, mantuvo su lealtad a Gonzalo Pizarro, pero solo durante cierto tiempo. Como otros muchos, se dio cuenta de que el desastre definitivo estaba cerca, y se pasó al ejército del gran Pedro de la Gasca, el representante del Rey. Nos queda el cuarto, DIEGO DE FUENMAYOR. Su hermano Alonso de Fuenmayor, Gobernador y Arzobispo de Santo Domingo, hombre de grandes valores y muy eficaz, lo envió con una tropa para auxiliar a Francisco Pizarro, que se veía en apuros por los ataques de Manco Inca (recordemos que al mismo tiempo, y con el mismo fin, había ido también Gaspar de Espinosa). El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo asegura que, después de estas fracasadas gestiones, Diego de Fuenmayor le rogó con desesperación al propio Pizarro que evitara la guerra contra Almagro, pero resultó igualmente inútil. En 1538 partió para España con una remesa de 600.000 pesos de oro que le enviaba Francisco Pizarro al Emperador, y no regresó nunca a las Indias (otra prueba de sensatez). Veo en PARES que luego se le encargaron misiones diplomáticas en territorio francés. 



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