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Se pueden comentar varias cosas de lo que se deduce del testamento de doña
Isabel de Espinosa. Gaspar de Espinosa murió en 1537, teniendo unos 52 años, y
su esposa, Isabel, posible pariente suya, puesto que tenían el mismo apellido y
eran los dos de Medina de Rioseco (en el documento siempre se dice,
erróneamente, Ruyseco), falleció cinco años después, el día siguiente a la
redacción de las cláusulas, tan enferma que no las pudo firmar. Tenían entonces
solamente dos hijos, y menores de edad, porque los puso bajo tutela y curatela,
quienes, fallecido su padre y estando a punto de hacerlo su madre, habían
decidido abandonar la peligrosa vida de las Indias para disfrutar de sus
riquezas en España. Por lo que vimos en el apartado de una imagen anterior,
Gaspar e Isabel tuvieron otro hijo, llamado Juan de Espinosa (al que, como
vimos, le implicaron en la retención de la herencia de Hernando de Luque), sin
duda el mayor, y fallecido antes de 1542, puesto que se hace constar que su
madre, Isabel, figuraba entonces como su heredera. Aparece nítidamente que era
habitual tener abundantes indios como servidores, y negros como esclavos. Pero
también que, con cierta frecuencia, se sentía afecto por algunos de estos, y
que (cosa habitual en aquellos testamentos) se disponía a veces que recuperaran
la libertad. Como se acostumbraba en España, las familias ricas, y la de Gaspar
de Espinosa lo era extraordinariamente (incluso poseían un barco mercante), tenían
un lugar preeminente en alguna de las iglesias, y es donde Isabel pide que sea
enterrada. Hasta las personas más empecatadas y más valientes sentían pánico a
morir sin confesión, y dejaban un importante caudal destinado a que los
clérigos celebraran por sus almas infinitas misas. Hubo un tiempo en que el rey
requisó mucho oro llegado de las Indias, dando a cambio perjudicialmente un fondo
de bonos llamado ‘juro’, como ocurrió con la cantidad que Isabel le había
enviado a Pedro de Espinosa. No aclara de quién se trata, pero quizá fuera un
hermano suyo o de su marido; en otros documentos aparece como banquero
residente en Sevilla, actividad principal de los poderosos miembros de la
familia Espinosa.
Dicho lo cual, sigamos ya con Cieza. Al
licenciado de la Gama, al factor Diego de Fuenmayor y al factor Illán Suárez de Carvajal, los tres emisarios
de Pizarro que quedaban después de la muerte del licenciado Espinosa, les
pareció muy sensata la propuesta que les hizo Almagro: “Le dijeron que querían
volver a dar cuenta de todo ello al Gobernador Pizarro, y les contestó que se
dieran la mayor prisa en hacerlo. Le pidieron licencia para ver a Hernando Pizarro,
a Gonzalo Pizarro y a Alonso de Alvarado antes de partir, y también se la
concedió. E los visitaron, y en secreto les dijeron los tres capitanes que
hablasen con el Gobernador Pizarro para que no perdonase la afrenta que se les
había hecho al haberles prendido e tenerlos Almagro en su poder tan
maltratados”. Lo que quiere decir que no se apagaba el ansia de venganza.
Después de verlos, volvieron adonde Almagro para formalizar el plan de
negociación: “Almagro les mandó que se ratificasen en lo que se había dicho (zanjar el asunto con dos representantes de
cada bando), y lo hicieron así, firmándolo el Adelantado, y ellos también lo
firmaron en presencia del escribano Alonso de Silva, lo cual ocurrió a
veintiocho días del mes de agosto de mil
quinientos treinta y siete”.
(Imagen)
Nunca se sabía cómo iban a derivar las fidelidades. De los cuatro mediadores
que le envió Pizarro a Almagro, uno murió mientras cumplía su misión, Gaspar de
Espinosa. Ya comenté que otro, Illán Suárez de Carvajal, fue fiel a los Pizarro durante las guerras civiles
hasta que cambió de postura para no saltarse la legalidad, con tan mala fortuna
que el virrey Blasco Núñez Vela desconfió de sus intenciones y lo mató a
puñaladas. El tercero, ANTONIO DE LA GAMA, como experimentado letrado y hombre
de confianza de Pizarro, añadiría peso en la argumentación para poder convencer
a Almagro, aunque con pobres resultados.
Muerto ya Francisco Pizarro, mantuvo su lealtad a Gonzalo Pizarro, pero solo
durante cierto tiempo. Como otros muchos, se dio cuenta de que el desastre
definitivo estaba cerca, y se pasó al ejército del gran Pedro de la Gasca, el
representante del Rey. Nos queda el cuarto, DIEGO DE FUENMAYOR. Su hermano Alonso
de Fuenmayor, Gobernador y Arzobispo de Santo Domingo, hombre de grandes
valores y muy eficaz, lo envió con una tropa para auxiliar a Francisco Pizarro,
que se veía en apuros por los ataques de Manco Inca (recordemos que al mismo
tiempo, y con el mismo fin, había ido también Gaspar de Espinosa). El
cronista Gonzalo Fernández de Oviedo asegura que, después de estas
fracasadas gestiones, Diego de Fuenmayor le rogó con desesperación al propio
Pizarro que evitara la guerra contra Almagro, pero resultó igualmente inútil.
En 1538 partió para España con una remesa de 600.000 pesos de oro que le
enviaba Francisco Pizarro al Emperador, y no regresó nunca a las Indias (otra
prueba de sensatez). Veo en PARES que luego se le encargaron misiones
diplomáticas en territorio francés.
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