(319) Andaban, pues, muy angustiados
Almagro y Pizarro. Y, por otra parte, era muy peligrosa la situación para los
dos fugados, Gonzalo Pizarro y Alonso de
Alvarado (con los que iban también Lorenzo de Aldana, Hinojosa y otros
capitanes), porque recorrer tan larga distancia, del Cuzco a Lima, a través de
un territorio totalmente controlado por los indios, era sumamente arriesgado: “Por
ir Almagro con su ejército por el camino marítimo, ellos determinaron ir por el
de la sierra, y caminaron con tanta prisa, que algunos de los caballos se les
quedaban de cansados, con riesgo de que los mataran los indios porque muchos
aún estaban de guerra. Los indios, sabiendo cuán pocos eran los españoles, les
dieron batalla, pero murieron gran cantidad de sus guerreros, y los cristianos
perdieron la mayor parte del bagaje que llevaban”. El resto de los indios se refugiaron en un alto,
desde el cual vigilaban a los españoles para que no pudieran moverse de donde
se encontraban: “Para poder salir de allí, donde estaban en peligro de muerte,
fue necesario que Gonzalo Pizarro fuese con treinta españoles a ganar lo alto
de la sierra, y consiguieron ganarlo. A día siguiente, echaron de otro alto a
los indios. Alonso de Alvarado, con la oscuridad de la noche, resbaló e fue
despeñándose por una ladera abajo, y, de
no asirse con las manos fuertemente de un árbol que, por ventura, allí había,
muriera desastradamente”.
Hubo otras peleas en las que resultaron
heridos algunos españoles. Pero ya más calmados, pudieron ocuparse de algo
importante: “Enviaron los capitanes a
dos españoles, uno llamado Cueto y el otro Villanueva, a la Ciudad de los Reyes
para que el Gobernador supiese de su
ida. Cuando llegaron los dos, hicieron saber a Pizarro lo que pasaba, de lo que
mucho se holgó. Mandó luego a todos los capitanes y vecinos de la ciudad que
saliesen a recibirlos llevándoles refrescos de conservas y vinos a Pachacama,
donde estuvieron con Gonzalo Pizarro y sus acompañantes aquel día en los verdes
prados e riberas frescas de aquel río. A otro día partieron para Lima. Salió el
Gobernador a recibirlos con más de quinientos, y los aposentaron en la ciudad,
estando el Gobernador muy contento por tener consigo a su hermano Gonzalo
Pizarro, al capitán Alonso de Alvarado, a Lorenzo de Aldana e a Moscoso, pues
eran tales caballeros que con ellos Su Majestad sería muy servido”.
Almagro, pues, fundó su ciudad en el valle
de Chincha, y de inmediato preparó las negociaciones con Pizarro. Mandó que se
juntaran sus principales hombres y les preguntó si les parecía bien el método
que le había propuesto a Pizarro para mantener la paz: resolver el conflicto
mediante la decisión que tomaran dos terceros de cada parte. Los reunidos lo
consideraron muy sensato: “Y entre todos
se trató sobre quiénes serían los dos que habían de asistir en aquel
negocio, e después de muchas consideraciones e pareceres, se determinó que los
dos terceros fuesen Don Alonso Enríquez de Guzmán y el alcalde Diego Núñez de
Mercado”. Una vez más, se nos aparece el sorprendente Don Alonso Enríquez, y,
por si fuera poco, encargado de una misión sumamente delicada.
(Imagen) DIEGO NÚÑEZ DE MERCADO era un
veterano al que lo recuerdan todavía en Chile (como vamos a ver en el último
párrafo). Aliado de Almagro, fue apresado tras su derrota en la batalla de las
Salinas, pero se libró de problemas: quedó en libertad. Tuvo el acierto de
partir después para España (no consta la fecha), quizá huyendo del espanto de
las guerras civiles. Como otros muchos, se vio envuelto en espinosos asuntos
económicos. En una Cédula Real del año 1545 (la de la imagen), que lo sitúa
como vecino de la villa de Madrigal de las Altas Torres, se le exige que “pague
a Jerónimo de Aliaga, escribano de la Audiencia del Perú, o a quien su poder
tuviere, las joyas que por encargo de este trajo del Perú”. En otra posterior,
se le indica que Aliaga no quiere el dinero para él, sino para su madre, por lo
que deberá pagárselo a ella. En 1552 (seguía viviendo en Madrigal), el Rey le
pide que presente una escritura otorgada por Diego de Almagro en defensa de los derechos de sus hijas (dato
llamativo porque los historiadores suelen hablar únicamente de sus hijos Diego
e Isabel). Buscando más referencias sobre Diego Núñez de Mercado, encuentro
algo curioso (y agradable). En San Bernardo, un distrito de Santiago de Chile,
han dedicado todas las calles de un barrio a nombres de los principales
españoles que descubrieron o administraron las tierras chilenas. Esta es una
pequeña muestra: Pedro de la Gasca, Blasco Núñez Vela, Pedro de Valdivia,
Bartolomé Díaz, Juan de Guzmán, Juan de Saavedra, Gabriel de Rojas, Francisco
Noguerol de Ulloa, Lorenzo de Aldana, DIEGO NÚÑEZ DE MERCADO… (De algunos ya
había hablado anteriormente).
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