sábado, 1 de julio de 2017

(Día 422) Alonso de Ojeda llega a Indias en el 2º viaje de Colón y ven el desastre del Fuerte Navidad.

     (12) ALONSO DE OJEDA estuvo al frente de la primera gran campaña militar de las Indias en la que se registra el nombre de Pizarro, y además, con un protagonismo muy notable. Nacido en Cuenca en 1466, era de una familia noble con posible origen burgalés. Fue otro personaje novelesco de vida muy azarosa, de los que salen de un lío y se meten en otro, ambicioso, brillante y hábil (incluso con las armas), sociable pero también rencoroso, duro en la guerra, pero piadoso cristiano,  y a quien protegió pronto en España el todopoderoso y ubicuo (nos aparece de nuevo) Juan Rodríguez de Fonseca, que ostentaba, entre otras dignidades, las de obispo de Burgos y presidente del Consejo de Indias. Ojeda tomó parte en la guerra de Granada y, por influencia de Fonseca, aprovechó la oportunidad de ir a Indias con bastante mando en el segundo viaje de Colón. Así que fue también testigo de un macabro panorama que se encontraron al llegar; un desastre que acabó con la ingenua creencia de Colón  de que los nativos eran de una bondad natural angélica (había llegado a defender, hasta con supuestas pruebas geográficas, que el Paraíso Terrenal estuvo en aquellas tierras). Veamos lo que ocurrió.
     En su primer viaje, le sucedió a Colón que su nave, la Santa María, se fue a pique junto a la costa de La Española (isla de Santo Domingo) en un lugar donde había poblados de indios pacíficos (como todos los que había encontrado hasta entonces). Yáñez Pinzón, el gran piloto, andaba descubriendo por otros parajes con  la Pinta. A Colón solo le quedaba la Niña, y, puesto que ya le urgía volver a España para contar el milagroso encuentro de un nuevo mundo, tomó la decisión de construir un pequeño poblado (el primero de Indias) con el maderamen del barco zozobrado, dejando allí hasta su vuelta a 39 españoles, porque no cabían en el pequeño barco. Quedaron bajo el mando de Diego de Arana (hermano de la que fue amante de Colón, ya viudo,  hasta que él murió, Beatriz Enríquez de Arana, una entrañable mujer con la que tuvo a su hijo Hernando Colón, un personaje también extraordinario). Era el 25 de diciembre de 1492, y le dieron a la población el nombre de Fuerte Navidad. Justo un año después, volvió Colón al lugar, siendo uno de sus principales capitanes Alonso de Ojeda, y vieron que el poblado estaba destruido. Los indios les confirmaron que todos los españoles habían sido masacrados, se echaron la culpa unos a otros, y contaron que el desastre había sido provocado por el pillaje de los españoles en su desenfreno de codicia y lujuria. Colón no quiso hacer una escabechina con los indios, únicos testigos, y fundó a unos 100 km otra población, La Isabela, ya importante porque se instalaron en ella los 1500 españoles que le acompañaban. Como era hombre suspicaz, dubitativo y bastante arbitrario, fue perdiendo el respeto en su entorno. No obstante, sus logros descubriendo y pacificando siguieron siendo muy importantes, gracias, en gran parte, a la eficaz colaboración de un Alonso de Ojeda que estuvo ya presente, casi desde el principio, en el débil nacimiento de las poblaciones españolas de Indias, cuyo foco inicial radicó en la isla de Santo Domingo (hoy repartida entre Haití y la República Dominicana). Habrá que tener en cuenta al leer las crónicas que la isla fue llamada La Española al ser descubierta y conservó ese nombre durante siglos.
     Ojeda siguió batallando junto a Colón, pero volvió a España con el fin de obtener una capitulación para explorar en exclusiva las costas del Caribe. Y con el apoyo de Fonseca, lo consiguió. Levó anclas en 1499, partiendo desde Cádiz. Probablemente no pudo imaginar la importancia que iban a tener dos tipos extraordinarios que llegaron bajo sus órdenes en el barco de vuelta a Las indias: AMÉRICO VESPUCIO y JUAN DE LA COSA (que repetía viaje, porque ya fue como piloto en el primero, el del gran descubrimiento).
    

     (Imagen) Con el desastre del Fuerte Navidad, Colón ‘perdió la inocencia’. No había tenido ningún conflicto con los indios desde su llegada al Nuevo Mundo, creyó que aquello era como el Paraíso Terrenal antes de lo de la manzana, y se imaginó que, mientras iba a España y volvía, no correrían peligro los 39  españoles que dejó en el poblado. Al llegar en su 2º viaje y ver el total desastre, no supo reaccionar para dar un escarmiento, como le pedían sus hombres. Miró para otro lado y decidió fundar, con 1500 españoles (entre los que destacaba la figura de ALONSO DE OJEDA), una población de verdadera importancia, La Isabela (por Isabel la Católica), que, sin embargo, duró pocos años.


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