(12) ALONSO DE OJEDA estuvo al frente de
la primera gran campaña militar de las Indias en la que se registra el nombre de Pizarro, y además, con un protagonismo muy notable. Nacido en Cuenca en 1466, era
de una familia noble con posible origen burgalés. Fue otro personaje novelesco
de vida muy azarosa, de los que salen de un lío y se meten en otro, ambicioso,
brillante y hábil (incluso con las armas), sociable pero también rencoroso,
duro en la guerra, pero piadoso cristiano, y a quien protegió pronto en España el
todopoderoso y ubicuo (nos aparece de nuevo) Juan Rodríguez de Fonseca, que
ostentaba, entre otras dignidades, las de obispo de Burgos y presidente del
Consejo de Indias. Ojeda tomó parte en la guerra de Granada y, por influencia
de Fonseca, aprovechó la oportunidad de ir a Indias con bastante mando en el
segundo viaje de Colón. Así que fue también testigo de un macabro panorama que
se encontraron al llegar; un desastre que acabó con la ingenua creencia de
Colón de que los nativos eran de una
bondad natural angélica (había llegado a defender, hasta con supuestas pruebas
geográficas, que el Paraíso Terrenal estuvo en aquellas tierras). Veamos lo que
ocurrió.
En su
primer viaje, le sucedió a Colón que su nave, la Santa María, se fue a pique
junto a la costa de La Española (isla de Santo Domingo) en un lugar donde había
poblados de indios pacíficos (como todos los que había encontrado hasta
entonces). Yáñez Pinzón, el gran piloto, andaba descubriendo por otros parajes
con la Pinta. A Colón solo le quedaba la
Niña, y, puesto que ya le urgía volver a España para contar el milagroso
encuentro de un nuevo mundo, tomó la decisión de construir un pequeño poblado
(el primero de Indias) con el maderamen del barco zozobrado, dejando allí hasta
su vuelta a 39 españoles, porque no cabían en el pequeño barco. Quedaron bajo
el mando de Diego de Arana (hermano de la que fue amante de Colón, ya viudo, hasta que él murió, Beatriz Enríquez de Arana,
una entrañable mujer con la que tuvo a su hijo Hernando Colón, un personaje también
extraordinario). Era el 25 de diciembre de 1492, y le dieron a la población el
nombre de Fuerte Navidad. Justo un año después, volvió Colón al lugar, siendo uno
de sus principales capitanes Alonso de Ojeda, y vieron que el poblado estaba
destruido. Los indios les confirmaron que todos los españoles habían sido masacrados,
se echaron la culpa unos a otros, y contaron que el desastre había sido
provocado por el pillaje de los españoles en su desenfreno de codicia y
lujuria. Colón no quiso hacer una escabechina con los indios, únicos testigos,
y fundó a unos 100 km otra población, La Isabela, ya importante porque se
instalaron en ella los 1500 españoles que le acompañaban. Como era hombre
suspicaz, dubitativo y bastante arbitrario, fue perdiendo el respeto en su entorno.
No obstante, sus logros descubriendo y pacificando siguieron siendo muy
importantes, gracias, en gran parte, a la eficaz colaboración de un Alonso de
Ojeda que estuvo ya presente, casi desde el principio, en el débil nacimiento
de las poblaciones españolas de Indias, cuyo foco inicial radicó en la isla de
Santo Domingo (hoy repartida entre Haití y la República Dominicana). Habrá que
tener en cuenta al leer las crónicas que la isla fue llamada La Española al ser
descubierta y conservó ese nombre durante siglos.
Ojeda siguió batallando junto a Colón,
pero volvió a España con el fin de obtener una capitulación para explorar en
exclusiva las costas del Caribe. Y con el apoyo de Fonseca, lo consiguió. Levó
anclas en 1499, partiendo desde Cádiz. Probablemente no pudo imaginar la
importancia que iban a tener dos tipos extraordinarios que llegaron bajo sus
órdenes en el barco de vuelta a Las indias: AMÉRICO VESPUCIO y JUAN DE LA COSA
(que repetía viaje, porque ya fue como piloto en el primero, el del gran descubrimiento).
(Imagen) Con el desastre del Fuerte
Navidad, Colón ‘perdió la inocencia’. No había tenido ningún conflicto con los
indios desde su llegada al Nuevo Mundo, creyó que aquello era como el Paraíso Terrenal
antes de lo de la manzana, y se imaginó que, mientras iba a España y volvía, no
correrían peligro los 39 españoles que
dejó en el poblado. Al llegar en su 2º viaje y ver el total desastre, no supo
reaccionar para dar un escarmiento, como le pedían sus hombres. Miró para otro
lado y decidió fundar, con 1500 españoles (entre los que destacaba la figura de
ALONSO DE OJEDA), una población de verdadera importancia, La Isabela (por
Isabel la Católica), que, sin embargo, duró pocos años.
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