miércoles, 19 de julio de 2017

(Día 437) El gran Pascual de Andagoya, iniciador de los viajes por el Pacifico, se ve obligado a renunciar a sus sueños, y quien coge el testigo es Francisco Pizarro.

     (27) Con todo lo expuesto hasta ahora, nos hemos ido acercando al inicio de LA GRAN EPOPEYA DEL PERÚ. Todavía nos queda  por ver los antecedentes inmediatos que sacaron a PIZARRO y a ALMAGRO del aburrimiento y de los pocos beneficios de la vida burguesa que habían ensayado. Todo empezó en 1513 con el descubrimiento del Pacífico, y ya vimos que Vasco Núñez de Balboa tuvo claro que  había que sacarle el máximo jugo a ese ‘nuevo’ océano lleno de promesas de gloria y riquezas, por lo que inmediatamente preparó cuatro naves, reclutó gente y se dispuso a zarpar. Pero su plan quedó truncado por la mala baba de Pedrarias, que lo decapitó. Lógicamente, otro recogería el testigo pronto: PASCUAL DE ANDAGOYA, quien se convirtió en un ejemplo más de los que en Indias hicieron grandes cosas y se quedaron a un paso de la máxima gloria: su mala suerte y las enfermedades redujeron cruelmente el balance de sus logros. Había nacido en Cuartango (Álava) hacia 1493. Llegó a Indias en la armada de Pedrarias Dávila (año 1514), vivió todas las peripecias de las campañas de guerra de este gobernador, codo con codo junto a Pizarro y Almagro, y asimismo fue uno de los fundadores de la ciudad de Panamá. Eliminado Balboa, a quien le correspondía la exclusiva de explorar por el Pacífico, su asesino Pedrarias tuvo vía libre para mandar expediciones por aquellas interminables costas. Preparó una y le confió la misión a Pascual de Andagoya, hombre responsable y humano, que hasta tuvo después el cargo (que ejerció dignamente) de Defensor de los Indios (los reyes, al menos jurídicamente, se preocuparon de ellos). Partió hacia lo totalmente desconocido costeando rumbo sur por el inmenso mar (con la inquietud de su mar interno lleno de sueños, dudas y temores). Consiguió llegar hasta la desembocadura de un gran río al que le puso el nombre (y para siempre) de San Juan. Fue, como Balboa, otro de los que peleaban con los indios pero conseguían pacificarlos sin abusar de la dureza. Hizo amistad con varios caciques y fue, gracias a ellos, el primero que tuvo la confirmación, o al menos serios indicios, de que muy a lo lejos existía un imperio fabuloso. Pidió refuerzos a Panamá para intentar seriamente llegar a conocerlo, e incluso, a someterlo. Pero ni así consiguió seguir adelante. Todo se le volvió en contra y careció de lo más fundamental para la grandiosidad de aquella empresa: la casi sobrehumana resistencia y la férrea determinación de Francisco Pizarro. Derrotado física y moralmente, Andagoya volvió a Panamá, pero sabiendo que su viaje quedaba justificado por la valiosa información que había conseguido. Se había enfermado y nunca más pudo repetir ese intento. Adelantemos que, años después, ya recuperado, tomó parte en otras campañas, con el mérito de fundar en esa misma costa, más al sur del río San Juan, la población de Buenaventura, que conserva el nombre (y parece puesto como un consuelo a sus muchos fracasos), resultando curioso que participara en la batalla de Xaquixahuana (abril de 1548), que acabó con la sublevación de Gonzalo Pizarro y con su vida,  y que fue el final de la presencia de los hermanos Pizarro en Perú (Francisco ya había muerto y Hernando estaba preso en España). En esa batalla, Andagoya, que luchaba contra Gonzalo y al servicio del rey, se fracturó una pierna, muriendo pocos días después en El Cuzco. Dejó escritas unas crónicas muy contrarias a los abusos contra los indios, y pasó a la Historia como un hidalgo ilustrado digno de mejor suerte.


     (Imagen) No vendrá mal precisar la relación histórica de los vascos con España. El Señorío de Vizcaya se unió pacíficamente a Castilla el año 1370, teniendo el rey la obligación de respetar sus fueros. En el cuadro se ve a Fernando el Católico en 1476 jurando su defensa en Guernica ante las Juntas Generales. Álava y Guipúzcoa se habían incorporado mucho antes. Ni a Pascual de Andagoya, ni a ningún otro vasco se le ocurriría poner en cuestión esa dependencia, y fueron muchos los que brillaron en la conquista de Las Indias. Cito a algunos de gran talla: Miguel López de Legazpi, Andrés de Urdaneta,  Fray Juan de Zumárraga, el terrorífico Lope de Aguirre (que fue rebelde, pero no contra España), Juan Sebastián Elcano, Francisco de Garay, Francisco de Ibarra, Domingo Martínez de Irala, Alonso de Ercilla…


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