sábado, 15 de julio de 2017

(Día 434) Por orden de Pedrarias, se ve obligado Pizarro a apresar a Balboa, su amigo y respetado jefe. Tras un proceso amañado, se le ejecuta.

     (24) Lo intentó en un primer proceso, en el que la evidencia de la suciedad de sus maniobras provocó la repulsa general y Balboa salió absuelto. Al parecer en plan sensato y como solución política, Pedrarias propuso el casamiento de su hija mayor (que se encontraba en España) con Balboa, quien estuvo de acuerdo, y, haciendo uso ya de su título de Adelantado de la Mar del Sur, preparó una expedición, construyó unas naves y se convirtió en el primero que navegó sus aguas con afán de descubrir. Y, de haber vivido lo suficiente, quién sabe si se hubiera convertido en el conquistador de Perú. Pero el voluble Pedrarias, como si padeciera una esquizofrenia paranoide, o como excusa para su criminal objetivo, empezó a atizar el rumor (completamente infundado) de que, en esa campaña, Balboa intentaba ‘alzarse’ contra él. Consiguió que se le abriera un proceso de alta traición (cuya condena implicaba la ejecución del reo). Hubo fuertes protestas, pero también colaboración y entusiastas aplausos, como la del reconcomido envidioso Martín Fernández de Enciso, quien, personalmente, fue parte acusadora en la causa.
     Pedrarias decidió apresar a Balboa y le ordenó el ‘trabajito’ a PIZARRO. Lo que quiere decir que el prestigio y el rango militar que había adquirido con Balboa, los seguía conservando, pero, ahora, bajo el mando directo del gobernador. Y quiere decir también que esa misión enturbia su historial porque los dos eran grandes amigos, aunque se supone que desobedecer le habría costado la cabeza. Tuvo que dolerle mucho a Balboa esa situación, y las crónicas lo recogen: “¿Qué es esto, Francisco Pizarro? –dijo Balboa-, no solíades vos así salirme a rescebir”. Pizarro no respondió nada. Se limitó a apresarle. Misión cumplida como una dolorosa e inevitable fatalidad, igual que en las tragedias griegas.
     Porque se sabía que aquello iba a ser una tragedia. Junto a Balboa fueron apresados otros ‘rebeldes’ (entre ellos, como ya anticipé, Andrés de Valderrábano, el escribano que levantó acta del descubrimiento y de la toma de posesión de la Mar del Sur). La patraña se impuso y fueron condenados a muerte, sin que las numerosas protestas sirvieran de nada. Se dio la tragicómica situación de que Pedrarias había presionado a Gaspar de Espinosa para que dictara la pena capital, pero, como era partidario de la absolución o de remitir el proceso a la Corte, se negó a hacerlo, a no ser que se lo ordenara por escrito. ¡Y Pedrarias lo hizo!, dejando para la historia documento escrito de semejante vileza.
    Al atardecer de un día impreciso de enero de 1519, Balboa murió decapitado junto a otros cuatro ‘conspiradores’, soportando el trance con la mayor dignidad. El clérigo Rodrigo Pérez se libró por serlo, ya que quitarle la vida a un sacerdote era tema tabú. Y hubo un soldado, Andrés Garabito, que salvó el pellejo tras testificar contra Balboa por puro odio. Había ocurrido anteriormente que el tramposo Garabito intentó conseguir los favores de la indígena Anayansi, la compañera de Balboa; ella le rechazó y se lo contó a su ‘adorado’, quien, lleno de ira, le echó una bronca monumental a Garabito, algo que este, verde de celos y humillado, jamás le perdonó a su jefe.
     Y mientras transcurrió la vergonzosa ejecución, la sombra siniestra de Pedrarias, escondida en una choza próxima, contemplaba a través de las rendijas, con turbios ojos, la escena del crimen.


     (Imagen) La ejecución de Vasco Núñez de Balboa, cuando tenía solamente unos 44 años, fue un verdadero asesinato, y truncó el espléndido porvenir que le ofrecía la vida. Su pueblo natal, Jerez de los Caballeros (Badajoz), estaba tan lleno de historia que su nombre viene de los caballeros templarios; no es extraño que soñara con grandes cosas. Era hidalgo pobre, pero con buena educación; sirvió como paje a Pedro Portocarrero, señor de Moguer, y allí pudo contemplar los preparativos del primer viaje de Colón; llegó a Indias el año 1500, con un carácter afable y valiente. El nombre de Vasco era frecuente en Portugal (lo sigue siendo) y en Galicia, de donde procedía su familia, como la del gran Vasco de Quiroga. Quizá Vasco y Velasco sean equivalentes, dando origen a los apellidos Vázquez y Velázquez.


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