(24) Lo intentó en un primer proceso, en el
que la evidencia de la suciedad de sus maniobras provocó la repulsa general y
Balboa salió absuelto. Al parecer en plan sensato y como solución política,
Pedrarias propuso el casamiento de su hija mayor (que se encontraba en España)
con Balboa, quien estuvo de acuerdo, y, haciendo uso ya de su título de Adelantado
de la Mar del Sur, preparó una expedición, construyó unas naves y se convirtió
en el primero que navegó sus aguas con afán de descubrir. Y, de haber vivido lo
suficiente, quién sabe si se hubiera convertido en el conquistador de Perú. Pero
el voluble Pedrarias, como si padeciera una esquizofrenia paranoide, o como
excusa para su criminal objetivo, empezó a atizar el rumor (completamente
infundado) de que, en esa campaña, Balboa intentaba ‘alzarse’ contra él.
Consiguió que se le abriera un proceso de alta traición (cuya condena implicaba
la ejecución del reo). Hubo fuertes protestas, pero también colaboración y entusiastas
aplausos, como la del reconcomido envidioso Martín Fernández de Enciso, quien,
personalmente, fue parte acusadora en la causa.
Pedrarias decidió apresar a Balboa y le
ordenó el ‘trabajito’ a PIZARRO. Lo que quiere decir que el prestigio y el
rango militar que había adquirido con Balboa, los seguía conservando, pero,
ahora, bajo el mando directo del gobernador. Y quiere decir también que esa
misión enturbia su historial porque los dos eran grandes amigos, aunque se
supone que desobedecer le habría costado la cabeza. Tuvo que dolerle mucho a
Balboa esa situación, y las crónicas lo recogen: “¿Qué es esto, Francisco
Pizarro? –dijo Balboa-, no solíades vos así salirme a rescebir”. Pizarro no
respondió nada. Se limitó a apresarle. Misión cumplida como una dolorosa e
inevitable fatalidad, igual que en las tragedias griegas.
Porque se sabía que aquello iba a ser una
tragedia. Junto a Balboa fueron apresados otros ‘rebeldes’ (entre ellos, como
ya anticipé, Andrés de Valderrábano, el escribano que levantó acta del
descubrimiento y de la toma de posesión de la Mar del Sur). La patraña se
impuso y fueron condenados a muerte, sin que las numerosas protestas sirvieran
de nada. Se dio la tragicómica situación de que Pedrarias había presionado a
Gaspar de Espinosa para que dictara la pena capital, pero, como era partidario
de la absolución o de remitir el proceso a la Corte, se negó a hacerlo, a no
ser que se lo ordenara por escrito. ¡Y Pedrarias lo hizo!, dejando para la
historia documento escrito de semejante vileza.
Al atardecer de un día impreciso de enero
de 1519, Balboa murió decapitado junto a otros cuatro ‘conspiradores’,
soportando el trance con la mayor dignidad. El clérigo Rodrigo Pérez se libró
por serlo, ya que quitarle la vida a un sacerdote era tema tabú. Y hubo un
soldado, Andrés Garabito, que salvó el pellejo tras testificar contra Balboa
por puro odio. Había ocurrido anteriormente que el tramposo Garabito intentó
conseguir los favores de la indígena Anayansi, la compañera de Balboa; ella le
rechazó y se lo contó a su ‘adorado’, quien, lleno de ira, le echó una bronca
monumental a Garabito, algo que este, verde de celos y humillado, jamás le
perdonó a su jefe.
Y mientras transcurrió la vergonzosa
ejecución, la sombra siniestra de Pedrarias, escondida en una choza próxima,
contemplaba a través de las rendijas, con turbios ojos, la escena del crimen.
(Imagen) La ejecución de Vasco Núñez de
Balboa, cuando tenía solamente unos 44 años, fue un verdadero asesinato, y
truncó el espléndido porvenir que le ofrecía la vida. Su pueblo natal, Jerez de
los Caballeros (Badajoz), estaba tan lleno de historia que su nombre viene de
los caballeros templarios; no es extraño que soñara con grandes cosas. Era
hidalgo pobre, pero con buena educación; sirvió como paje a Pedro Portocarrero,
señor de Moguer, y allí pudo contemplar los preparativos del primer viaje de
Colón; llegó a Indias el año 1500, con un carácter afable y valiente. El nombre
de Vasco era frecuente en Portugal (lo sigue siendo) y en Galicia, de donde
procedía su familia, como la del gran Vasco de Quiroga. Quizá Vasco y Velasco
sean equivalentes, dando origen a los apellidos Vázquez y Velázquez.
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