(18) Uno de los fundadores y de los
alcaldes de esa primera población del continente americano era entonces VASCO
NÚÑEZ DE BALBOA (otro extremeño, nacido hacia 1475 en Jerez de los Caballeros,
Badajoz), el temerario y afortunado descubridor del Pacífico, del que habrá que
contar pronto algo por su gran relieve y porque le veremos al lado de Pizarro
tres veces, dos de las cuales fueron de gran dramatismo, una gloriosa y otra
bien triste. Nicuesa se presentó ante los pobladores de Santa María de la
Antigua para anularles la posesión, que, oficialmente, le correspondía a él (aunque
la situación jurídica era confusa), pero no era hombre con habilidades
políticas, quiso actuar a la brava y salió trasquilado, teniendo que resignarse
a subir, con 17 acompañantes, a una precaria nave rumbo a Santo Domingo, que se
perdió para siempre durante el trayecto. Además de Balboa, todos los habitantes
de Santa María de la Antigua habían forzado la salida de Nicuesa, y, entre
ellos, alguien que más tarde fue enemigo acérrimo del propio Balboa y que
también le complicó la vida a Pizarro (¡en 1528!), el licenciado y escritor de
origen sevillano MARTÍN FERNÁNDEZ DE ENCISO, del que se diría que vivió
atormentado por la envidia y el rencor. Ya le veremos ‘en acción vengativa’
(aunque no se le podrá negar los méritos que también tuvo).
OJEDA, por su parte, que se había asociado
precisamente con Enciso, iba a demostrar una vez más que era algo atrabiliario
y precipitado en sus actuaciones. Vamos a seguirle la pista (con un
cinematográfico ‘flashback’) un poco antes de la tragedia de Nicuesa. Se dedicó
a explorar por la zona de Darién (litoral de Colombia), que era parte de su
demarcación, al frente de una tropa en la que (ojo al dato) iba también nuestro
prohombre FRANCISCO PIZARRO, sin que sepamos cómo llegó a enrolarse ni cuáles
fueron sus andanzas (sin duda agitadas) durante los seis años que habían pasado
desde su desembarco en Indias. En la misma costa, aparecieron los nativos con
clara intención de atacar. También da la casualidad de que, entre los soldados
españoles, iba Juan de la Cosa (que lo mismo hacía planos que se liaba a
espadazos) y le aconsejó a Ojeda que los evitara porque él sabía que utilizaban
flechas mortalmente envenenadas. Pero Ojeda, con el valor y la autoestima a
tope, mandó insensatamente arremeter contra los indios. Fue un desastre en el
que nuestro sensato y valioso Juan de la Cosa perdió la vida, como otros muchos
soldados. El resto, entre los que hay que contar a Ojeda y a Pizarro (que
inició su largo recorrido de supervivencias milagrosas, hasta que, ya anciano,
la suerte le abandonara), se salvaron gracias a que llegó en su auxilio por mar
el infortunado Nicuesa, quien, aunque no se llevaba bien con Ojeda, tuvo el
noble gesto de socorrerlo.
Pero
Ojeda la lio de nuevo. ¿Osadía? ¿Mal cálculo? ¿Fatalidad? Volvió a la costa
Colombiana con unos 300 hombres (Pizarro incluido). Fundó en el golfo de Urabá
la villa de San Sebastián, que habría sido la primera de Indias si no fuera por
su desastroso y rápido final. Era una zona insalubre y rodeada de amenazantes
indios. Los españoles morían sin freno y, cuando solo quedaban solamente 50
(Las Indias eran una trituradora), Ojeda aprovechó el paso de un barco pirata
para buscar una solución. Partió a bordo hacia Santo Domingo para conseguir
refuerzos y dejó al mando de la tropa a Pizarro. Lo que demuestra dos cosas del
futuro sometedor de los incas: su resistencia física y la capacidad de
liderazgo que iba demostrando. Pizarro tenía la orden de esperarle a Ojeda sin
abandonar la ‘villa’ durante, por lo menos, cincuenta días. Pero no volvió en
ese plazo (ni nunca), por lo que Pizarro decidió salir de aquel infierno
aprovechando una ayuda inesperada. Enciso, el socio de Ojeda, enterado de
aquella desesperada situación, se presentó a tiempo de sacarlos de aquel
infierno.
(Imagen) El mapa ofrece mucho contenido
histórico. El centro administrativo de las tierras de Indias fue, durante mucho
tiempo, La Española. Muerto Colón, el virrey fue su hijo Diego, muy alabado por
el exigente Bartolomé de las Casas. Para establecer un control judicial (y
limitar los poderes de Diego), Fernando el Católico creó la Audiencia de Sto.
Domingo en 1511. Envió tres magistrados, uno de ellos era el corrupto Juan
Ortiz de Matienzo, sobrino de Sancho, para quien, a su vez, el rey consiguió
del Papa la abadía de Jamaica. Nicuesa y Ojeda se repartieron las gobernaciones
de Castilla de Oro y Nueva Andalucía. San Sebastián de Urabá fue fundada por
Ojeda, pero desapareció pronto. Sta. María de la Antigua la fundó Balboa.
Nicuesa reclamó ese territorio, lo expulsaron en un barco y desapareció en un
naufragio.
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