sábado, 8 de julio de 2017

(Día 428) Pizarro aparece incorporado a dos fracasadas empresas de Alonso de Ojeda. Muerte de Juan de la Cosa. Muerte posterior de Diego de Nicuesa.

     (18) Uno de los fundadores y de los alcaldes de esa primera población del continente americano era entonces VASCO NÚÑEZ DE BALBOA (otro extremeño, nacido hacia 1475 en Jerez de los Caballeros, Badajoz), el temerario y afortunado descubridor del Pacífico, del que habrá que contar pronto algo por su gran relieve y porque le veremos al lado de Pizarro tres veces, dos de las cuales fueron de gran dramatismo, una gloriosa y otra bien triste. Nicuesa se presentó ante los pobladores de Santa María de la Antigua para anularles la posesión, que, oficialmente, le correspondía a él (aunque la situación jurídica era confusa), pero no era hombre con habilidades políticas, quiso actuar a la brava y salió trasquilado, teniendo que resignarse a subir, con 17 acompañantes, a una precaria nave rumbo a Santo Domingo, que se perdió para siempre durante el trayecto. Además de Balboa, todos los habitantes de Santa María de la Antigua habían forzado la salida de Nicuesa, y, entre ellos, alguien que más tarde fue enemigo acérrimo del propio Balboa y que también le complicó la vida a Pizarro (¡en 1528!), el licenciado y escritor de origen sevillano MARTÍN FERNÁNDEZ DE ENCISO, del que se diría que vivió atormentado por la envidia y el rencor. Ya le veremos ‘en acción vengativa’ (aunque no se le podrá negar los méritos que también tuvo).
     OJEDA, por su parte, que se había asociado precisamente con Enciso, iba a demostrar una vez más que era algo atrabiliario y precipitado en sus actuaciones. Vamos a seguirle la pista (con un cinematográfico ‘flashback’) un poco antes de la tragedia de Nicuesa. Se dedicó a explorar por la zona de Darién (litoral de Colombia), que era parte de su demarcación, al frente de una tropa en la que (ojo al dato) iba también nuestro prohombre FRANCISCO PIZARRO, sin que sepamos cómo llegó a enrolarse ni cuáles fueron sus andanzas (sin duda agitadas) durante los seis años que habían pasado desde su desembarco en Indias. En la misma costa, aparecieron los nativos con clara intención de atacar. También da la casualidad de que, entre los soldados españoles, iba Juan de la Cosa (que lo mismo hacía planos que se liaba a espadazos) y le aconsejó a Ojeda que los evitara porque él sabía que utilizaban flechas mortalmente envenenadas. Pero Ojeda, con el valor y la autoestima a tope, mandó insensatamente arremeter contra los indios. Fue un desastre en el que nuestro sensato y valioso Juan de la Cosa perdió la vida, como otros muchos soldados. El resto, entre los que hay que contar a Ojeda y a Pizarro (que inició su largo recorrido de supervivencias milagrosas, hasta que, ya anciano, la suerte le abandonara), se salvaron gracias a que llegó en su auxilio por mar el infortunado Nicuesa, quien, aunque no se llevaba bien con Ojeda, tuvo el noble gesto de socorrerlo.
     Pero Ojeda la lio de nuevo. ¿Osadía? ¿Mal cálculo? ¿Fatalidad? Volvió a la costa Colombiana con unos 300 hombres (Pizarro incluido). Fundó en el golfo de Urabá la villa de San Sebastián, que habría sido la primera de Indias si no fuera por su desastroso y rápido final. Era una zona insalubre y rodeada de amenazantes indios. Los españoles morían sin freno y, cuando solo quedaban solamente 50 (Las Indias eran una trituradora), Ojeda aprovechó el paso de un barco pirata para buscar una solución. Partió a bordo hacia Santo Domingo para conseguir refuerzos y dejó al mando de la tropa a Pizarro. Lo que demuestra dos cosas del futuro sometedor de los incas: su resistencia física y la capacidad de liderazgo que iba demostrando. Pizarro tenía la orden de esperarle a Ojeda sin abandonar la ‘villa’ durante, por lo menos, cincuenta días. Pero no volvió en ese plazo (ni nunca), por lo que Pizarro decidió salir de aquel infierno aprovechando una ayuda inesperada. Enciso, el socio de Ojeda, enterado de aquella desesperada situación, se presentó a tiempo de sacarlos de aquel infierno.


     (Imagen) El mapa ofrece mucho contenido histórico. El centro administrativo de las tierras de Indias fue, durante mucho tiempo, La Española. Muerto Colón, el virrey fue su hijo Diego, muy alabado por el exigente Bartolomé de las Casas. Para establecer un control judicial (y limitar los poderes de Diego), Fernando el Católico creó la Audiencia de Sto. Domingo en 1511. Envió tres magistrados, uno de ellos era el corrupto Juan Ortiz de Matienzo, sobrino de Sancho, para quien, a su vez, el rey consiguió del Papa la abadía de Jamaica. Nicuesa y Ojeda se repartieron las gobernaciones de Castilla de Oro y Nueva Andalucía. San Sebastián de Urabá fue fundada por Ojeda, pero desapareció pronto. Sta. María de la Antigua la fundó Balboa. Nicuesa reclamó ese territorio, lo expulsaron en un barco y desapareció en un naufragio.


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