(23) Cuando descubrió el entonces llamado
Mar del Sur, Balboa emprendió el camino de regreso hacia Santa María la
Antigua, largo viaje que fue muy lento y agotador porque siguieron batallando y
negociando con los indios de forma muy provechosa. Balboa tenía la rara habilidad
de ir dejando tras de sí las tierras pacificadas y a los indios dispuestos
a depender de las autoridades de España.
Lo que no sabía era que, un mes antes, el rey ya le había destituido de sus
cargos y nombrado en su lugar a Pedrarias. Cuando entró Balboa en Santa María
la Antigua, los vecinos le recibieron apoteósicamente por la importancia del
descubrimiento y por las riquezas obtenidas. No había muerto ni uno solo de sus
hombres (algo milagroso), aunque todos tenían un aspecto patético por el terrible
cansancio de los padecimientos y enfermedades que sufrieron durante cuatro
meses y medio. Pero el golpe de una injusta y gran decepción cayó de inmediato
sobre Balboa.
Se encontraba en la población un naviero
bilbaíno llamado Pedro de Arbolancha, a quien el rey había enviado desde España
para que, disimuladamente, confirmara si tenían base las acusaciones que había
recibido sobre Balboa. El vasco no solo comprobó que eran falsas y
tendenciosas, sino también que, con sus pocos medios, había hecho maravillas en
toda la zona de Panamá, por lo que se hicieron muy amigos de inmediato. Pero
Arbolancha era también portador de la peor noticia para Balboa: su destitución
y la preparación de una gran armada que llegaría bajo el mando de Pedrarias, el
nuevo gobernador. Balboa, desesperado, le confió a Arbolancha la misión de
llevarle dos cartas de autodefensa al rey y el ‘quinto real’ (la quinta parte
del tesoro obtenido, que había que entregarle obligatoriamente). Desgraciadamente,
cuando llegó a destino Arbolancha, ya hacía cuatro meses que había zarpado
Pedrarias. Sin embargo, con una leal y convincente defensa de Balboa, consiguió
bastante del rey para su amigo, aunque no todo lo que merecía el hombre que
había encontrado la puerta del Pacífico y conquistado con cordura, sufrimiento
y valor tantas tierras: le otorgó el título de Adelantado de la Mar del Sur y el
de Gobernador de Panamá. No obstante, la mano negra del obispo Fonseca, para
proteger las prerrogativas de su despótico amigo, había logrado del rey (deseoso
de complacer a todos) que la autoridad de los títulos de Balboa estuviera
supeditada a las órdenes directas del retorcido gobernador Pedrarias. Era lo
nunca visto: un gobernador bajo el mando de otro gobernador, como si este fuera
un virrey. La Fortuna dejaba de mimar al triunfante descubridor y empezaba a
pasarle la soga por el cuello.
Estos títulos de Balboa tardaron mucho en
llegar. El que sí se presentó pronto en Nuestra Señora la Antigua fue Pedrarias,
emborrachado de altivez con su apabullante armada de 5 barcos y 1.500 hombres.
Se mostró prepotente y soberbio para ‘arrugar’ a Balboa. No era necesario: con
mucho sentido común, el glorioso descubridor le hizo todos los honores al viejo
cascarrabias y se puso de inmediato a sus órdenes (aunque tampoco perdía la
esperanza de que el rey atendiera la reclamación escrita que le había enviado).
Los recién llegados se decepcionaron al ver la modestia del lugar, y surgió un
tremendo problema por falta de medios y de espacio para acoger a tanta gente.
El hambre y las enfermedades diezmaron a la población. Este drama y la ambición
de Pedrarias dieron origen a muchas salidas de conquista, en las que se
produjeron casos de extrema crueldad con los indios, nunca castigada, trayendo como
consecuencia la ruina total de la magnífica labor de pacificación que había hecho
Balboa, a quien Pedrarias quiso eliminar desde el mismo momento en que llegaron
las cartas del rey con los nombramientos que le otorgaba al gran descubridor
(no le bastaba tenerlo supeditado a su mando).
(Imagen) A los Reyes Católicos todo les
salió bien, menos durante los últimos años de sus vidas. Tuvieron que sufrir
muchos problemas familiares. Se diría que Fernando fue dando tumbos desde la
muerte de Isabel. Se casó en seguida con Germana de Foix (36 años más joven).
Tuvo intermitentemente la regencia de Castilla, y uno de sus graves errores fue
confiarle a un anciano sátrapa el mando de la mayor flota enviada a Indias y
destituirle a Balboa, para luego devolverle los poderes, pero atado de pies y
manos bajo la autoridad de Pedrarias Dávila, quien, finalmente, consiguió lo
que quería: cortarle la cabeza. Cuesta creerlo, pero Pedrarias no sufrió ningún
castigo por ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario