(26) Da la impresión de que, por su parte,
Pizarro intentó un cambio radical en su vida, pues, además de ejercer cargos en
el ayuntamiento (llegó a ser alcalde), se estableció como encomendero de indios
(a los que se les pagaba una miseria), convertido en un terrateniente dedicado
a la ganadería. Pero es difícil imaginarle sin seguir batallando de alguna
manera, aunque solo fuera en escaramuzas de baja intensidad. Es de suponer que,
tras 16 años en Indias, se habría convertido en un hombre bastante rico y que
le tentaría, además, la idea de descansar de tantas fatigas y peligros. Le dio
tan fuerte el sueño empresarial que se unió a un socio capitalista (no se
imaginaban que otra ‘empresa’ les iba a abducir en un torbellino huracanado que
les arrastraría hasta la gloria y la tragedia).
El socio de Pizarro fue DIEGO DE ALMAGRO,
¡también analfabeto!, y quien de igual manera, a pesar de ello, llegaría a ser
después un gran conquistador en la campaña de Perú, aunque con mucho menos
fortuna y capacidad de liderazgo que su compañero, pero demostrando ser un
magnífico y sacrificado colaborador. Ahora los vemos en Panamá intentando sacar
adelante su negocio rural, pero van a seguir después mano a mano en la odisea
de Perú, que, al final, les costará a los dos la amistad, y, como consecuencia
directa de esa ruptura, la muerte al estilo fatal de las tragedias griegas.
Diego había nacido en Almagro (Ciudad Real)
hacia el año 1477, siendo, por tanto, los dos más o menos de la misma ‘quinta’.
Otra coincidencia era su condición de bastardos, aunque más traumática la suya porque
su padre, Juan de Montenegro, no quiso darle su apellido, y la familia de su madre
lo cuidó, pero apartándolo de ella. Con unos quince años, marchó a Sevilla sin
ninguna ayuda, pero consiguió salir adelante y consta que fue criado del
alcalde de la ciudad, don Luis de Polanco.
Se supone que, aunque fuera prosperando, tendría una vida azarosa,
puesto que acuchilló a alguien en una pelea y se vio obligado a ‘desaparecer’. Ya
vimos que llegó a Indias en 1514, incorporado a la gran armada de Pedrarias
Dávila. Desde ese momento, conoció a Pizarro y trabaron una sólida amistad
guerreando como capitanes bajo el mando único del temible gobernador. Siendo buenos
compañeros de armas e igualmente beneficiados por los botines de guerra, no es
extraño que aprovecharan su más pacífica residencia en Panamá para asociarse en
la explotación agrícola-ganadera. En general, se le reconocieron a Almagro
muchos méritos, y, aunque no fuera así, basta contemplar su constante desvelo
al servicio de la buena marcha de la empresa
de Perú, capitaneada por Pizarro, para saber que aguantó lo indecible en
esfuerzos y sacrificios, haciéndolo todo con rapidez y competencia, y hasta se
diría que con más paciencia que el santo Job. Físicamente, lo describieron como
pequeño, feo y tuerto (lo hirieron los indios en un enfrentamiento), pero se le
tenía aprecio tanto como buen soldado como por ser hombre sencillo y generoso.
Los numerosos viajes de ida y vuelta que hizo desde Panamá, para llevar
provisiones a la tropa de Pizarro camino de Perú, le impidieron estar presente
en el momento ‘cumbre’ del apresamiento de Atahualpa. Su fatal destino de estar
siempre en segundo plano tras el brillo solar de Pizarro, ha borrado parte de
sus logros, como el no pequeño de haber sido el descubridor de las tierras de
Chile.
(Imagen) Qué poco reconocido está Diego de
Almagro. Fue una figura trágica en sus fracasos y en su muerte. Pero también un
perdedor al que hay que reconocerle sus enormes méritos. En noviembre de 1515 ya
iba al mando de 260 nombres para fundar Acla, y, para no variar, se llevó la
gloria Gaspar de Espinosa porque Almagró enfermó. Pensando en conseguir un
triunfo propio sin depender de Pizarro, partió hacia Chile con un poderoso
ejército. Entró triunfante en Copiapó, pero pronto decidió regresar porque no
encontró las riquezas soñadas, y la vuelta fue un terrible calvario. Para
resarcirse, le disputó a Pizarro El Cuzco. Fue la puntilla para los dos. Su
hijo era mestizo, se llamaba también Diego de Almagro y tuvo tan mala suerte
como él.
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