(16) Dicho todo esto, subamos de nuevo a
la nave en la que navegaban (“araban el mar” decían ellos) Ojeda, Juan de la
Cosa y Vespucio. No les interesaba establecerse en lo ya descubierto, sino
trazar el rumbo hacia lo desconocido, más al sur por el Caribe, y así se dieron
de bruces con la desconocida costa venezolana, lo que les permitió ir
explorando, por tierra y mar, el largo trayecto de ida y vuelta que les
llevaría otra vez a lo familiar, La Española, donde, sin embargo, fueron mal
recibidos por los partidarios de la familia de Colón, considerando que habían
recorrido un territorio reservado para ellos. Ojeda, Juan de la Cosa y Vespucio
volvieron a España el año 1500 con algunos esclavos y un cargamento de palo de
Brasil (un árbol muy apreciado por su tinte rojo). Allí mismo, en Cádiz, y nada
más llegar, fue cuando, como dije, Juan de la Cosa hizo un primoroso y muy
técnico trabajo cartográfico con los datos que había recogido durante la
expedición y con otras informaciones que consiguió ‘a lo detective’. Hizo con
tanta profesionalidad el mapa que, sin temor a las críticas, se atrevió a
dibujar Cuba como una isla (recordemos que el año 1494, en su segundo viaje,
Colón había obligado a jurar a todos, incluso a Juan de la Cosa, que se trataba
de una península del continente asiático). Pedro Mártir de Anglería (diré enseguida
quién fue) se presentó en cierta ocasión en el despacho del obispo Fonseca
(probablemente en Valladolid) y dio a entender después que había visto allí
este maravilloso plano. El dato es importante porque da fe de su antigüedad, pero
también porque explica el hecho de que Sancho Ortiz de Matienzo fue un
funcionario ‘intocable’ que pudo permanecer fijo durante casi 20 años (hasta
que murió en 1521) al frente de la Casa de Contratación de Indias de Sevilla.
El obispo Fonseca y él se habían conocido en 1490 por ser los dos entonces
canónigos de la catedral de Sevilla. Fonseca luego voló alto, muy alto, en la
jerarquía eclesiástica y, en el poder civil, se convirtió en la mano derecha de
los Reyes Católicos para los asuntos de Indias. El gran Fonseca necesitó
alguien de su total confianza para controlar la Casa de Contratación y escogió
a Sancho, quien tuvo que resultarle sumamente eficaz y fiable (supongo que,
especialmente, en los asuntos más turbios), pues no sería nada fácil contentar
a un obispo tan irascible. Es, pues, de suponer que Juan de la Cosa depositó el
glorioso mapa en la Casa de Contratación y Fonseca le dio orden a Sancho de
remitírselo.
¿Y quién fue PEDRO MÁRTIR DE ANGLERÍA? Me
es imposible pasar de largo sin contar
algo de él porque es otro personaje de
novela y muy valioso como cronista de Indias. Pedro Mártir (era su
nombre, tomado del santo del siglo XIII Pedro Mártir de Verona) fue otra de las
figuras peculiares, en cuanto a la variedad de sus cualidades, que tanto
abundaron en el entorno de Indias. Hombre sin duda simpático y de gran cultura
clásica, hizo una rápida y brillante carrera por su atractivo personal y sus
amplios conocimientos. Nacido en Arona el año 1457, cerca de Milán, le trajo a
España en 1487 el embajador ante el Vaticano Íñigo López de Mendoza cuando el
asedio a Granada se acercaba a su fin, y los reyes quedaron tan prendados de
Pedro Mártir como el ilustre aristócrata, dándole pronto cargos bien remunerados.
Se hizo clérigo y llegó a ser capellán de la piadosa Isabel la Católica hasta
que ella murió en 1504. El rey Fernando le confió varias delicadas misiones
como embajador suyo. Una de ellas ocurrió el año 1501, con el encargo de
presentarse ante el sultán de Egipto pidiéndole que, a cambio de un buen
rescate, no forzara a los cristianos a hacerse musulmanes ni los tratara con
rigor. La verdad es que el ‘trabajito’ tenía su miga.
Su gran curiosidad le hizo estar muy
atento a todo lo que sucedía en Indias. Conoció a Colón antes de su primer
viaje, y se refería a él como “varón de Liguria”, que es la provincia de
Génova. Opino que no puede haber prueba más clara del lugar de origen del
Almirante, teniendo en cuenta que Pedro Mártir era un hombre muy inteligente y
que tenía que conocer a sus compatriotas hasta por el olor. Se fue haciendo un
especialista en el tema y dio cuenta de los detalles de la fantástica historia
del Nuevo Mundo en las numerosas cartas, más de 800, que escribió
principalmente para mandarlas a Italia, muchas de ellas para los papas. El rey,
visto el percal, lo introdujo en el Consejo de Indias y le nombró su cronista
titular. Por su forma de narrar, amena, con sentido del humor y sin grandes
pretensiones, se le ha llamado “el primer periodista de la historia de América”
(que el Señor lo bendiga por su falta de solemnidad). Su
obra “De orbe novo” (quizá sin pretenderlo, inventó lo de ‘Nuevo Mundo’) está
considerada como la primera crónica de Indias. Falleció en 1526, dejando un
buen recuerdo de su paso por esta vida. Fue prácticamente coetáneo de Sancho
Ortiz de Matienzo. Sin duda se conocerían bien, y ambos vivieron empapados de
vivencias relacionadas con las Indias y con sus protagonistas, teniendo también
proximidad a los reyes, mayor en el caso de Pedro Mártir, y, curiosamente,
rematando los dos sus biografías siendo abades de Jamaica. La abadía (en
realidad obispado) fue creada por el papa a petición del rey Fernando, que
quiso premiar a Sancho, quien, por otra parte, jamás tuvo que poner el pie en
la isla (tampoco Pedro Mártir) puesto que fue un cargo honorífico (y rentable),
aunque también consta que, desde la distancia, vigiló la asistencia religiosa y
procuró beneficiar a sus habitantes. La
gran diferencia entre los dos fue su distinto carácter, como de la noche al
día, lo que repercutió en sus profesiones. Ambos, clérigos, pero Sancho un serio
y buen profesional como funcionario del rey, y, Pedro Mártir, un extrovertido
con enormes ganas de conocer cosas y de contarlas. Los dos tuvieron delante de
sus ojos el hervidero de la epopeya de Indias, pero solo el italiano sintió el
impulso irreprimible de darla a conocer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario