(35) Visto que casi todas las tierras del
interior eran infernales, y que en el poblado de San Juan no se estaba tan mal,
reorganizaron una vez más el programa: Almagro iría de nuevo a Panamá en busca de más hombres y provisiones
(seguro que no faltarían venenosos que le tomaran el pelo por tanto viajecito
de vuelta), el grueso de la tropa se quedaría esperando, y, como tenían otro
barco, lo mandarían a descubrir por el litoral aún desconocido.
Acto seguido, Cieza, contradiciendo esta
vez el comentario de Kirkpatrik sobre el estilo austero de los cronistas, hace
una reflexión sobre el estremecimiento y el orgullo patriótico que le produce
lo que va recordando de esta epopeya: “Pizarro pasó tanto en este
descubrimiento que, por parecerme no saber encarecerlo lo suficiente, pasaré
adelante dejándolo para quien sea más competente, aunque no dejaré de decir que
solo españoles pudieron pasar lo que estos pasaron”.
Lo que cuadra perfectamente con el dato
escalofriante que aporta el cronista (y protagonista) Francisco de Xerez,
haciendo un balance de todo el tiempo que tardó Pizarro en volver a Panamá: “Anduvieron
tres años pasando grandes trabajos, hambres y fríos; y murió de hambre la mayor
parte dellos, que no quedaron vivos sino cincuenta”. En realidad, habían muerto
160; los 50 supervivientes eran el resto de los que salieron al inicio más los
que se incorporaron después. Por supuesto, el calvario iba a continuar cuando
Pizarro hizo su último y definitivo viaje, el de la derrota de los incas.
Y atención al piloto que gobernaba el
navío que se puso en marcha rumbo al sur: BARTOLOMÉ RUIZ. Su indiscutible
grandeza quedó oscurecida por la deslumbrante gloria de Pizarro. La primera vez
que lo menciona Cieza indica que acompañaba a Almagro en el barco que acababa
de llegar desde Panamá. Hace de él un
mínimo comentario, pero muy elogioso: “Su piloto era Bartolomé Ruiz, que mucho
había servido, y mucho sirvió después”. Había nacido en Moguer (Huelva) el año
1482. Por allí andaría a los diez años viendo con asombro la construcción de
las naos de Colón y su salida hacia un horizonte desconocido y temible, quizá
infinito o con un límite que fuera un despeñadero hacia los abismos siderales; sería
también uno más de los que se convirtieron en marineros en ese puerto con la adolescencia
recién estrenada. Con ese aprendizaje, se trasladó a Indias en una fecha
imprecisa, pero, sin duda, para ejercer como experto piloto. Consta que fue de
los primeros que navegaron por el litoral del Pacífico recién descubierto, bajo
las órdenes de LORENZO DE ALDANA, a quien también vamos a encontrar repetidas
veces y con gran protagonismo en las andanzas del Perú, dando la casualidad de
que, hacia 1536, tuvo, como soldado bajo sus órdenes, precisamente a nuestro
cronista guía, Pedro Cieza de León. La veteranía marinera de Bartolomé lo
convirtió, además, en cartógrafo, siendo el primero que dibujó el mapa de la
costa panameña del Pacífico. Estuvo al lado de Pizarro desde el principio de su
aventura, yendo a su lado como piloto ya en la primera salida de Panamá. Por si
fueran poco estos méritos, hay que añadir su coraje y valentía con las armas y
algo que (como veremos) habría
aumentado aún más su prestigio: se ofreció a Pizarro para quedarse junto a él
con ‘los 13 de la fama’ que no le abandonaron cuando el resto de la tropa tiró la toalla y se volvió a Panamá, pero no
se lo permitió, ordenándole que también él se marchara para que defendiera su
causa ante el gobernador Pedro de los Ríos. Murió en 1533, tras la conquista de
Perú, premiado con honores y cargos, aunque algo dolido por haberle sido negado
el título de Alguacil Mayor de aquellas tierras. Pero sigámosle ahora en su
travesía.
(Imagen) El hecho de que Pizarro le
enviara a Almagro a Panamá (como siempre, en ansiosa busca de provisiones y más
hombres, porque, con tantos muertos, de todo se iban quedando escasos),
mientras la tropa descansaba esperando su vuelta, y le confiara a Bartolomé
Ruiz la misión de seguir con la otra nave alcanzando nuevas tierras rumbo al
sur, hizo que este magistral piloto se convirtiera en el primer descubridor de
un enorme tramo de la costa que llevaba hacia Perú. Incluso traspasó la línea
equinoccial de Ecuador. No es extraño que, sin necesidad de que aportara
capital, Pizarro, Almagro y Luque le dieran, por su enorme valía, la categoría
de socio en su empresa. En el mapa, en rojo, los casi 900 km de costa que
ningún español había visto hasta que la recorrió Bartolomé Ruiz.
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