(25)
Todo parece indicar que, a partir de ese negro momento, la vida de PIZARRO tomó
otro rumbo. Por un tiempo, siguió bajo las órdenes del despótico Pedrarias,
quien, a pesar de su caótico mandato, tuvo la virtud de demostrar un gran
espíritu emprendedor, doblemente meritorio si tenemos en cuenta su avanzada
edad (el resistente dictador murió en 1531, contando unos 90 años), no descansó
ni un instante y correteó toda su demarcación (ahora más amplia tras caer en
sus manos la del difunto Balboa). Voy a recordar, de paso, otra prueba del
carácter implacable del irascible anciano, de la que nos habló Bernal Díaz del
Castillo. El año 1526, ejecutó a Francisco Hernández de Córdoba, uno de sus
mejores capitanes, por la misma razón que a Balboa, la sospecha de que se le
había rebelado. Pizarro tuvo la habilidad, nada pequeña, de evitar siempre su
desconfianza y continuó a su lado, por lo menos, hasta 1519. Lo sabemos porque Pedrarias,
en uno de sus aciertos, decidió abandonar la insalubre y áspera Santa María la
Antigua (con la equivocada protesta de sus habitantes) y fundar una nueva
población en la costa del Pacífico. Fue un acierto total y hasta una prueba de
que ‘el viejo’ tenía visión de futuro (a lo mejor se creía inmortal). Así nació
la ciudad de Panamá, la mejor lanzadera para aventurarse después hacia el
descubrimiento y conquista de Perú. Y un documento prueba que PIZARRO estaba
allí formando grupo con los fundadores.
La verdad es que su analfabetismo pocas
veces le creó problemas (aunque en alguna ocasión fue engañado por no saber
leer). Lo que valía su peso en oro era el carisma personal y el cúmulo de
virtudes políticas y militares que lo distinguían. Y así se da la paradoja de
que, ya antes de ser el gran héroe de Perú, figuró como testigo en documentos
de gran valor histórico en los que se limitó a firmar con una cruz, aunque
después, siendo ya gobernador, y por parecer que no era propio que lo hiciera
de tal manera, especialmente si le enviaba algún escrito al rey, le
‘fabricaban’ una elegante firma con pomposa rúbrica. Lo hemos visto como
testigo preeminente en la megalómana toma de posesión notarial del Pacífico, y
lo vamos a ver ahora en la fundación de Panamá (el primer asentamiento europeo
en toda esa costa americana). La nueva población, según órdenes recibidas de
Pedrarias, fue establecida solemnemente el 15 de agosto de 1519 por Gaspar de
Espinosa y la tropa que le acompañaba, en la que Pizarro ocupaba un alto nivel
de mando. Para los dos resultó muy importante la ciudad de Panamá, el único lugar
apropiado para establecer su residencia y en el que preparar proyectos
personales. Los dos tuvieron allí cargos municipales y, en la ciudad, o fuera
de ella, sus vidas se cruzaron varias veces, algunas, como veremos, verdaderamente
dramáticas.
Espinosa, un multiusos, además de letrado,
político y hombre acaudalado (venía de una familia de importantes banqueros
españoles; su apellido suena a judío), se dedicó por aquellas fechas a dirigir
una rentable expedición por el Pacífico, rumbo al norte, y descubrió en 1524 el
golfo y la península de Nicoya (Costa Rica). Volvió a España con el botín que
le correspondía a la Corona y fue agasajado por todas partes, pero retornó
pronto a Indias, destinado a La Española con importantes cargos, aunque de corta
duración, y le veremos en seguida de nuevo en Panamá y con Pizarro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario