lunes, 17 de julio de 2017

(Día 435) Muerto Balboa, Pizarro sigue a las órdenes del temible Pedrarias, quien le envía bajo el mando de Gaspar de Espinosa para que funden la ciudad de Panamá.

     (25) Todo parece indicar que, a partir de ese negro momento, la vida de PIZARRO tomó otro rumbo. Por un tiempo, siguió bajo las órdenes del despótico Pedrarias, quien, a pesar de su caótico mandato, tuvo la virtud de demostrar un gran espíritu emprendedor, doblemente meritorio si tenemos en cuenta su avanzada edad (el resistente dictador murió en 1531, contando unos 90 años), no descansó ni un instante y correteó toda su demarcación (ahora más amplia tras caer en sus manos la del difunto Balboa). Voy a recordar, de paso, otra prueba del carácter implacable del irascible anciano, de la que nos habló Bernal Díaz del Castillo. El año 1526, ejecutó a Francisco Hernández de Córdoba, uno de sus mejores capitanes, por la misma razón que a Balboa, la sospecha de que se le había rebelado. Pizarro tuvo la habilidad, nada pequeña, de evitar siempre su desconfianza y continuó a su lado, por lo menos, hasta 1519. Lo sabemos porque Pedrarias, en uno de sus aciertos, decidió abandonar la insalubre y áspera Santa María la Antigua (con la equivocada protesta de sus habitantes) y fundar una nueva población en la costa del Pacífico. Fue un acierto total y hasta una prueba de que ‘el viejo’ tenía visión de futuro (a lo mejor se creía inmortal). Así nació la ciudad de Panamá, la mejor lanzadera para aventurarse después hacia el descubrimiento y conquista de Perú. Y un documento prueba que PIZARRO estaba allí formando grupo con los fundadores.
     La verdad es que su analfabetismo pocas veces le creó problemas (aunque en alguna ocasión fue engañado por no saber leer). Lo que valía su peso en oro era el carisma personal y el cúmulo de virtudes políticas y militares que lo distinguían. Y así se da la paradoja de que, ya antes de ser el gran héroe de Perú, figuró como testigo en documentos de gran valor histórico en los que se limitó a firmar con una cruz, aunque después, siendo ya gobernador, y por parecer que no era propio que lo hiciera de tal manera, especialmente si le enviaba algún escrito al rey, le ‘fabricaban’ una elegante firma con pomposa rúbrica. Lo hemos visto como testigo preeminente en la megalómana toma de posesión notarial del Pacífico, y lo vamos a ver ahora en la fundación de Panamá (el primer asentamiento europeo en toda esa costa americana). La nueva población, según órdenes recibidas de Pedrarias, fue establecida solemnemente el 15 de agosto de 1519 por Gaspar de Espinosa y la tropa que le acompañaba, en la que Pizarro ocupaba un alto nivel de mando. Para los dos resultó muy importante la ciudad de Panamá, el único lugar apropiado para establecer su residencia y en el que preparar proyectos personales. Los dos tuvieron allí cargos municipales y, en la ciudad, o fuera de ella, sus vidas se cruzaron varias veces, algunas, como veremos, verdaderamente dramáticas.

     Espinosa, un multiusos, además de letrado, político y hombre acaudalado (venía de una familia de importantes banqueros españoles; su apellido suena a judío), se dedicó por aquellas fechas a dirigir una rentable expedición por el Pacífico, rumbo al norte, y descubrió en 1524 el golfo y la península de Nicoya (Costa Rica). Volvió a España con el botín que le correspondía a la Corona y fue agasajado por todas partes, pero retornó pronto a Indias, destinado a La Española con importantes cargos, aunque de corta duración, y le veremos en seguida de nuevo en Panamá y con Pizarro.


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