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Digamos a favor de Ojeda que se ocupó de encargarle a Enciso que fuera
rápidamente a socorrer al grupo de Pizarro, cuya pista volvemos a perder,
aunque pronto aparecerá junto al gran
Vasco Núñez de Balboa en uno de esos momentos que se consideran estelares de la
historia universal. Curiosamente, Balboa, un tipo de extraordinario carisma,
gran corazón y de trepidante vivir, se había escondido en un barril del barco
de Enciso para huir de los acreedores que le perseguían en Santo Domingo, donde
fracasó en un negocio ganadero que había iniciado con los beneficios obtenidos
en una de las primeras campañas de tierra firme (bajo el mando del descubridor
de Colombia, RODRIGO DE BASTIDAS, y de la que también formaba parte el gran
Juan de la Cosa). En la travesía, Balboa fue descubierto en su ridículo barril
y, a pesar del prestigioso historial que tenía como conquistador, Enciso estuvo
a punto de castigarlo duramente. Pero el ‘seductor’ consiguió aplacarlo (prueba
de ello es que después, como ya hemos visto, se aliaron los dos para abortar el
intento de Nicuesa de imponer su mando en Santa María la Antigua, obligándole a
subir al barco que se tragó el mar). Pero, más tarde, confirmando lo dicho
sobre su carácter rencoroso, Enciso tuvo una importante participación en el
injusto final de Balboa (como también veremos).
Poco y triste le quedó de vida a Ojeda después
de salir a buscar ayuda en el barco de los piratas. Por su condición de tales,
no pudieron entrar en el puerto de Santo Domingo; fueron a Cuba, y, en aquel
territorio todavía no bien controlado por los españoles, Ojeda, ya
desembarcado, siguió pasando penalidades. Finalmente, consiguió trasladarse hasta
Jamaica, siendo bien recibido por el gobernador, Juan de Esquivel (fue poco
después cuando Sancho Ortiz de Matienzo recibió el nombramiento de Abad de
Jamaica), y lo antes que pudo, llegó a
Santo Domingo. Pero era ya un hombre desengañado de todo, empobrecido y
deprimido. Solo le quedaba la fe religiosa y un profundo pesar por los cargos
de su conciencia, hasta el punto de que se retiró al monasterio de San
Francisco y dejó ordenado en su testamento, dramáticamente, que, como
expiación, le enterraran bajo la puerta de entrada para que le pasaran por
encima todos los fieles. Murió en 1515, cuando solamente tenía 49 años, después
de batallar bravamente sin que la
fortuna le acompañara, ya que sus logros estuvieron muy por debajo de sus
grandes méritos.
¿Y por dónde anduvo Pizarro desde el año
1510? Su nombre vuelve a esfumarse de las crónicas, pero podemos seguirle el
rastro con bastante precisión. Hay algo indiscutible: desde que los 50 hombres
de la ‘tropilla’ de Ojeda (mandada por Pizarro) fueron rescatados por Enciso
del desastre de la ‘villa’ de San Sebastián, la vida de nuestro héroe estuvo
muy ligada al otro gran personaje que iba en el barco salvador, Vasco Núñez de
Balboa. Al no consolidarse San Sebastián como la primera población española del
continente americano, toda la gente de Ojeda, cuyo jefe único ya era Enciso, decidió
establecer una nueva (la antes mencionada Santa María de la Antigua). Dicho y
hecho, pero en jurisdicción dudosa, porque después llegó Nicuesa defendiendo su
título de gobernador y ya hemos visto que le costó la vida. Pizarro tuvo que
ser uno más de los fundadores, y se supone también que iría aumentando su
prestigio y su rango militar.
Pero el que subía como la espuma era Vasco
Núñez de Balboa. Asumió la máxima autoridad de la demarcación y consiguió que
el rey le nombrara oficialmente Gobernador del Darién. Probablemente con justos
motivos, procesó a Enciso por usurpación de poderes, lo condenó a prisión y le
confiscó sus bienes, aunque después le perdonó con la obligación de que
abandonara el territorio. Ya veremos cómo Enciso (el que nunca olvidaba) se fue
a España y, hábilmente, destruyó la confianza que el rey tenía en Balboa,
quien, libre ya de su incómoda sombra, no paró de recorrer nuevos territorios,
con la rara virtud de ganarse la amistad de muchos caciques indios. Podía ser muy
duro cuando creía que era necesario, pero siempre prefirió el diálogo y el buen
trato a la guerra; aunque, si tenía que pelear, peleaba, vencía y hasta se
ganaba la amistad de los vencidos. Cómo sería la cosa que uno de los
principales caciques derrotados, Careta, para sellar una alianza con Balboa, le
entregó a su hija Anayansi. Y lo más curioso es que hubo un auténtico flechazo
mutuo, que luego se complicó por razones políticas (como veremos), pero, al
parecer, sin que el amor muriera (brindemos por ello, que no todo va a ser
horrores).
(Imagen) Tras un fracasado negocio, la
buena suerte se le encadenó a Vasco Núñez de Balboa: huye de Sto. Domingo, como
polizón, para escapar de los acreedores; el capitán del barco, Enciso, no lo
castiga cuando lo descubre; llega a ser el líder de la costa Colombiana y funda
Santa María la Antigua después del fracaso de Ojea en San Sebastián; vence a
los indios y los convierte en sus amigos. Y afortunado también porque ni Ojeda
ni Nicuesa encontraron el Pacífico a pesar de que lo tenían muy cerca por ser
la zona más estrecha del continente. ¿Hasta cuándo le sonreirá la suerte?
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