martes, 4 de julio de 2017

(Día 424) Gran relieve personal del navegante Vicente Yáñez Pinzón; resistiendo cuando Colón iba a tirar la toalla, fue decisivo en el descubrimiento de América. Hizo también por su cuenta descubrimientos geográficos muy importantes.

     (14) VICENTE YÁÑEZ PINZÓN.- En algún sentido, fue el más valioso de los ‘cuatro grandes’ pilotos (los de esta reseña) que formaron la junta que se reunió en Burgos en 1507 con el fin de que, por orden del ya viudo Fernando el Católico, planificaran las exploraciones progresivas de Las Indias, cuyo principal objetivo, encontrar un supuesto paso hacia el todavía no conocido Pacífico, fracasó (hubo que esperar 13 años hasta la hazaña de Magallanes en 1520). Yáñez Pinzón, nacido en Palos de la Frontera (Huelva) hacia 1462 y navegante casi desde la infancia en peligrosas confrontaciones por todo el Mediterráneo, fue una pieza clave, junto a su hermano Martín Alonso, para que Colón pudiera poner en marcha el viaje que los reyes le promocionaron, animando, asimismo,  a muchos amigos suyos a enrolarse y contagiándoles su entusiasmo. Además, su carisma personal y su fuerza de carácter hizo posible que las naves no se volvieran a España cuando la marinería, harta de sufrir, se quiso volver, e incluso el mismo Colón, a pesar de su terquedad de acero, estaba ya dispuesto a tirar la toalla. Como ya hemos visto, tras el naufragio de la Santa María, fue su nao, la Niña, la utilizada por Colón en el retorno a España para dar la gran noticia del descubrimiento. Con el tiempo se deterioró la relación entre los dos hermanos y el lustroso Almirante. Pero aun así, muchos años después, Vicente actuó como un ponderado testigo declarando en los pleitos colombinos el año 1513, uno antes de su muerte, sin ensañarse con la memoria del iluminado y profético descubridor, ya difunto. Cuando los reyes cambiaron su estrategia y permitieron a particulares que fueran a descubrir tierras, Yáñez Pinzón se puso al frente de una armada financiada por él mismo, con resultado económico ruinoso, pero de vital importancia geográfica, porque sirvió de trampolín para otras provechosas aventuras posteriores. A pesar de que los portugueses consideran a su compatriota Álvarez Cabral como el descubridor de Brasil, parece indiscutible que Vicente Yáñez llegó a esas costas unos meses antes, el año 1500. Atravesó hacia el Sur la línea equinoccial, probablemente sin saber manejarse muy bien con el nuevo mapa estelar al carecer de la experiencia de los portugueses por esas mismas latitudes, pero en las costas africanas. Fue el primero que navegó por el Amazonas (al principio llamado Marañón) costándole, lógicamente, darse cuenta de que la tierra que veía en la borrosa lejanía seguía siendo la desembocadura del impresionante río. Por esos parajes perdió unos ocho hombres en un enfrentamiento con los indios. El rey le concedió el título de Caballero y le nombró gobernador del territorio descubierto, pero él nunca más volvió a las Indias. En 1514 recibió orden del rey para que participara en el viaje del déspota Pedrarias al Darién (zona de Urabá), sin que pudiera cumplirlo, por encontrarse enfermo y morir ese mismo año. En pleno barrio de Triana (dicen los vecinos con mucha guasa andaluza, dándole vuelta a la cosa, que Sevilla es un barrio de Triana), a escasos metros de la insustituible iglesia de Santa Ana, vi un rótulo con bonita letra y bella azulejería, cuyo texto resumo: “En este tramo de la calle de Rodrigo de Triana, vivió sus últimos años el codescubridor de América, VICENTE YAÑEZ PINZON”. El destino ha querido añadirle sabor a la placa al llevar incorporado, ‘de propina, el nombre de aquel Rodrigo que gritó ‘¡tierra!’ un 12 de octubre del año 1492. Sólo en Sevilla se pueden dar estas ‘indianas’ coincidencias.


     (Imagen) Este bonito sello representa a los tres principales protagonistas del descubrimiento de América: arriba, Colón, que estuvo al frente de la nao Santa María y con el mando supremo de la expedición; debajo, a la izquierda, Martín Alonso Pinzón, capitán de la Pinta, y a su lado, su hermano Vicente Yáñez Pinzón, capitán de la Niña; los dos eran extraordinarios navegantes, pero Vicente, el menor, brilló con especial intensidad en la epopeya de Las Indias.


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