(14) VICENTE YÁÑEZ PINZÓN.- En algún sentido,
fue el más valioso de los ‘cuatro grandes’ pilotos (los de esta reseña) que
formaron la junta que se reunió en Burgos en 1507 con el fin de que, por orden
del ya viudo Fernando el Católico, planificaran las exploraciones progresivas
de Las Indias, cuyo principal objetivo, encontrar un supuesto paso hacia el
todavía no conocido Pacífico, fracasó (hubo que esperar 13 años hasta la hazaña
de Magallanes en 1520). Yáñez Pinzón, nacido en Palos de la Frontera (Huelva)
hacia 1462 y navegante casi desde la infancia en peligrosas confrontaciones por
todo el Mediterráneo, fue una pieza clave, junto a su hermano Martín Alonso,
para que Colón pudiera poner en marcha el viaje que los reyes le promocionaron,
animando, asimismo, a muchos amigos
suyos a enrolarse y contagiándoles su entusiasmo. Además, su carisma personal y
su fuerza de carácter hizo posible que las naves no se volvieran a España
cuando la marinería, harta de sufrir, se quiso volver, e incluso el mismo
Colón, a pesar de su terquedad de acero, estaba ya dispuesto a tirar la toalla.
Como ya hemos visto, tras el naufragio de la Santa María, fue su nao, la Niña,
la utilizada por Colón en el retorno a España para dar la gran noticia del
descubrimiento. Con el tiempo se deterioró la relación entre los dos hermanos y
el lustroso Almirante. Pero aun así, muchos años después, Vicente actuó como un
ponderado testigo declarando en los pleitos colombinos el año 1513, uno antes
de su muerte, sin ensañarse con la memoria del iluminado y profético
descubridor, ya difunto. Cuando los reyes cambiaron su estrategia y permitieron
a particulares que fueran a descubrir tierras, Yáñez Pinzón se puso al frente
de una armada financiada por él mismo, con resultado económico ruinoso, pero de
vital importancia geográfica, porque sirvió de trampolín para otras provechosas
aventuras posteriores. A pesar de que los portugueses consideran a su
compatriota Álvarez Cabral como el descubridor de Brasil, parece indiscutible
que Vicente Yáñez llegó a esas costas unos meses antes, el año 1500. Atravesó
hacia el Sur la línea equinoccial, probablemente sin saber manejarse muy bien
con el nuevo mapa estelar al carecer de la experiencia de los portugueses por
esas mismas latitudes, pero en las costas africanas. Fue el primero que navegó
por el Amazonas (al principio llamado Marañón) costándole, lógicamente, darse
cuenta de que la tierra que veía en la borrosa lejanía seguía siendo la
desembocadura del impresionante río. Por esos parajes perdió unos ocho hombres
en un enfrentamiento con los indios. El rey le concedió el título de Caballero
y le nombró gobernador del territorio descubierto, pero él nunca más volvió a las
Indias. En 1514 recibió orden del rey para que participara en el viaje del
déspota Pedrarias al Darién (zona de Urabá), sin que pudiera cumplirlo, por
encontrarse enfermo y morir ese mismo año. En pleno barrio de Triana (dicen los
vecinos con mucha guasa andaluza, dándole vuelta a la cosa, que Sevilla es un
barrio de Triana), a escasos metros de la insustituible iglesia de Santa Ana,
vi un rótulo con bonita letra y bella azulejería, cuyo texto resumo: “En este
tramo de la calle de Rodrigo de Triana, vivió sus últimos años el codescubridor
de América, VICENTE YAÑEZ PINZON”. El destino ha querido añadirle sabor a la
placa al llevar incorporado, ‘de propina, el nombre de aquel Rodrigo que gritó
‘¡tierra!’ un 12 de octubre del año 1492. Sólo en Sevilla se pueden dar estas
‘indianas’ coincidencias.
(Imagen) Este bonito sello representa a
los tres principales protagonistas del descubrimiento de América: arriba,
Colón, que estuvo al frente de la nao Santa María y con el mando supremo de la
expedición; debajo, a la izquierda, Martín Alonso Pinzón, capitán de la Pinta,
y a su lado, su hermano Vicente Yáñez Pinzón, capitán de la Niña; los dos eran
extraordinarios navegantes, pero Vicente, el menor, brilló con especial
intensidad en la epopeya de Las Indias.
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