jueves, 13 de julio de 2017

(Día 432) Para desgracia de Balboa, llega como gobernador el cruel Pedrarias Dávila en una enorme armada organizada por Sancho Ortiz de Matienzo. Iban a bordo futuros grandes personajes de Indias.

      (22) Y ocurrió, además, algo que marcaría el destino trágico de Balboa. No solo él había sabido por medio de los indios que existía el gran mar desconocido, sino que, por convertirse en un rumor rápidamente extendido, las noticias llegaron a la Corte, y el rey se lo tomó inmediatamente con el máximo interés, incluso con verdadera euforia. Tanta euforia que dio orden de que se preparara una armada gigantesca (la mayor hasta entonces) para descubrir ese mar y conquistar aquellas tierras. Con total injustica, desposeyó a Balboa de sus títulos en la zona del Darién y escogió como jefe de la expedición a alguien nefasto, al que nombró, por si fuera poco, gobernador de aquel territorio, que recibió el nombre, de Castilla del Oro (por las exageradas noticias, también llegadas, de que abundaba en la zona). El elegido (sobre todo por las maniobras del obispo Fonseca) fue uno de los hombres más brutales de cuantos tuvieron mando en Las Indias: el segoviano, y de muy noble familia, PEDRARIAS DÁVILA. Contaba con un gran prestigio (merecido) por su intervención en las guerras de Portugal, África e Italia, pero tenía un carácter soberbio e intratable. Andaba ya por los setenta años, y semejante animal, sin embargo, era tan adorado por su extraordinaria mujer que, para conseguir que la llevara con él a las peligrosas Indias, le escribió estas impresionantes palabras: “Adondequiera que te lleve la suerte, ya entre las furiosas ondas del océano, ya en horribles peligros de la tierra, sábete que te he de acompañar yo. Escoge una de las dos cosas: o me cortas el cuello con la espada, o consientes lo que te pido”. Esta brava dama, digna de un personaje de Shakespeare, era hija (como ya mencioné) de aquel Francisco de Bobadilla que, después de mandar encadenado a Colón a España,  murió en el terrible naufragio provocado por un huracán en Santo Domingo. No todo fueron desatinos y barbaridades durante la larga estancia de Pedrarias en Indias (donde murió), puesto que hubo aspectos muy positivos en el balance de su gran actividad, asombrosa para su edad, como, por ejemplo, la fundación de Panamá. Y veremos, para lo que se refiere a nuestro tema central, que tendrá también mucha importancia  en las andanzas de PIZARRO.
    Hubo que organizar la poderosa armada de Pedrarias, integrada por 25 naves, en las que se habían de embarcar más de 1.500 personas, y quien se encargó de supervisar al detalle todos los aspectos de aquel tinglado de administración y de intendencia, fue mi querido (perdóneseme la confianza) SANCHO ORTIZ DE MATIENZO. Zarparon en la primavera de 1514, y me tiemblan las carnes solo de mencionar algunos nombres de viajeros que entonces eran anónimos y después, para bien o para mal, dejaron una huella imborrable en Las Indias: Hernando de Soto, Diego de Almagro, Hernando Luque, Sebastián de Benalcázar, Pascual de Andagoya, mi querido (perdóneseme otra vez la confianza) Bernal Díaz del Castillo, Gonzalo Fernández de Oviedo… Todos ellos (de algunos ya he dicho algo anteriormente) fueron registrados y tratados personalmente por Sancho y tuvieron gran protagonismo junto a Pizarro en la odisea de Perú, menos el entrañable Bernal Díaz del Castillo, al que le tocó brillar en México; con Gonzalo Fernández de Oviedo (personaje novelesco y extraordinario cronista de Indias, Perú incluido), Pizarro también se vio muchas veces, pero solo antes de  partir para su gloriosa campaña. Andagoya no estuvo con Pizarro, pero lo motivó para meterse en la locura de Perú porque fue el primero que lo intentó y fracasó. Y, por desgracia para Vasco Núñez de Balboa (al que la muerte le impidió ser el primero en descubrir tierras nuevas por el Pacífico, como tenía proyectado), también iba en la expedición de Pedrarias el amargado y rencoroso Martín Fernández de Enciso, con el agravante de que el rey, al que manipuló como Yago a Otelo, le había nombrado Alguacil Mayor de Castilla del Oro, cargo que le vendría al pelo para saciar sus ansias de venganza contra Balboa (entre otras cosas, por lo que ya vimos: lo había desterrado a España). Por último, hay que señalar a otro pasajero que tendrá mucho que ver con esta historia y con el futuro de Pizarro: el licenciado GASPAR DE ESPINOSA, nacido en Medina de Rioseco hacia 1483.  Brilló en todos los terrenos: importante abogado, socio de Pizarro, militar bajo el mando del cruel Pedrarias, gobernador durante un tiempo, llegando en esa armada, además, con el título de Alcalde Mayor de Santa María la Antigua. En Indias dejó un regusto de ambigüedad sobre su catadura moral. Sirva de ejemplo que se hizo muy amigo de Balboa cuando desembarcó, pero, quizá porque no tuvo más remedio, lo traicionó (o tuvo que traicionarlo), y, como veremos, de forma muy dramática.


    (Imagen) Dicen que no hay persona mala que no tenga algo bueno. Pero lo más prudente era estar muy lejos de Pedrarias Dávila. Su peor defecto radicaba en la falta de escrúpulos y en su comportamiento inhumano e implacable. Vivía con gran valor y energía al servicio de su propia ambición, y, de carambola, también logró cosas que fueron un bien para la sociedad. Si algo hizo ‘redondo’ fue abandonar Santa María la Antigua y fundar la ciudad de Panamá en un lugar perfecto. Entonces, porque era el punto más próximo para llegar por tierra al Pacífico. Y después (ni que fuera profeta), porque termina allí el canal de Panamá (en la imagen se ven en rojo las zonas de las esclusas). La ciudad tiene ahora más de dos millones de habitantes y conserva las ruinas de lo que construyó Pedrarias.


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