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–Veamos, alegre carrozón, cómo siguen los acontecimientos
-Otro paso muy significativo, tierno
ectoplasma, fue la visita, en plan de primer tanteo, de dos embajadores de
Moctezuma con algunos regalitos protocolarios. Ocurrió poco después de que la
expedición española llegara a San Juan de Ulúa, y se trataba nada menos que de dos gobernadores,
Pitalpitoque y Tendile, acompañados de muchos indios. Abrazo va, abrazo viene,
se interrumpe el idilio para celebrar religiosamente la gran fecha del día,
Pascua de Resurreción: “Dijo misa cantada fray Bartolomé de Olmedo, que era gran
cantor, y estuvieron presentes los dos gobernadores”. Después de comer con
ellos, Cortés les soltó el rollo habitual sobre el gran emperador cristiano que
quería tener amistad con su señor, “e que querría saber dónde manda Moctezuma
que se vean; y el Tendile respondió algo soberbio: ¿Acabas de llegar y ya le
quieres hablar?”. Mostró los regalos que traía, y Cortés le entregó una silla
muy lujosa para Moctezuma. “Y el Tendile traía consigo grandes pintores y
pintaron la cara de Cortés, de capitanes y soldados, navíos, caballos, a doña
Marina y Aguilar, y hasta dos lebreles y armas que teníamos”. Cortés no perdió
la ocasión de montar su show de cañonazos y caracoleo de caballos. “Se puso
fuego a las lombardas y fueron las piedras retumbando con gran ruido, de lo que
se espantaron los gobernadores y los indios, y todo lo mandaron pintar para su
señor Moctezuma”.
-Prosigo yo, discípulo mío, porque lo que
viene me toca de cerca. El ilustre Tendile, supongo que obnubilado por lo
visto, se fue a México a contarlo, y Moctezuma le mandó de vuelta con regalos a
lo grande, que cargaban más de 100 indios, con muchas provisiones, que es lo de
menos, y un gran tesoro. Bernal detalla lo más espectacular: “Una rueda de
hechura de sol de oro muy fino, del tamaño de una rueda de carreta…”; sigue con
una relación de joyas de muy variadas figuras, pero termina diciendo: “e fueron
tantas cosas que, como ha ya tantos años que pasó, no me acuerdo de todo”. Pero
yo sí me acuerdo, y me resulta inapreciable saber en qué momento y cómo llegó a
manos de los españoles ese primer tesoro que les regaló Moctezuma, porque lo
recibí intacto en la Casa de la Contratación para su envío al rey. Hablaremos
de ello.
-Qué momentos viviste, querido maestro.
¿Cómo sigue la historia?
-Decía el cronista Sahagún que “cada día
aumentaba la desazón de Moctezuma”. Bernal nos explica que la respuesta que le
había dado para Cortés a su gobernador Tendile era que le gustaría conocer al
emperador español, pero “en cuanto a que
le vieran Cortés y los suyos, que no había para qué y que no le hablaran más de ello, poniendo muchos
inconvenientes”. Luego, por orden de Moctezuma se marchó toda la comitiva de
sus indios, “porque parece ser que sus ídolos de la guerra y el infierno, al que
sacrificaba muchachos cada día para saber qué hacer con nosotros, le
respondieron que no oyera más a Cortés y que
no lo trajese a la ciudad”. En cuanto desparecieron los mexicanos, se
acercaron otros indios de lengua distinta, pero que conocían el náhuatl y
pudieron entenderse con doña Marina. Bernal captó la importante conclusión que
sacó el astuto Hernán: “Y de plática en plática supo Cortés cómo tenía
Moctezuma enemigos e contrarios, de lo cual se holgó (alegró)”. Seguro que los indios le revelaron que no solo ellos,
sino otros muchos pueblos odiaban a muerte a los aztecas.
(En la foto, el conocido como “Penacho de
Moctezuma”. Es muy probable que sea el mismo que formaba parte del tesoro que
yo recibí en la Casa de la Contratación, aunque quizá se trate de una copia. Lo
llevó Carlos V a Flandes y permaneció desaparecido durante siglos, hasta que
ese ejemplar fue restaurado y colocado donde está actualmente, el Museo de
Etnología de Austria. Las plumas son de quetzal, y la bella orfebrería, de oro
y piedras preciosas).
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