domingo, 15 de mayo de 2016

(Día 266) DRAMA DE DOS ESPAÑOLES apresados por los indios. CORTÉS exhibe su autoridad azotando a unos marineros. Ven de nuevo el horror en los templos, y CORTÉS muestra tanta intransigencia contra la crueldad de los ritos que los frailes tratan de suavizarla.

(18) -Fue trágico, querido socio: Guerrero se negó a volver.
     -De hecho, tierno abad, hubo bastantes españoles en Indias que terminaron viviendo con los nativos, pero pocos voluntariamente. Aguilar no pudo convencer a Gonzalo Guerrero para que regresara adonde Cortés. Su respuesta fue dramática, aunque razonable: “Hermano Aguilar, yo soy casado (con una india) y tengo tres hijos (llevaba, como Aguilar, ¡8 años! con los nativos). Íos vos con Dios, que yo tengo labrada (tatuada) la cara y horadadas las orejas; qué dirán de mí los españoles cuando me vean. E ya veis estos mis hijos cuán bonicos son”. Visto el panorama, Aguilar se puso en marcha, pero cuando llegó a Cabo Catoche habían pasado nueve días, y el navío de Ordaz navegaba  ya de vuelta hacia  Cozumel. “Cuando Cortés lo vio volver sin los españoles, sin los indios y sin información, se puso muy enojado y dijo con palabras muy soberbias a Ordaz que había esperado que le trajera mejor recaudo”. Hubo otro incidente que mostró el rigor de Cortés.
     -Era su estrategia, joven: mostrarles a todos claramente su firme estilo. “Un soldado llamado Berrio se quejó de que unos marineros le habían robado unos tocinos; Cortés les tomó juramento, y se perjuraron. Se hizo pesquisa, y se descubrió el hurto, e a cuatro de los marineros les mandó azotar, y no aprovecharon los ruegos de ningún capitán”. En cuanto a la brutalidad de los sacrificios humanos, Cortés al principio se mostraba intransigente y poco realista. Fueron los frailes los que le harían comprender que se necesitaba tiempo para que aquello cambiara. En Cozumel vio por primera vez ‘el rito’. Había un ‘papa’ hablando a la multitud “y Cortés y todos nosotros mirando  en qué paraba aquel negro sermón”. Cuando supo por medio del indio Melchorejo “que predicaba cosas malas”, llamó a los principales del poblado, papas incluidos, y les largó un  sermón ‘de los nuestros’: que quitasen aquellos ídolos, que eran muy malos, que la cruz y Ntra. Señora les salvarían, “y les dijo otras cosas de nuestra fe bien dichas”. Los indios contestaron que sus dioses eran temibles, pero buenos, que ellos no los iban a quitar, y que, si se atrevían, que lo hicieran los españoles. “Y luego Cortés mandó que los despedazásemos y echásemos a rodar por las gradas abajo. Y así se hizo”. Se preparó un altar, se plantó una cruz, “y dijo misa el padre Juan Díaz, y el papa, el cacique y todos los indios estaban mirando con atención (un penique por sus pensamientos)”. Cortés tropezará varias veces en la misma torpeza.
     -¿Y qué fue de Jerónimo de Aguilar, sabio ectoplasma? Dinos algo.
     -Es de  no creer, caro secre. Aguilar tenía la salvación a mano y se le esfumó porque Ordaz se había largado con el navío. Cortés lo dio por perdido, y la expedición zarpó. Parece ser que al destino no le gustó que la película terminara así, averió uno de los barcos y se vieron obligados a volver a Cozumel. Le llegó la noticia a Aguilar, alquiló una canoa y remeros nativos con el rescate que le quedaba, y se presentó ante unos soldados, que creyeron que eran todos indios, “porque el Aguilar ni más ni menos  era que indio, pero en español mal mascado y peor pronunciado, dijo ‘Dios y Santa María e Sevilla’, y el capitán Andrés Tapia le fue a abrazar”. Cuando lo llevaron adonde Cortés, le contó su ‘novelón’, que voy a abreviar. Era de Écija. Ocho años antes, iba desde Darién (en la costa Colombiana) a Santo Domingo, en un navío, con documentación de un pleito entre Pedrarias y su yerno Balboa; naufragaron; los supervivientes, 16 hombres y 2 mujeres, utilizaron un batel, pero las corrientes les arrastraron a la costa de Yucatán; los indios, tras apresarlos, sacrificaron a muchos de los hombres, y casi todos los demás, incluidas las mujeres, murieron de enfermedad y agotamiento. De los dos únicos supervivientes, Aguilar estaba destinado al sacrificio, logró escapar y ‘mejorar’ su situación: esclavo de otro cacique; y Gonzalo Guerrero, cosa rarísima, se convirtió en lidercillo de un poblado de indios.

     (Foto.- Fue en el primer viaje de Bernal cuando se descubrió la existencia de los templos. Resultó un notición saber que los indios construían esos bellos e impresionantes edificios “de cal y canto”. Pero el escalofrío y el pánico sacudió a los españoles al ver lo que ocurría en el interior).


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