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–Ánimo, socio; nos toca presentar al tiburón que se nos viene encima: Hernán
Cortés. De momento solo unas pinceladas introductorias para que se vayan
entendiendo todas las actuaciones de este elegido de los dioses que Bernal nos
muestra con detalle.
-Ese cronista único, reverendo, admiraba
profundamente a Hernán, pero no le ahorró críticas, y el objetivo de su libro
fue dejar claro que aquella ‘conquista’ era comparable a las hazañas más
grandiosas de la Historia, que sin Cortés no se habría conseguido, y que
tampoco sin el heroico esfuerzo de toda la tropa. ¿Lo conociste?
-Hernán era bien joven, secre, cuando lo
registré en la Casa de la Contratación al partir hacia ultramar en 1504, con solo 19 años. Tenía el aire
presumido, aunque simpático, y con todo el aspecto de querer comerse las Indias
enteras. Había estudiado en Salamanca, pero no más de dos años, abandonando los
libros en busca de adrenalina y gloria, por ser alcanzable con inteligencia
natural y mucho valor; su primo analfabeto Francisco Pizarro lo sabía bien. Cortés
luchó en La Española y en Cuba contra los indios, tuvo cargos administrativos,
se hizo rico con las encomiendas, dio rienda suelta a sus conflictivos amoríos,
y participó en una miniconspiración contra el gobernador Diego Velázquez de
Cuéllar, del que era su secretario (comienzo de una prolongada y novelesca enemistad).
Uno de sus devaneos le costó caro. Su ‘amada’, Catalina Juárez Marcaida, le
exigió matrimonio. Era hermana de una amante de Velázquez, y este tenía
apresado a Cortés por sus intrigas, de manera que el amancebado gobernador le
obligó a casarse para dejarlo libre de
la cárcel, con lo que se metió en otra peor porque la convivencia no fue
precisamente idílica. No volví a saber de Cortés hasta que en 1519 le pusieron
al frente de la expedición a México, algo sorprendente teniendo en cuenta sus
grises servicios y sus encontronazos con Velázquez. Cuando nos llegó a la Casa
de la Contratación el primer tesoro que consiguió (sin haber alcanzado todavía
Tenoctitlán-México), empezaron a repicar en la Corte todas las campanas del
entusiasmo, y eso sin saber aún que el resultado de su empresa, en buena
lógica, debería haber sido un fracaso, con Cortés y los suyos sacrificados como
animales en aquellos “malditos adoratorios”, que diría Bernal. Algo más de su
carácter: sin duda las traumáticas experiencias de su vida, especialmente a partir del inicio de
la locura de México (tenía entonces 34 años), tuvieron que darle un gran
sedimento de madurez, pero siempre conservó una energía y una ambición
desbordantes, gran inteligencia, afición a la mujeres y marchamo de líder nato.
Sigue tú, carísimo escribano.
-De acuerdo, reverendo. Allá va, resumido
al máximo. Fue Cortés hombre muy valeroso, buen jinete y con gran sentido del
humor. Todo lo puso al servicio de la ambición y la gloria, con una curiosa
mezcla de sentimiento religioso. Sus defectos no provenían de un enfermizo
placer por el mal, sino de la maquiavélica táctica de que el fin justifica los
medios; le encantaría la freudiana frase de que ‘en la guerra y el amor todo
está permitido’. Se diría que Nietzsche escribió para él el libro ‘Humano, demasiado humano’, o que se pasaba
el día cantando ‘My way’. Era un líder tan seductor que hasta sus soldados le
perdonaron algunos abusos que Bernal no se calla. Habilísimo manipulador, a los
indios los enredó en situaciones verdaderamente kafkianas. Muy calculador,
pero, a la desesperada, dispuesto a jugar a la ruleta rusa con el cargador a
falta solo de una bala. Y con enormes reflejos para encarar los terribles
problemas que se sucedieron sin tregua durante el año largo que les costó
dominar México, venciendo una estadística que los condenaba casi sin remedio a
la muerte.
(Ponemos hoy dos retratos suyos, ambos de
la época. El 1º posterior a su épica victoria, en el que se le ve con boato y
en plan ‘chuleta’, como le gustaba. El 2º (de contrastada autenticidad) se hizo
cuando ya tenía más de sesenta años; quizá las notables diferencias se deban a
los estragos de la edad y a una menor complacencia del pintor).
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