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-¡Aleluya, pequeñín!, ya nos ha dado Cortés a todos orden de salir. ¡La suerte
está echada!, como Julio César en el Rubicón.
-Lo vamos a pasar de miedo, reverendo: nos
espera la gloria o la muerte. Empecemos con las palabras de Bernal: “En diez
días del mes de febrero, año de 1519, después de oír misa, nos hicimos a la
vela con 11 navíos”. Tenían que parar en el cubano Cabo de San Antonio, pero el
piloto de la nao de Alvarado (en la que iba también Bernal), “llamado Camacho,
no tuvo en cuenta lo mandado, siguió su derrota, y llegamos dos días antes que
Cortés a Cozumel (la isla descubierta en
el viaje de Grijalva)”. Saltaron a tierra, y Alvarado se apropió de varias
cosas de los indios, que habían huido, apresando además a dos hombres y una mujer. En esto que llega Cortés…
-Y no perdió la ocasión, querido
pendolista, de hacer ver a todos qué clase de capitán era: “Lo primero que hizo
fue echar preso en grillos al piloto Camacho por no cumplir lo mandado (yo soy el único jefe, y se me obedece)”.
Luego “mostró mucho enojo porque Alvarado le permitió al piloto no aguardar”,
con enfado parecido al que ya tuvo Grijalva contra el ‘divino rubio’ en el
viaje anterior. Pero hubo otro detalle muy revelador del gran sentido común de
Cortés. A Alvarado le echó de propina otra fuerte bronca porque “no se habían
de apaciguar las tierras de aquella manera, tomando a los naturales la
hacienda. Y luego mandó traer a los dos indios y la india que habíamos tomado (recuérdese que Bernal estaba con Alvarado),
y con el indio Melchorejo, que lo teníamos desde el viaje anterior, y el otro,
Julianillo, ya había muerto, les dijo que fuesen a llamar a los indios del
pueblo y que no tuviesen miedo”. Cortés les devolvió lo robado y les hizo
algunos regalos. Ahora ya sabía la expedición entera cuáles eran las reglas del
juego. “Y al otro día vino el cacique con todos los indios, y andaban entre
nosotros como si toda la vida nos hubieran tratado”. Qué perspicazmente subraya
Bernal la importancia de la actuación de Hernán: “Aquí en esta isla comenzó
Cortés a mandar muy de hecho, y Nuestro Señor le daba gracia que doquiera ponía
la mano, lo hacía bien, especialmente en pacificar los pueblos y naturales,
como más adelante se verá”.
-Es como si viéramos, caro Sancio, que
Cortés va haciendo surgir, donde parecía no haber nada, una figura histórica de
primerísimo orden, y a gran velocidad, sin perder un segundo. Esa escena caló
hondo en Bernal y en todos los demás. Sigue con la copla, reverendo.
-Cuenta después Bernal que en Cozumel
“mandó Cortés hacer alarde para saber qué tantos soldados llevaba, y halló
que éramos 508, más sobre 100 entre
pilotos y marineros, y 16 caballos y yeguas”. Deja luego bien claro que Cortés
exigía ‘siempre’ un orden perfecto en personas y cosas, “porque verdaderamente
tenía gran vigilancia en todo”. Y que tampoco olvidaba nada que despertara su
curiosidad: a una pregunta suya, Bernal le confirmó que era cierto que los
indios les llamaban ‘castilian’ en la primera expedición a esas tierras, la de
Francisco Hernández de Córdoba. Cortés, por medio del intérprete Melchorejo
investigó esa rareza, y todos los caciques le revelaron lo que ya sospechaba:
“ciertos españoles estaban en la tierra adentro, andadura de 2 soles (días),
y los indios los tenían como esclavos”. Inmediatamente lo organizó todo;
preparó una carta para ellos y envió un navío al cabo Catoche (tierra firme), bajo el mando de Diego
de Ordaz, al que le ordenó lo siguiente: que algún soldado y dos indios que
sabían dónde estaban los españoles fueran a su encuentro para liberarlos
mediante rescate; y que el barco les
esperara 8 días. “En dos días encontraron a un español que se decía Jerónimo de
Aguilar, que se holgó con la carta y el
rescate (para el trueque); se lo
llevó al cacique para que le diese licencia, y le dijo que se fuese adonde
quisiese. Y caminó Aguilar hasta donde estaba su compañero, que se decía
Gonzalo Guerrero, en otro pueblo a cinco leguas”. ¿Y?
Veamos en el mapa cuál era la situación:
la armada de Cortés se quedó en la isla de Cozumel. Al norte, en el Cabo
Catoche, se encontraba un navío bajo el mando de Diego de Ordaz, con la orden
de esperar 8 días a los que habían ido por el territorio de Yucatán para
liberar a los españoles. Y ocurrirán cosas sorprendentes.
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