(1441) Seguiremos hablando de Río de la
Plata con otra crónica, la de RUY DÍAZ DE GUZMÁN, de quien haremos una reseña
en la imagen. Veamos, algo resumido, cómo escribió su dedicatoria y el prólogo
del libro: “A don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, Duque de Medina Sidonia y Conde de Niebla. Alonso
Riquelme de Guzmán, mi padre, habiéndose criado con los Guzmán, sirvió hasta
los 22 años como secretario de don Juan Alarcón de Guzmán y de doña Ana de
Aragón, dignísimos abuelos de vuestra Excelencia, de donde, el año 1540, pasó a
las Indias con Álvar Núñez Cabeza de Vaca, su tío, gobernador del Río de la
Plata, quien, sucediéndole cosas más adversas que favorables, fue apresado y
llevado a España, quedando mi padre en esta tierra, donde casó con doña Úrsula
de Irala, mi madre, hija del Gobernador Domingo Martínez de Irala, y , al cabo
de 50 años falleció, dejándome con la misma obligación de agradecimientos como
primogénito suyo. Por ello, me he atrevido a ofrecer a vuestra Excelencia este
humilde y pequeño libro, que compuse en medio de las vigilias de mi profesión,
sirviendo a Su Majestad desde mi juventud hasta ahora. A vuestra
Excelencia humildemente suplico se digne aceptar este pobre servicio, no
mirando la bajeza de sus quilates, sino la alta fineza de la voluntad con que
es ofrecida. Que la Majestad Divina os guarde con la felicidad que merecéis.
Ciudad de la Plata, a 25 de julio de 1612”.
Lo que sigue es el prólogo del libro,
dirigido al ‘benigno lector’: “Yo, sin falta de justa
consideración, discreto lector, me moví a un intento tan ajeno de mi profesión,
que es la militar, tomando la pluma para escribir estos anales del
descubrimiento, población y conquista de las provincias del Río de la Plata, adonde
en diversas armadas pasaron más de cuatro mil españoles, y entre ellos muchos
nobles y personas de buena calidad, todos los cuales acabaron sus vidas en
aquellas tierras, con las mayores miserias, hambres y guerras de cuantas se han
padecido en las Indias. No ha quedado de ellos más memoria que una fama común y
confusa de su lamentable tradición, sin que hasta ahora haya habido quien por
sus escritos nos dejase alguna noticia de las cosas sucedidas en 82 años (en
esto se equivoca), desde que comenzó esta conquista. De la cual recibí tan intenso
sentimiento (como era lógico por aquella obligación que cada uno debe a su
misma patria), que luego me dispuse a inquirir los sucesos de más importancia
que me fue posible conocer, tomando para ello relación de algunos antiguos
conquistadores, y personas de crédito, y añadiendo cosas de las que fui
testigo, hallándome en ellas, en continuación de lo que mis padres y abuelos
hicieron en acrecentamiento de la Real Corona. Con ello pude recopilar este
libro tan corto y humilde, cual lo es mi entendimiento y bajo estilo, pero con
cuidado de natural amor, y de que el tiempo no consumiese la memoria de
aquellos que con tanta fortaleza fueron merecedores de ella, dejando su propia
quietud y patria por conseguir empresas tan dificultosas. He procurado en todo satisfacer
esta deuda con la narración más fidedigna que me fue posible, por lo cual
suplico humildemente a todos los que la leyeren que acojan mi buena intención,
y suplan con discreción las muchas faltas que en ella encontrasen”. Esta obra
de Ruy Díaz de Guzmán se componía de cuatro partes, habiéndose perdido para
siempre la última. Los hechos que narra en las dos primeras ya los hemos visto
a través de otros cronistas, y es la tercera la que voy a utilizar para poder
continuar lo que Ulrico Schmídel relató.
(Imagen) Aunque tarde, he tropezado con un
cronista que protagonizó la historia de Río de la Plata. Se trata de RUY DÍAZ
DE GUZMÁN, un personaje muy interesante.
Vivió campañas en zona argentina y paraguaya como militar profesional,
pero valía para escribir. Nació después de los narradores que ya conocemos,
hacia el año 1559 y en Asunción, pero estaba bien informado, y nos serviremos
de él para seguir en el punto en que terminaba Ulrico su crónica (contando la
muerte, hacia 1550, de Diego de Abreu y su propia partida posterior hacia
Alemania). Ruy Díaz tiene cosas en común con Inca Garcilaso de la Vega, los dos
muy cultos y con sangre mestiza. La madre de Garcilaso era princesa inca, y la
de Ruy Díaz, hija de una indígena y de nuestro muy conocido Domingo Martínez de
Irala. Se podría pensar que Ruy no sería imparcial con respecto a los conflictos
que hubo entre su abuelo Irala y Álvar Núñez Cabeza de Vaca, pero no hay tal,
ya que también era pariente de este, y además lo admiraba. Por parte de su
padre, Alonso Riquelme de Guzmán, Ruy descendía de la linajuda estirpe de los
Guzmán, y, en concreto, del heroico y famosísimo Alonso Pérez de Guzmán el
Bueno. Con vocación muy precoz, Ruy se dedicó desde su adolescencia a la vida
militar. En 1570, siendo casi un niño, ya aparece mezclado con los fundadores
de Villarrica del Espíritu Santo, que más tarde cambiaría de emplazamiento y
dio origen a la actual Villarrica paraguaya. Diez años después intervino en la
pacificación del alzamiento producido en Santa Fe, ciudad que había fundado
Juan de Garay. El año 1593 iba al mando de la tropa que estableció por segunda
vez la ciudad de San Juan de Jerez (Paraguay). Por sus méritos, fue alcanzando
puestos del máximo nivel, no sin incidentes. Nombrado Teniente de Gobernador
del territorio de Guayrá (Río de la Plata), un poderoso vecino de la zona logró
con sus influencias que fuera apresado, pero pronto fue puesto en libertad y
confirmado nuevamente en el cargo. Más tarde, en 1596, se le concedió el mismo
título en la ciudad de Santa Fe, quedando libre de toda responsabilidad en el
habitual juicio de residencia al que se le sometió en relación a su ejercicio
de los cargos anteriores. En 1599 fue a la ciudad de Santa Fe acompañando a
Francés de Beaumont y Navarra, teniente de gobernador titular de Asunción. Llegaron
después a Buenos Aires, teniendo Ruy Díaz de Guzmán un puesto de
responsabilidad durante tres años en el fuerte de la ciudad, y, con otros
colaboradores, fundó el convento de San Francisco y la cofradía de Nuestra
Señora de la Limpia Concepción, hasta que en 1603 volvió a Santiago de Jerez
con su familia. RUY DIAZ DE GUZMÁN murió en junio de 1609, y nos dejó su crónica,
a la que, de manera impropia, se la tituló después como ‘La Argentina’.
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