(1440) Informe
2º-4 de Domingo de Irala. Con el texto que sigue, terminamos el
informe que le envió al Rey en julio del año 1555 (él murió, de enfermedad y en
Asunción, el 3 de octubre de 1556, con solo 47 años). Veamos lo que dice: “A
finales de septiembre de 1553, llegué de vuelta con mis hombres a Asunción,
donde fui bien recibido y me enteré de que habían matado a Diego de Abreu por
orden del contador, pues, al parecer, como estaba yo fuera de esta tierra, no pudo
tratar con él de otra manera. El año siguiente, 1554, procuré poner a punto una
jornada por la dicha zona de itatin, y, teniendo ya las cosas necesarias para
el viaje, envié, el 17 de otubre, al capitán Ñuflo de Chaves con treinta de a
caballo por delante, para salir luego yo. Estando en este punto, llegaron algunas
cartas desde San Vicente, en las que fui avisado de que Vuestra Alteza había enviado
a esta tierra el nombramiento del nuevo gobernador (recordemos que el
titular, Sanabria, murió antes de llegar a Asunción). Al saberlo, y
sabiendo que, sin mí, no podría ser atendido con la presteza que deseo para el
servicio a Vuestra Majestad, decidí retrasar la campaña para enterarme mejor de
lo que disponía el despacho de Vuestra Alteza. Y así, a dos de junio de 1555, recibí de Bartolomé Justiniano aviso de que
enviaba una copia del documento original dictado por Vuestra Alteza. Beso pies y
manos de V. A. por la merced que me ha hecho, porque, aunque siempre he querido
lograr para V. A. lo mejor de esta tierra, hasta ahora todo han sido molestias para
V. A. Dios me dé tiempo para que mis obras se ajusten a mi deseo. Pero Justiniano
no ha traído la copia, porque el gobernador de San Vicente (era zona
brasileña) le ha retenido, cosa que
no era necesaria, y, por ello, he decidido enviar a Ñuflo de Chaves para que
recoja el documento. Este gobernador de San Vicente permite que los indios carios
que se llevan de aquí algunos cristianos forajidos, se vendan y se marquen como
esclavos, con lo que ofende gravemente a Dios Nuestro Señor y a Vuestra Alteza. Y, aunque por cartas les he rogado, exhortado
y requerido que no lo hagan, no ha habido enmienda, sino que siguen con su
costumbre. Tengo por cierto que lo mismo harán con los requerimientos que sobre
esto les envío. Por ello le pido a
Vuestra Alteza, que, de la mejor forma que pueda, lo remedie. De las cosas
particulares de esta tierra, no tengo más que decir, salvo que los naturales de
ella viven en paz y concordia, muy sosegados, sin tener pensamiento de hacer alteraciones, y cada día se van instruyendo
más en la fe católica. Los pobladores de esta tierra son muy pacíficos, y se
dedican a sustentarse sin causar perjuicios, ni ninguno de los escándalos pasados.
A Nuestro Señor sean dadas gracias por todo, y Él beneficie a todos. Nuestro
Señor la vida y el muy poderoso estado de Vuestra Alteza acreciente con mayores
reinos y señoríos. Desde la ciudad de Asunción,
a 24 de julio de 1555”. De lo que se saca la conclusión de que los
indios de Río de la Plata, aunque también peligrosos, eran mucho menos
problemáticos que los terribles mapuches de Chile.
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