lunes, 12 de septiembre de 2022

(1826) Ulrico nos sigue mostrando al gobernador Núñez Cabeza de Vaca como un tipo odioso, al que destituyeron por la fuerza. No deja de ser sospechoso que su sustituto fuera Domingo Martínez de Irala.

 

     (1426) Ya no sabe uno qué pensar, porque Ulrico está desprestigiando constantemente a Álvar Núñez Cabeza de Vaca, quien se encontraba muy enfermo, y envió a sus hombres a una zona para que fueran implacables con los indios:  “Mandó a 150 cristianos y 2.000 indios carios en 4 bergantines, a 4 leguas de distancia, con la orden de que matasen y tomasen prisioneros a los indios sueruekues, acabando con todo el que tuviese unos años de edad. Estos indios dichos nos habían hospedado bien antes de esto, pero tengo que decir cómo les correspondimos nosotros y las gracias que les dimos. Dios sabe que los tratamos injustamente. Cuando llegamos a su pueblo, no sospechaban tal cosa, y salieron de sus casas a encontrarnos de paz, aunque armados con arcos y flechas. Pero enseguida se armó armó un alboroto entre nuestros amigos, los carios y  los sueruekues, al extremo de que los cristianos disparamos nuestros arcabuces y volteamos a muchos.  También tomamos unos 2.000 prisioneros, hombres y mujeres, chicos y chicas, después quemamos sus pueblos y les quitamos cuanto tenían”.

     Cierto o exagerado, no queda más remedio que recoger las críticas que Ulrico hace de Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Esto dice a continuación: “Enseguida bajamos adonde estaba nuestro capitán Cabeza de Vaca, quien quedó muy contento con lo que habíamos hecho. Después, en vista de que la mayoría de nuestra gente  se hallaba enferma, y de que se le tenía poco respeto, comprendió que no lograría nada con ellos. De manera que decidió preparar los navíos y navegamos hasta Asunción, donde se habían quedado los otros cristianos. Allí se enfermó nuestro capitán general y estuvo 14 días metido en su casa, más por pretexto y por darse importancia, que por enfermedad. No se comunicaba con la gente, pero se había portado con ella de una manera muy impropia, porque alguien que pretende gobernar un país ha de dar buena salida a todos, tanto a los sencillos como a los importantes. A tal persona le conviene portarse  de manera que sea  respetado, así como ser más discreto y saber más que aquellos a los que manda. Tampoco debe andar pavoneándose por su alto puesto, despreciando a los demás como el muy fatuo y orgulloso soldadote Traso en las obras de Terencio (un popular personaje de este autor romano). Porque cada capitán se nombra para bien de sus soldados, y no se recluta la tropa para bien de su capitán”. No hay duda de que Ulrico se despachó a gusto con estas últimas palabras, y de que era un hombre culto. Es una pena que no tengamos a mano un juez imparcial que nos saque de dudas sobre cómo era el verdadero Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Pero, en lo que sigue, que será muy conflictivo, podremos tener una impresión más clara acerca de la personalidad de Ulrico, y de las alianzas que tuvo con los protagonistas del drama que nos espera.

     (Imagen) Al margen de que Ulrico critica muy duramente el comportamiento altivo y despótico de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, no hace ningún comentario sobre la parte positiva que pudiera tener, y nos detalla las decisiones que condujeron a algo sumamente castigado en aquellos tiempos, la fulminante destitución del gobernador: “Cabeza de Vaca no guardó respeto alguno a las personas, sino que, en todas las cosas quiso que se obedecieran sus opiniones, lleno de humo y de arrogancia. Y entonces se decidió que todos, nobles y plebeyos, se reunieran en asamblea. Se deseaba prender al capitán general Álvar Núñez Cabeza de Vaca y mandárselo a su Cesárea Majestad, haciéndole saber sus bellas cualidades (se nota agresividad en Ulrico), cómo se había portado con nosotros  y cómo había entendido él que debía gobernar, a lo que se añadían otros muchos cargos más. Enseguida, según lo convenido, se buscaron a estos 4 señores (entre ellos, un veedor, un tesorero y un escribano), Alonso de Cabrera, don Francisco de Mendoza, García Benegas y Felipe de Cáceres. Tomaron consigo 200 soldados y se apoderaron de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, nuestro capitán general, cuando él de tal cosa nada sospechaba. Esto sucedió el día de San Marcos, 25 de abril del año 1544. Lo tuvieron preso un año entero hasta que se preparó un navío provisto de víveres y de marineros, en el que enseguida despacharon a España al tantas veces nombrado Álvar Núñez Cabeza de Vaca junto con dos señores más de los que servían a su Cesárea Majestad. Después de esto, hubo que elegir a otro que gobernase en la tierra hasta que el Rey cubriese la vacante.  Enseguida tuvimos a bien, de acuerdo con el parecer y voluntad de la mayoría, que se eligiese a Domingo Martínez dándole los mismos poderes con que antes había gobernado la tierra, especialmente porque los militares se llevaban bien con él. Pero, no obstante, entre ellos había algunos que habían sido amigos de Álvar Núñez Cabeza de Vaca. A estos no les hizo mucha gracia la cosa, pero no lo tomamos demasiado en serio. Por este tiempo me sentí mal y enfermo de la hidropesía, que yo y mis camaradas habíamos sacado de la última campaña, allí donde por tanto tiempo anduvimos en el agua, y fue tan grande la miseria por la que pasamos, que en esa ocasión enfermaron 80 de los nuestros y solo unos 30 escaparon con vida de sus dolencias”. Pero nos va a hablar de inmediato Ulrico de algo que él no relaciona con la ausencia de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, y que quizá demuestre que la actitud de este gobernador fue mucho más valiosa de lo que él dice. El año 1556, como se ve en imagen, el Rey mandó dar a Cabeza de Vaca 12.000 maravedís de ayuda (en su desamparo) por estar enfermo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario