(1426) Ya no sabe uno qué pensar, porque
Ulrico está desprestigiando constantemente a Álvar Núñez Cabeza de Vaca, quien
se encontraba muy enfermo, y envió a sus hombres a una zona para que fueran
implacables con los indios: “Mandó a 150
cristianos y 2.000 indios carios en 4 bergantines, a 4 leguas de distancia, con
la orden de que matasen y tomasen prisioneros a los indios sueruekues, acabando
con todo el que tuviese unos años de edad. Estos indios dichos nos habían
hospedado bien antes de esto, pero tengo que decir cómo les correspondimos
nosotros y las gracias que les dimos. Dios sabe que los tratamos injustamente. Cuando llegamos a su pueblo, no sospechaban tal cosa, y salieron
de sus casas a encontrarnos de paz, aunque armados con arcos y flechas. Pero
enseguida se armó armó un alboroto entre nuestros amigos, los carios y los
sueruekues, al extremo de que los cristianos disparamos nuestros arcabuces y
volteamos a muchos. También tomamos unos
2.000 prisioneros, hombres y mujeres, chicos y chicas, después quemamos sus
pueblos y les quitamos cuanto tenían”.
Cierto o exagerado, no queda más remedio
que recoger las críticas que Ulrico hace de Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Esto
dice a continuación: “Enseguida bajamos adonde estaba nuestro capitán
Cabeza de Vaca, quien quedó muy contento con lo que habíamos hecho. Después, en
vista de que la mayoría de nuestra gente se hallaba enferma, y de que se le tenía poco respeto,
comprendió que no lograría nada con ellos. De manera que decidió preparar los
navíos y navegamos hasta Asunción, donde se habían quedado los otros cristianos.
Allí se enfermó nuestro capitán general y estuvo 14 días metido en su casa, más
por pretexto y por darse importancia, que por enfermedad. No se comunicaba con
la gente, pero se había portado con ella de una manera muy impropia, porque alguien
que pretende gobernar un país ha de dar buena salida a todos, tanto a los sencillos
como a los importantes. A tal persona le conviene portarse de manera que sea respetado, así como ser más discreto y saber
más que aquellos a los que manda. Tampoco debe andar pavoneándose por su alto
puesto, despreciando a los demás como el muy fatuo y orgulloso soldadote Traso en
las obras de Terencio (un popular personaje de este autor romano).
Porque cada capitán se nombra para bien de sus soldados, y no se recluta la
tropa para bien de su capitán”. No hay duda de que Ulrico se despachó a gusto
con estas últimas palabras, y de que era un hombre culto. Es una pena que no
tengamos a mano un juez imparcial que nos saque de dudas sobre cómo era el
verdadero Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Pero, en lo que sigue, que será muy
conflictivo, podremos tener una impresión más clara acerca de la personalidad
de Ulrico, y de las alianzas que tuvo con los protagonistas del drama que nos
espera.
(Imagen) Al margen de que Ulrico critica
muy duramente el comportamiento altivo y despótico de Álvar Núñez Cabeza de
Vaca, no hace ningún comentario sobre la parte positiva que pudiera tener, y
nos detalla las decisiones que condujeron a algo sumamente castigado en aquellos
tiempos, la fulminante destitución del gobernador: “Cabeza de Vaca no guardó
respeto alguno a las personas, sino que, en todas las cosas quiso que se
obedecieran sus opiniones, lleno de humo y de arrogancia. Y entonces se decidió
que todos, nobles y plebeyos, se reunieran en asamblea. Se deseaba prender al
capitán general Álvar Núñez Cabeza de Vaca y mandárselo a su Cesárea Majestad,
haciéndole saber sus bellas cualidades (se nota agresividad en Ulrico),
cómo se había portado con nosotros y
cómo había entendido él que debía gobernar, a lo que se añadían otros muchos
cargos más. Enseguida, según lo convenido, se buscaron a estos
4 señores (entre ellos, un veedor, un tesorero y un escribano), Alonso
de Cabrera, don Francisco de Mendoza, García Benegas y Felipe de Cáceres. Tomaron
consigo 200 soldados y se apoderaron de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, nuestro
capitán general, cuando él de tal cosa nada sospechaba. Esto sucedió el día de
San Marcos, 25 de abril del año 1544. Lo tuvieron preso un año entero hasta que
se preparó un navío provisto de víveres y de marineros, en el que enseguida
despacharon a España al tantas veces nombrado Álvar Núñez Cabeza de Vaca junto
con dos señores más de los que servían a su Cesárea Majestad. Después
de esto, hubo que elegir a otro que gobernase en la tierra hasta que el
Rey cubriese la vacante. Enseguida
tuvimos a bien, de acuerdo con el parecer y voluntad de la mayoría, que se eligiese
a Domingo Martínez dándole los mismos poderes con que antes había gobernado la
tierra, especialmente porque los militares se llevaban bien con él. Pero, no
obstante, entre ellos había algunos que habían sido amigos de Álvar Núñez
Cabeza de Vaca. A estos no les hizo mucha gracia la cosa, pero no lo tomamos demasiado
en serio. Por este tiempo me sentí mal y enfermo de la hidropesía,
que yo y mis camaradas habíamos sacado de la última campaña, allí donde por
tanto tiempo anduvimos en el agua, y fue tan grande la miseria por la que
pasamos, que en esa ocasión enfermaron 80 de los nuestros y solo unos 30
escaparon con vida de sus dolencias”. Pero nos va a hablar de inmediato Ulrico
de algo que él no relaciona con la ausencia de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, y que
quizá demuestre que la actitud de este gobernador fue mucho más valiosa de lo
que él dice. El año 1556, como se ve en imagen, el Rey mandó dar a Cabeza de
Vaca 12.000 maravedís de ayuda (en su desamparo) por estar enfermo.
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