(1432) Seguiremos hablando en la imagen
siguiente de la rebelión de Diego de
Abreu, pero, voy a adelantar que Ulrico partirá hacia España: “Por el mismo
tiempo me llegó una carta de España, desde Sevilla, del factor de la Casa de la
Contratación , al cual se la había enviado Sebastián Neithart, quien la
escribió por petición de mi finado hermano Tomás Schmídel, por si fuese posible
que se me ayudase a regresar a Alemania. El factor, con toda diligencia, lo
quiso poner en cumplimiento, a lo que se
debió que me llegó la carta, la cual la recibí el día 25 de julio de 1552, festividad
del Apóstol Santiago (Un comentarista dice que, la víspera de Santiago del
dicho año 1552, llegó a Asunción Hernando de Salazar con esa carta y otras).
Después de haberla leído, sobre la marcha pedí licencia a nuestro capitán,
Domingo Martínez de Irala, pero, al principio, no quiso dármela. Sin embargo,
más tarde tuvo él que reconocer mis largos servicios prestados, que yo había
servido siempre fielmente a su Cesárea Majestad, y que por él, el capitán Irala,
muchas veces había puesto en peligro cuerpo y vida, sin jamás abandonarlo. Sin
duda lo reconoció, y me dio el permiso. Me confió también una carta para su Cesárea
Majestad, para que en ella hiciese él saber a Su Majestad cómo se encontraba la
tierra de Río de la Plata y qué era lo que en ella había acontecido. Las
tales cartas las entregué yo después a los consejeros de la Cesárea Majestad en
Sevilla, a quienes yo también, de palabra, les hice un relato con mucha
información sobre Río de la Plata. Cuando yo tuve todas mis
cosas dispuestas para el viaje, me despedí amistosamente del capitán Domingo
Martínez de Irala y de los demás buenos compañeros y amigos. Me llevé también
20 indios carios, para que cargasen con lo necesario para un viaje tan largo”.
Después tuvo información extra: “Ocho días
antes de mi partida, llegó un hombre desde Brasil dando la noticia de que había
llegado allí desde Lisboa un navío que pertenecía al muy honorable y discreto
señor Johann von Hielst , un comerciante o funcionario de Amberes. Cuando yo hube averiguado cuanto tenía que decirme, me puse en
marcha, en nombre de Dios Todopoderoso, el 26 de diciembre de 1552, día de San
Esteban, y abandoné Río de la Plata partiendo de la ciudad de Asunción con
20 indios y 2 canoas. Primeramente llegamos a un pueblo llamado Yeruquihaba. En
este lugar se me juntaron 4 compañeros, 2 españoles y 2 portugueses, los cuales
no traían licencia del capitán Domingo de Irala”.
El meticuloso Ulrico parece deleitarse en
seguir dando nombres y distancias de las poblaciones por las que va pasando en
su viaje. Alcanza el territorio brasileño y sigue aportando datos: “Llegamos (ya
tras largo recorrido) a un pueblo llamado Gienge, que es el último que está
bajo la obediencia de su Cesárea Majestad, porque, desde allí, empieza la
tierra del Rey de Portugal. Tuvimos que dejar el río Paraná y las canoas para
marchar por tierra a Tupí, y caminamos 6 semanas por desiertos, cerros y
valles, en que, por miedo de las fieras del campo, no podíamos dormir
tranquilos. El encanto de los indios tupíes es la guerra perpetua. Están día y
noche borrachos, también son amigos del baile, y llevan a tal extremo la vida
de adulterio, que no es para contada”.
(Imagen) Mientras Domingo de Irala y sus
hombres viajaban hacia el norte (teniendo que dar la vuelta en la frontera
peruana porque les prohibió avanzar el
gran Pedro de la Gasca), en la ciudad de Asunción se rebeló Diego de Abreu tan
brutalmente, que le cortó la cabeza a Francisco de Mendoza (en la imagen lo
comenta su hijo Diego de Mendoza), que estaba al mando por delegación de
Irala. Cuando llegaron a Asunción, les esperaba Abreu obcecado en su rebeldía: “Entonces
(cuenta Ulrico) puso a todos en rebeldía y quiso luchar contra nosotros.
Primeramente fortificó Asunción mientras llegábamos con nuestro capitán,
Domingo Martínez de Irala. Pero no quiso dejarlo entrar, ni tampoco entregarle
la ciudad, ni mucho menos reconocerle como señor. Después de
poner nosotros cerco a Asunción, muchos soldados que estaban en la ciudad,
cuando se dieron cuenta de que, por parte nuestra, la cosa iba de veras, venían
adonde nosotros estábamos y le pedían perdón a nuestro capitán.
Cuando Diego de Abreu observó la conducta de su gente, que no se podía fiar de
ella, y que, demás, era muy probable que le tomásemos por sorpresa la ciudad,
pidió consejo a sus mejores compañeros y amigos. Al saber que los que estaban
dispuestos a partir con él eran unos cincuenta, se los llevó consigo. Los
demás, tan pronto como salieron de la ciudad los que iban con Diego de Abreu,
se sometieron a nuestro capitán, le entregaron la ciudad y le pidieron perdón.
Domingo de Irala se lo concedió, y entró en la ciudad. Pero el dicho Diego de
Abreu merodeó con los 50 cristianos en un entorno de 30 leguas,
y por eso nosotros no pudimos vencerlos”. Curiosamente, la extraña rebeldía de
Diego de Abreu se mantuvo viva largo tiempo, como nos cuenta Ulrico: “Estos dos
caudillos se hicieron la guerra el uno al otro durante 2 años enteros, y de tal
manera, que ninguno de los dos se encontraba seguro. Diego de Abreu no se
quedaba mucho tiempo en lugar alguno, hoy allí y mañana en otra parte, y,
siempre que nos podía perjudicar, no perdía la oportunidad, porque hasta se
parecía a un salteador de caminos. De manera que, si quería nuestro capitán
estar tranquilo, tenía que buscar algún arreglo con Abreu, hasta el punto de
que pactó un casamiento con sus 2 hijas, entregándoselas a los 2 primos
de Abreu, llamados Alonso Riquelme de Guzmán y Francisco Ortiz de Vergara. Cuando
se concertaron los tales casamientos, conseguimos estar en paz entre nosotros”.
Sería por entonces cuando Ulrico, enterado de la muerte de su hermano,
emprendió el viaje hacia Alemania. Luego volvió Abreu a su rebeldía, y morirá
pronto. Lo que no dice Ulrico es que Diego de Abreu se sublevó, principalmente,
porque siempre fue un gran partidario del destituido gobernador legítimo, Álvar
Núñez Cabeza de Vaca.
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