lunes, 5 de septiembre de 2022

(1820) Donde pronto iba a nacer la ciudad de Asunción, los indios carios, entusiastas del canibalismo, tras ser derrotados se convirtieron en incondicionales aliados de los españoles. También pidieron la paz los indios agaces.

 

     (1420) Una vez más se confirma que el canibalismo era habitual en muchas partes de Las Indias: “La tierra de estos carios es de mucha extensión, casi 300 leguas de ancho y largo, son hombres pequeños y gruesos, y valen más para servir a otros. Los varones tienen en el labio un agujero pequeño en el que meten un cristal amarillo. Esta gente, hombres y mujeres, andan en cueros vivos. Entre estos indios. el padre vende a la hija, el marido a la mujer, si esta no le gusta, y también el hermano vende a la hermana. Una mujer cuesta una camisa, o un cuchillo de cortar pan, o un anzuelo o cualquier otra baratija por el estilo. Estos carios también comen carne humana cuando pelean y toman algún enemigo, sea hombre o mujer, y, como se ceban los puercos en Alemania, así ceban ellos a los prisioneros. Pero si la mujer es algo linda y joven, la conservan por un año o más, y si durante ese tiempo no alcanza a gustarles del todo, la matan y se la comen, y con ella hacen fiesta solemne, o como si fuese para una boda, pero, si la persona es vieja, la hacen trabajar en la labranza hasta que se muere. Esta gente es la más caminante de cuantas tribus hay en el territorio de Río de la Plata, y son grandes guerreros por tierra. Su ciudad está rodeada con 2 empalizadas de madera. Habían cavado unos fosos, dejando unos hoyos en los que tenían clavadas estacas de palo duro y puntiagudas. Estaban tapados los hoyos con paja y ramas cubiertas de tierra y pasto, con el fin de que, cuando nosotros, los cristianos, persiguiésemos a los carios o atacásemos su ciudad, cayésemos en hoyos, pero fueron tantos, que hasta los mismos indios se caían en ellos”.

     Pronto tuvieron los españoles ocasión de medirse con los carios: “Nuestro capitán general, Juan de Ayolas, puso en orden a toda nuestra gente, menos 60 hombres que dejó de guardia en los bergantines, y con ella fue al ataque contra la ciudad de los indios. Nos divisaron estando nosotros a un tiro largo de arcabuz, siendo ellos unos 40.000. Por medio de un mensajero, nos pidieron que nos retirásemos, porque así nos proveerían de comida, y, de no hacerlo, se convertirían en enemigos nuestros. Pero esto de ningún modo nos convenía , ya que allí había abundancia de comida, y sabido era que, en los últimos 4 años, no habíamos probado ni visto un bocado de pan, sino sólo pescado y carne. Entonces empuñaron los carios sus arcos y con ellos en las manos nos recibieron. Ni aun así quisimos nosotros hacerles mal, y les rogamos por tercera vez que se mantuviesen en paz porque deseábamos ser sus amigos, pero no quisieron hacer caso, ya que no habían probado los arcabuces nuestros. Cuando nos pusimos cerca de ellos, les hicimos una descarga con nuestras bocas de fuego. Al oírlo eso y ver que su gente caía al suelo sin tener clavada flecha, sino solo un agujero en el cuerpo, se llenaron de espanto, y al instante huyeron en pelotón, cayendo unos sobre otros. Y fue tanta fue la prisa de meterse en su pueblo, que unos 200 carios cayeron en sus ya mencionados hoyos. Después de esto, nos acercamos a su pueblo y lo atacamos. Como ya no podían resistir más y temían por las mujeres e hijos, que también tenían consigo en la ciudad, nos pidieron misericordia, prometiendo complacernos en todo con tal que les perdonásemos las vidas. Le trajeron a nuestro capitán, Juan de Ayolas, 6 mujeres, de las que la mayor tendría unos 18 años. Luego se empeñaron en que nos quedásemos con ellos, y le regalaron a cada soldado 2 mujeres, para que nos sirvieran en el lavado y la cocina. Y, de esta manera, se hizo la paz entre nosotros”. Resulta curioso que los cronistas no suelan hablar claramente de la vida sexual de los soldados. Tema tabú.

 

     (Imagen) Va a ocurrir algo muy importante en Río de la Plata. Los indios carios, derrotados, se harán firmes amigos de los españoles y les van a construir una especie de refugio que hará historia: “Se vieron obligados a levantarnos una gran casa de piedra y madera, para que, si con el paso del tiempo ocurriese que se levantasen contra nosotros, pudiésemos defendernos. Tomamos este pueblo el día 15 de agosto de 1537, festividad de Nuestra Señora de la Asunción, y así se llama todavía esta ciudad.  En esta batalla cayeron de los nuestros 16 hombres,  y permanecimos allí 2 meses”. El lugar era muy estratégico, porque estaba al borde del río Paraguay y se convirtió en el centro de todo el territorio.  Fue el burgalés Juan de Salazar (natural de Espinosa de los Monteros)  quien consolidó su fundación con todas las formalidades notariales. Sigue diciendo Ulrico: “Llevanos a cabo un contrato con los carios por el que prometían acompañarnos a la guerra y auxiliarnos con 8.000 hombres contra los indios agaces. Después de que nuestro capitán general, Juan de Ayolas, hubo arreglado todo esto, partió con 300 españoles, más los carios, y recorrió, aguas abajo, las 30 leguas que hay hasta donde vivían los agaces. Los encontramos en el mismo lugar en que los dejamos, y los sorprendimos en sus casas porque aún dormían, gracias a que los carios los habían descubierto. Allí matamos a chicos y grandes, porque es costumbre de los carios, cuando guerrean y salen ganando, matar a todos sin compadecerse de nadie. Después de esto, tomamos nosotros 500 canoas y quemamos todos los pueblos que pudimos hallar. A los 4 meses, vinieron algunos de los agaces que no habían tomado parte en tal escaramuza por no haberse hallado en sus casas, y pidieron perdón. Nuestro capitán general, Juan de Ayolas, se lo tuvo que conceder, porque, según las órdenes establecidas por la Cesárea Majestad, era obligatorio perdonar a los indios hasta la tercera vez, de manera que solo si algún indio se alzase por tercera vez, debería quedar preso o esclavizado por toda su vida”. Los carios, en realidad, tenían su primitivo origen en la Amazonía del norte, y descendían de tribus caribeñas, por lo que conservaban con orgullo el nombre de ‘carios’. Se daba también la circunstancia de que habían sido  masacrados por otras tribus, como la de los agaces, y, al igual que pasó en muchos territorios de las Indias, se aliaron con los españoles para tomarse la revancha. Es llamativo también que, en general, los cronistas siempre han escrito honradamente, con objetividad y sentido ético. El gran Bartolomé de las Casas, sin embargo, llevado por su espíritu  justiciero, exageró la maldad de los españoles. No obstante, su proceso de canonización continúa, merecidamente, en marcha.




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