martes, 6 de septiembre de 2022

(1821) Los indios naperus y piembas mataron al gobernador Ayolas y a todos sus hombres. Nunca se sabrá si Irala (nuevo gobernador) y los suyos (incluido el cronista Ulrico) los habían abandonado a propósito.

 

     (1421) Ulrico aporta luego datos que resultan bastantes confusos, sobre todo porque los nombres que hacen referencia a las tribus que van encontrando están muy deformados por su pronunciación alemana. Trataré de aclararlo. Los españoles permanecieron seis meses en Asunción, y se lo tomaron como un merecido descanso. Juan de Ayolas les pidió a los carios que le dieran datos sobre los indios payaguaes. Le dijeron que estaban a 100 leguas de distancia y le contaron cuál era su forma de vida y de qué se alimentaban: “Recogida esta información, nuestro capitán, Juan de Ayolas, les mandó a los carios que cargasen 5 navíos con comida, y ellos le dijeron que se prestarían a cumplir todo lo que el capitán les mandase. Cuando los navíos estuvieron cargados de provisiones, mandó nuestro capitán que se reuniese toda la gente y, de sus 400 hombres, separó 300 bien armados, y a los otros 100 los dejó en Asunción, donde en aquel tiempo vivían los carios. De ahí navegamos aguas arriba y encontramos cada 5 leguas un pueblo de los dichos carios, asentados junto al río Paraguay. Nos trajeron a los cristianos lo necesario con comida de pescado y carne”.

     Continúa Ulrico hablando del avance por aquellas tierras en las que abundaban los carios, pero también dieron con los indios piembas, de los que dice que les recibieron con buenas maneras y dándoles comida abundante (aunque anuncia que más tarde les iban a crear problemas). Entonces fue cuando Juan de Ayolas partió para una nueva expedición, dejando allí parte de su ejército bajo el mando de Domingo Martínez de Irala. Como ya sabemos por la crónica de Cabeza de Vaca, y veremos de nuevo, nunca más volvieron a encontrarse, por un malentendido o por falta de lealtad de Irala: “Nuestro capitán general, Juan  de Ayolas, pidió algunos indios piembas para que fuesen con él tierra adentro. Se prestaron de buen grado, y al punto, su cacique separó 300 indios para que lo acompañasen.  Enseguida mandó Juan de Ayolas zarpar en 3 de los 5 navíos que teníamos, y en los otros 2 quedamos 50 hombres.  Nos dio la orden de permanecer en aquella zona durante los  4 meses que iba a durar su ausencia, y, si se diese el caso de que él no se volviese a juntar con nosotros dentro del plazo estipulado, deberíamos regresar con estos 2 navíos a la ciudad de Nuestra Señora de la Asunción. Pero aconteció que, aunque nosotros permanecimos con los indios piembas durante 6 meses, no supimos nada de nuestro capitán Juan de Ayolas. Ya no teníamos cosa que comer, así que nos vimos obligados a viajar con nuestro mencionado capitán Domingo Martínez de Irala de vuelta a la ciudad Asunción, según lo mandado por nuestro capitán general”.

     Ya hablamos hace tiempo de la decisión que tomó Ayolas de dejar a Domingo Martínez de Irala con varios hombres en el territorio de los indios piembas, mientras se lanzaba a la aventura hacia el norte con otra  tropa. Cuando regresó Ayolas, Irala y los  suyos se habían marchado, y hemos visto que Ulrico, con una sola frase, parece pretender justificar el abandono del lugar. Nos ha contado que Ayolas había ordenado que esperasen su regreso solamente durante cuatro meses, y que Martínez de Irala, no solo cumplió el plazo, sino que aguantó dos meses más. Ulrico continúa la narración hablando de lo que ocurrió a la vuelta de Ayolas. Nunca se sabrá si Irala, con la conformidad de sus hombres, incluido Ulrico, dejaron tirado a Ayolas.

 

     (Imagen) Siempre quedará la duda de si Domingo Martínez de Irala respetó la orden que le dio el burgalés Juan de Ayolas de esperar durante cuatro meses su regreso. En algunas crónicas se da a entender que Irala estaba deseoso de poder arrebatarle el cargo de gobernador de Río de la Plata. Pero Ulrico, que evita mostrar su opinión, nos sigue contando: “Ayolas y los suyos se vieron frente a muchas tribus que les atacaron, y luego  también murieron de hambre en este viaje la mitad de los cristianos. Llegó adonde los indios paizunos, y se vio obligado a retroceder con su gente, menos tres españoles, que, por estar enfermos, tuvo que dejar atrás entre los indios paisenos. Juan de Ayolas regresó con la gente adonde los indios naperus; allí quedaron y descansaron tres días, porque la gente estaba muy cansada y enferma, y ya no les quedaba munición. Pero entonces los  naperus y los piembas decidieron matar al capitán Juan de Ayolas y a los suyos. Cuando  ya se marchaban los españoles, fueron sorprendidos por estos indios. Embistieron sin piedad al capitán y a los cristianos, como si fuesen perros rabiosos, y acabaron de matar y destruir a los debilitados soldados junto con su capitán,  de suerte que ni uno de ellos escapó. Dios se apiade de ellos y de todos nosotros y nos tenga misericordia. Cuando los otros 50 hombres llegamos al asiento de Asunción,  y allí esperábamos a Juan de Ayolas y a nuestros soldados, supimos cómo les había ido por un indio que era esclavo del finado Ayolas. Nos contó todo de principio a fin, pero no nos fue posible creerle. Y durante el año que permanecimos  en la ciudad de Asunción, los carios le decían a nuestro capitán, Martínez de Irala, que Ayolas y los suyos tuvieron que haber perecido a manos de los piembas. Pero nosotros no queríamos creer que fuese cierto mientras no se lo oyésemos declarar a un piemba. Dos meses después llegaron allí los carios y le trajeron a nuestro capitán dos piembas que habían tomado prisioneros. Nuestro capitán les preguntó si ellos habían tenido parte en la muerte de los cristianos. Mintieron mucho y dijeron que los españoles no habían llegado a su territorio. El capitán consiguió conformidad del justicia y del maestre de campo para que se les interrogase con dureza. Se les dio tormento a tal punto, que confesaron ser verdad que ellos habían matado a los cristianos y a su capitán. Después de esto nuestro capitán, Domingo Martínez de Irala, hizo condenar a los dos piembas y atarlos a un palo con una gran hoguera para quemarlos. Entonces, a todos nosotros nos pareció bien elegir a Domingo Martínez de Irala capitán general, dado que se había portado muy bien con los soldados, pero ocupando el cargo durante el tiempo en que Su Majestad no dispusiese otra cosa”. Tiene sentido que lo escogieran al conocer el triste final de Juan de Ayolas, pero, al haber pasado tanto tiempo, Irala ya ejercía como gobernador interino antes de tener la certeza de su muerte.




No hay comentarios:

Publicar un comentario