miércoles, 14 de septiembre de 2022

(1828) Defectos aparte, Domingo Martínez de Irala era un bravo militar. La amistad con los indios era precaria y había batallas. Ulrico habla claro del sexo con las nativas.

 

     (1428) Después de la sangrienta lucha, los españoles regresaron a Asunción, pero con intención de descansar y volver al ataque contra los carios aguas arriba del río Paraguay. Tras 14 días de tranquilidad, pero dedicados a preparar todo lo necesario, habiendo tenido que reemplazar a muchos españoles e indios amigos que no estaban en condiciones de combatir nuevamente, Domingo de Irala partió con los 400 españoles y 1.500 indios navegando hacia Juerich Sabaye, lugar donde estaban los indios tabarés, bajo el mando del cacique Tabaré: “Cuando ya estábamos cerca del destino, nos salió al encuentro el mismo cacique de los carios que nos había entregado su pueblo a traición, y trajo consigo 1.000 indios para ayudarnos contra los tabarés. Después nuestro capitán, Domingo de Irala, envió dos de estos carios para anunciar a nuestros enemigos que ya estábamos cerca y que debían volverse a su tierra, y someterse a los cristianos volviendo a servirles, como lo habían hecho antes, pero que, si ellos no querían, los arrojaría a todos de la tierra. A lo cual contestó el cacique Tabaré que dijesen al capitán de los cristianos que no querían saber nada de ellos y que, si se atreviesen a venir, nos habían de dar la muerte. También castigaron malamente a nuestros dos indios, y les dijeron que se pasasen pronto a su bando, porque, si no,  los habían de matar”.

     Los dos indios volvieron con el mensaje del rechazo de la paz por parte del cacique Tabaré, y la reacción española fue inmediata: “Marchamos contra nuestros enemigos, y llegamos a un río extraordinariamente ancho, el Xexuy, pero el agua solo nos llegaba hasta la cintura. Como teníamos que atravesarlo, los indios nos hicieron gran resistencia y mucho daño al pasar, y bien creo que, de no ser por los arcabuces, no  habría quedado vivo ninguno de nosotros. Y tanto nos favoreció Dios Todopoderoso, que logramos alcanzar la otra orilla. Entonces los enemigos huyeron a su pueblo, que estaba a media legua, y nosotros los perseguimos, llegando al pueblo al mismo tiempo que ellos y cercándolos, sin que ningún indio pudiera salir ni entrar. Llegada la noche, Dios Todopoderoso nos favoreció, de suerte que los derrotamos, tomamos el pueblo y matamos mucha gente. Pero ya antes de entrar en pelea nos había encargado nuestro capitán que no matásemos ni a mujeres ni a niños, sino que los tomásemos prisioneros, y obedecimos su encargo. Sin embargo, todos los enemigos que pudimos alcanzar, tuvieron que morir. También nuestros indios amigos, los geberus, volvieron con unas 1.000 cabezas de nuestros enemigos carios (hay que subrayar que se trataba carios que, siendo amigos de los españoles, se habían rebelado)”.

     La derrota tuvo que ser tremebunda, ya que los indios se rindieron sin condiciones: “Después de que todo sucediera, llegaron  los carios que se habían salvado junto con su jefe principal, Tabaré, y otros caciques, y pidieron perdón a nuestro capitán, con la única condición de que se les devolviese sus mujeres e hijos, porque de esa manera volverían a ser los buenos amigos de antes y nos servirían con toda humildad. Así, pues, nuestro capitán les prometió perdón y decidió favorecerlos. Luego se hicieron buenos amigos, hasta que yo partí de aquella tierra. Año y medio duró esta guerra con los carios (de 1545 a 1547), así que durante este tiempo no hubo paz y nosotros  no podíamos estar seguros”.

 

     (Imagen) Entramos de momento en una parte algo monótona de esta historia, pero veremos incidentes llamativos, y pronto aumentará la intensidad del relato. El Gobernador Domingo Martínez de Irala, después de su rotundo y duro triunfo sobre los indios carios, quienes tras la derrota volvieron a ser amigos de los españoles, partirá de conquista en dirección norte, y llegará  hasta la frontera con Perú. No va a ser, como en Chile, una lucha continua contra los mismos enemigos, sino un avance teniendo contactos con tribus distintas. Veremos a Ulrico como hombre religioso, y, al mismo tiempo, carente de escrúpulos. Tras regresar a Asunción, los españoles permanecieron en la ciudad dos largos años. Después Domingo de Irala decidió partir en busca de territorios donde encontrar oro y plata, con gran contento por parte de sus hombres y de los carios amigos. Llegados a San Fernando, decidió continuar por tierra. Varios navíos volvieron a Asunción, y, en este lugar dejó dos bergantines bajo el mando de Pedro Díaz. Habiendo estado unos 16 días de marcha, encontraron la tribu de los embayaes, y Ulrico comenta: “Son gente guerrera que tiene sometidos a otros indios. Las mujeres son lindas y no se tapan las vergüenzas. Salieron a nuestro encuentro, y le dijeron al capitán que debíamos reposar esa noche allí, y que ellos nos traerían todo cuanto nos faltaba. Pero esto lo hacían con mala intención, y, para confiarnos más, enseguida le mandaron a Diego de Irala 4 coronas de plata que se ponen ellos en la cabeza. Además, le mandaron a nuestro capitán 3 lindas doncellas, o mujeres  que no eran viejas. Durante el tiempo que descansamos en este pueblo, distribuimos nosotros la guardia, para que así estuviese la gente preparada contra los enemigos, y enseguida nos acostamos a dormir en paz. Más tarde, como a la media noche, sucedió que se le perdieron a nuestro capitán sus 3 doncellas, quizá porque no pudo satisfacer a las 3, ya que era un hombre de unos 60 años. Si nos las hubiese entregado a nosotros, los soldados, tal vez no hubiesen desaparecido. Debido a esto, se armó gran alboroto en el campamento, y, en cuanto amaneció, nuestro capitán hizo tocar generala y mandó que cada cual permaneciese en su puesto con sus armas. Luego ocurrió que los embayaes, en número de 20.000 hombres, pretendieron sorprendernos, mas no nos sacaron gran ventaja, pues en esta escaramuza quedaron unos 1.000 muertos. Enseguida huyeron ellos de allí y nosotros los perseguimos hasta  su pueblo, pero no encontramos indios allí, ni sus mujeres ni sus hijos”. Después veremos que los españoles fueron tras ellos durante 3 días e hicieron una terrible escabechina en otros embayaes. En la imagen vemos la elegante firma de Domingo de Irala.




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