domingo, 4 de septiembre de 2022

(1819) Subieron por el río arriba descubriendo nuevos lugares. Schmídel da detalles de todo lo que ve. Mataron una enorme anaconda. Encontraron tribus amables y lucharon contra otras belicosas, muriendo 15 españoles.

 

     (1419) Se reunieron Juan de Ayolas, Alonso de Cabrera y Domingo Martínez de Irala, como principales en el mando, con otros capitanes: “Se hizo nueva revista de la gente y se halló que, con los nuestros y los otros recién llegados de España, había 550 hombres. Tomaron a 400 para sí, y los restantes 150 los dejaron donde los indios timbúes porque no cabían en los navíos. Quedó al mando de estos  un capitán llamado Carlos Dubrin, el cual en otro tiempo había sido paje de Su Cesárea Majestad. Después, partimos en 8 pequeños navíos aguas arriba del río Paraná, en busca de otro río, llamado Paraguay, donde viven los carios (guaranís de Paraguay). Así, pues, partimos del puerto de Buena Esperanza (pronto llamado Corpus Christi). El primer día llegamos a una nación de indios llamados corondas. Ellos compartieron con nosotros su pobreza, con carne, pescado y pieles. Nosotros les dimos abalorios, rosarios, espejos, peines, cuchillos y anzuelos. Permanecimos 2 días con ellos, y nos dieron 2 indios carios, que los tenían cautivos, para que nos sirvieran de guías  y de intérpretes”.

     Siguieron su ruta y encontraron más indios emparentados con los corondas y del mismo idioma. Nuevamente actuaron los nativos con buen talante y les dieron de comer, correspondiendo con regalos los los españoles. Siguieron caminando durante 18 días sin ver indio alguno hasta que dieron con un poblado de indios machkuerendes, y tuvieron un curioso incidente: “Tras estar cuatro días con estos indios, hallamos estirada en la tierra una serpiente extremadamente grande, que medía 25 pies de largo, gruesa como un hombre, de negro y amarillo, y la matamos con un arcabuz. Los indios se maravillaron de su tamaño, porque jamás habían visto otra igual. Esta serpiente, según nos contaron, los tenía muy preocupados, porque, cuando se bañaban en el agua, siempre solía estar oculta bajo ella, envolvía a los indios con la cola y, zambulléndose con ellos, se los tragaba. Yo mismo medí esta serpiente, y puedo dar cuenta cabal de cómo era de larga y gruesa. Después los indios la despedazaron, la asaron y se la comieron en sus casas. De allí navegamos por el Paraná arriba y, después de 4 días de viaje, encontramos una tribu  de indios Chanaes. Tanto hombres como mujeres, mozos como viejos, andan en cueros vivos, tal y como vinieron al mundo,  sin vestir ni un trapillo ni cosa alguna que les sirva para tapar las vergüenzas, y están en guerra con los machkuerendes”.

     Los españoles se estaban acostumbrando a ser  bien recibidos, pero tuvieron una sorpresa: “Permanecimos solo una noche con ellos, porque no tenían qué comer. Es una nación que se parece a los salteadores de caminos de nuestro país. Viven a unas 20 leguas del río para evitar que los tomen por sorpresa sus enemigos. De allí llegamos donde unos indios que se llaman mepenes. Son unos 100.000 hombres, y tienen más canoas que cualquier otra tribu, cabiendo en cada una de ellas 20 personas. Esta gente nos salió al encuentro por agua en son de guerra, con 500 canoas, pero les matamos a muchos con nuestros armas, porque hasta entonces no habían visto arcabuces ni cristianos. Mas, cuando llegamos a sus casas no les pudimos sacar ventaja alguna, porque el lugar distaba una legua del río Paraná, donde teníamos los navíos, y sus pueblos estaban rodeados de agua muy profunda por todas partes, así que no les pudimos hacer mal alguno, ni quitarles nada. Como no nos pareció prudente apartarnos demasiado de nuestros navíos, retornamos a ellos,  porque la guerra que hacen estos indios es solo por el agua”.

 

     (Imagen) El cronista Ulrico Schmídel tiene todas las características del alemán curioso y perfeccionista en el detalle, por lo que, según avanza por aquellas tierras, va recogiendo los datos antropológicos, zoológicos, fitológicos y geográficos que le llaman la atención. Para situarnos, conviene fijarse en el plano de la imagen. Toda la enorme gobernación lleva el nombre de Río de la Plata, pero vemos que, en realidad, lo que se llama así es el estuario situado en el Atlántico. De allí parte el río Paraná, que, más al norte, enlaza con la bajada del río Paraguay. Ahora Ulrico y los suyos, con sus naves, alcanzan este lugar: “Llegamos a un río llamado Paraguay, navegamos aguas arriba, y encontramos muchísima gente de indios llamados  Kueremaguéis, que solo tienen para comer pescado, carne y pan de algarrobo, con el que hacen vino. Nos trataron muy bien y nos proporcionaron cuanto nos faltaba. Son altos y corpulentos, así hombres como mujeres. Estos hombres se horadan las narices y en la aberturita meten una pluma de papagayo. Las mujeres se pintan la parte inferior de la cara con unas rayas largas de azul, que les duran toda la vida, y se tapan las vergüenzas con un pañito de algodón desde el ombligo hasta las rodillas. Para llegar desde los indios mapenis, tuvimos que andar  40 leguas, y nos quedamos aquí 3 días. Luego fuimos donde una nación de indios llamados agaces, que tienen pescado y carne. Son altos y bien formados, uno y otro sexo. Las mujeres son lindas, se pintan y se tapan las vergüenzas. Pero, en cuanto llegamos adonde ellos estaban, se presentaron aguerridos y dispuestos a pelear con nosotros, con intención de no dejarnos pasar adelante. Viendo esto y que no había más remedio, nos encomendamos a Dios Todopoderoso, y nos pusimos en orden de batalla por agua y por tierra. Luchamos enérgicamente y acabamos con muchísimos de los agaces, pero ellos nos mataron a 15 hombres. Dios los premie a todos. Estos agaces son buenos guerreros, los mejores que hay si es por agua, pero por tierra no lo son tanto. Con tiempo, habían hecho huir a sus mujeres e hijos,  y del mismo modo habían ocultado la comida y cuanto tenían, de manera que no les pudimos aprovechar nada (más tarde volverán adonde ellos). Después de esto tuvimos que dejar a estos agaces y llegamos a otra nación, la de los indios carios (eran a los que buscaban). Allí Dios, el que todo lo puede, nos dio su santa bendición, porque estos carios tenían maíz, mandioca, batatas, pescado, carne, ciervos, jabalíes, avestruces, guanacos, conejillos, gallinas y gansos. También tienen miel, de la que se hace vino, en mucha abundancia, así como muchísimo algodón”.




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