(1419) Se reunieron Juan de Ayolas, Alonso
de Cabrera y Domingo Martínez de Irala, como principales en el mando, con otros
capitanes: “Se hizo nueva revista de la gente y
se halló que, con los nuestros y los otros recién llegados de España, había 550
hombres. Tomaron a 400 para sí, y los restantes 150 los dejaron donde los
indios timbúes porque no cabían en los navíos. Quedó al mando de estos un capitán llamado Carlos Dubrin, el cual en
otro tiempo había sido paje de Su Cesárea Majestad. Después, partimos en 8
pequeños navíos aguas arriba del río Paraná, en busca de otro río, llamado Paraguay,
donde viven los carios (guaranís de Paraguay). Así, pues,
partimos del puerto de Buena Esperanza (pronto llamado Corpus Christi).
El primer día llegamos a una nación de indios llamados corondas. Ellos
compartieron con nosotros su pobreza, con carne, pescado y pieles. Nosotros les
dimos abalorios, rosarios, espejos, peines, cuchillos y anzuelos. Permanecimos 2
días con ellos, y nos dieron 2 indios carios, que los tenían cautivos,
para que nos sirvieran de guías y de
intérpretes”.
Siguieron su ruta y encontraron más indios
emparentados con los corondas y del mismo idioma. Nuevamente actuaron los
nativos con buen talante y les dieron de comer, correspondiendo con regalos los
los españoles. Siguieron caminando durante 18 días sin ver indio alguno hasta
que dieron con un poblado de indios machkuerendes, y tuvieron un curioso
incidente: “Tras estar cuatro días con estos indios, hallamos estirada en la
tierra una serpiente extremadamente grande, que medía 25 pies de largo, gruesa
como un hombre, de negro y amarillo, y la matamos con un arcabuz. Los indios se
maravillaron de su tamaño, porque jamás habían visto otra igual. Esta
serpiente, según nos contaron, los tenía muy preocupados, porque, cuando se
bañaban en el agua, siempre solía estar oculta bajo ella, envolvía a los indios
con la cola y, zambulléndose con ellos, se los tragaba. Yo mismo medí esta
serpiente, y puedo dar cuenta cabal de cómo era de larga y gruesa. Después los
indios la despedazaron, la asaron y se la comieron en sus casas.
De allí navegamos por el Paraná arriba y, después de 4 días de viaje,
encontramos una tribu de indios Chanaes.
Tanto hombres como mujeres, mozos como viejos, andan en cueros vivos, tal y
como vinieron al mundo, sin vestir ni un trapillo ni cosa alguna que les
sirva para tapar las vergüenzas, y están en guerra con los machkuerendes”.
Los españoles se estaban acostumbrando a
ser bien recibidos, pero tuvieron una
sorpresa: “Permanecimos solo una noche con ellos, porque no tenían qué comer. Es
una nación que se parece a los salteadores de caminos de nuestro país.
Viven a unas 20 leguas del río para evitar que los tomen por sorpresa sus
enemigos. De allí llegamos donde unos indios que se
llaman mepenes. Son unos 100.000 hombres, y tienen más canoas que
cualquier otra tribu, cabiendo en cada una de ellas 20 personas.
Esta gente nos salió al encuentro por agua en son de guerra, con 500 canoas,
pero les matamos a muchos con nuestros armas, porque hasta entonces no habían
visto arcabuces ni cristianos. Mas, cuando llegamos a sus casas no les pudimos
sacar ventaja alguna, porque el lugar distaba una legua del río Paraná, donde
teníamos los navíos, y sus pueblos estaban rodeados de agua muy profunda por
todas partes, así que no les pudimos hacer mal alguno, ni quitarles nada. Como
no nos pareció prudente apartarnos demasiado de nuestros navíos, retornamos a
ellos, porque la guerra que hacen estos
indios es solo por el agua”.
(Imagen) El cronista Ulrico Schmídel tiene
todas las características del alemán curioso y perfeccionista en el detalle,
por lo que, según avanza por aquellas tierras, va recogiendo los datos
antropológicos, zoológicos, fitológicos y geográficos que le llaman la
atención. Para situarnos, conviene fijarse en el plano de la imagen. Toda la enorme
gobernación lleva el nombre de Río de la Plata, pero vemos que, en realidad, lo
que se llama así es el estuario situado en el Atlántico. De allí parte el río
Paraná, que, más al norte, enlaza con la bajada del río Paraguay. Ahora Ulrico
y los suyos, con sus naves, alcanzan este lugar: “Llegamos a un río llamado Paraguay,
navegamos aguas arriba, y encontramos muchísima gente de indios llamados
Kueremaguéis, que solo tienen para comer pescado, carne y pan de algarrobo,
con el que hacen vino. Nos trataron muy bien y nos proporcionaron cuanto nos
faltaba. Son altos y corpulentos, así hombres como mujeres. Estos hombres se
horadan las narices y en la aberturita meten una pluma de papagayo. Las mujeres
se pintan la parte inferior de la cara con unas rayas largas de azul, que les
duran toda la vida, y se tapan las vergüenzas con un pañito de algodón desde el
ombligo hasta las rodillas. Para llegar desde los indios mapenis, tuvimos
que andar 40 leguas, y nos quedamos aquí 3 días. Luego fuimos
donde una nación de indios llamados agaces, que tienen pescado y carne. Son
altos y bien formados, uno y otro sexo. Las mujeres son lindas, se pintan y se
tapan las vergüenzas. Pero, en cuanto llegamos adonde ellos
estaban, se presentaron aguerridos y dispuestos a pelear con nosotros, con intención
de no dejarnos pasar adelante. Viendo esto y que no había más remedio, nos
encomendamos a Dios Todopoderoso, y nos pusimos en orden de batalla por agua y
por tierra. Luchamos enérgicamente y acabamos con muchísimos de los agaces, pero
ellos nos mataron a 15 hombres. Dios los premie a todos. Estos agaces son
buenos guerreros, los mejores que hay si es por agua, pero por tierra no lo son
tanto. Con tiempo, habían hecho huir a sus mujeres e hijos, y del mismo modo habían ocultado la comida y
cuanto tenían, de manera que no les pudimos aprovechar nada (más tarde
volverán adonde ellos). Después de esto tuvimos que dejar a estos agaces y
llegamos a otra nación, la de los indios carios (eran a los que buscaban).
Allí Dios, el que todo lo puede, nos dio su santa bendición, porque estos
carios tenían maíz, mandioca, batatas, pescado, carne, ciervos, jabalíes,
avestruces, guanacos, conejillos, gallinas y gansos. También tienen miel, de la
que se hace vino, en mucha abundancia, así como muchísimo algodón”.
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