(1425) Hechas las paces con el cacique
Tabaré, bajaron con él y con sus indios hacia el sur Domingo Martínez de Irala y
sus hombres, entre los qua estaba el cronista Ulrico: “Fuimos aguas abajo del Paraguay
(afluente del Paraná) a reunirnos con el capitán general Cabeza de Vaca y
le contamos cómo nos había ido. Decidió entonces realizar su deseado viaje, y le
pidió a Tabaré, ya que estaba pacificado, 2.000 indios armados, y él manifestó su
conformidad, prometiendo que siempre la tendría. Ya todo dispuesto, tomó 500
cristianos, dejó 300 en la ciudad de Asunción,
nombró capitán a Juan de Salazar, y enseguida emprendió la marcha aguas arriba
del río Paraguay. Los indios tenían 83 canoas y nosotros, los cristianos,
9 bergantines. Llegamos adonde los
indios payagaes, enemigos nuestros, pero huyeron presto con mujeres e hijos
después de haber quemado sus casas. Avanzamos unas 100 leguas más sin
encontrar gente alguna, hasta que dimos con una tribu de indios guajarapos, que
no quisieron saber nada con nosotros y huyeron de allí. Vimos luego a los
indios sacocíes, en el lugar en que estuvieron antes tres navíos nuestros. Nos
recibieron muy de a buenas, y nuestro capitán
les pidió
información sobre otras tribus, y solo le dijeron que los carios estaban aún en
su territorio, pero no era así. Después nuestro capitán mandó a
la gente que se preparase, porque él quería marchar tierra adentro (26 de
noviembre de 1543), y dejó allí 150 hombres con los navíos y víveres para 2
años, llevando consigo los 350 cristianos más los 18 caballos y los 2.000 carios, y se
metió tierra adentro. Pero fue poco el provecho que sacó, porque no era el
hombre apropiado para empresa tan grande. A esto se añadía que todos los
capitanes y caballeros eran enemigos suyos, y era él quien había ocasionado tal grado de enfrentamiento por su modo de portarse con la gente de guerra”.
Con sus últimas y duras palabras,
Ulrico nos ha anticipado por qué Álvar
Núñez Cabeza de Vaca va a fracasar como Gobernador de Río de la Plata, y ha
dejado clara su opinión de que, lamentablemente, la culpa de lo que le esperaba
la tuvo él mismo. Nunca sabremos si Ulrico fue sincero, ya que había muchas
rivalidades por el poder, pero resulta evidente que no le tenía simpatía a Cabeza
de Vaca. Sigamos con la crónica: “Caminamos durante 18 días sin
encontrar indios, y no eran muchos los víveres que nos quedaban, por lo que
nuestro capitán tuvo que volver a los navíos. No obstante, mandó a un español llamado
Francisco Ribera que él siguiera adelante con otros 10 españoles durante 10
días, y, si durante este tiempo no diesen con indio alguno, regresaran a los
navíos, donde nosotros los esperaríamos. Ellos encontraron una gran tribu de
los indios que tenían maíz y mandioca, volvieron a nuestro campamento y se lo
contaron al capitán general, que se dispuso a ir tierra adentro, pero se vio
obligado a desistir porque se lo impedían las aguas. No obstante ordenó
preparar un navío con 80 hombres, poniendo como capitán a Hernando Ribera, y
nos envió aguas arriba del río Paraguay a descubrir una tribu de indios
llamados xarayes, debiendo penetrar en sus tierras durante dos días y volver
pronto con información sobre ellos”.
(Imagen) Ya que resultan bastante
repetitivos los encuentros con los nativos, los resumiré al máximo, para llegar
pronto al gran conflicto que padeció Álvar Núñez Cabeza de Vaca, del que Ulrico
no parece apiadarse, a quien acabamos de ver salir de expedición con 9 compañeros,
bajo el mando de un capitán llamado Hernando de Ribera, y con la orden del
gobernador de que no tardaran más de diez días en volver. Pero ocurrió que, en
una de las tribus que encontraron, les hablaron de la existencia de las siempre
misteriosas, y nunca encontradas, amazonas, que se cortaban un pecho para
manejar mejor el arco. Se añadía que su zona estaba llena de ricas minas, e
incluso los informadores tenían joyas que decían ser de aquellos lugares, y les
regalaron algunas. Les picó la curiosidad y cambiaron su itinerario, sin
encontrar nada al respecto, pero alargando mucho el tiempo del viaje, que duró
30 días. Y, al regresar navegando por el río, surgió un serio problema: “Nuestro
capitán general Cabeza de Vaca (nunca le llama gobernador) ordenó, so
pena de muerte, que ninguno de nosotros se moviese de los navíos, hizo prender
a nuestro capitán, Hernando de Ribera, nos quitó todo lo que habíamos traído de
tierra adentro, y, para colmo de todo, quería ahorcar a nuestro capitán. Pero
nosotros, cuando supimos tal cosa, armamos un gran alboroto, juntándonos, con
otros buenos amigos que estaban en tierra, contra Cabeza de Vaca, para
obligarlo a que dejase libre a Hernando de Ribera, y a que nos devolviese lo
que nos había robado. Cuando él vio nuestro alboroto, y se dio
cuenta de nuestras malas intenciones, decidió poner en libertad a nuestro
capitán, nos devolvió todo lo que nos había quitado y nos habló con buenas
palabras. Solamente así quedamos satisfechos. Cuando ya todo se
había sosegado, nos pidió que le hiciésemos una relación de las tierras que
vimos y que le contásemos por qué nos habíamos demorado tanto, y, al
explicárselo, quedó muy contento. Pero luego se le antojó al dicho capitán
general, interesado por lo que le habíamos contado, marchar con toda la gente a
la tierra que nosotros habíamos visitado”. Y ahora va a ser implacable
Ulrico: “Pero los soldados de ninguna manera quisimos consentirlo, y menos en
esta estación, en la que la tierra está anegada. Además, la mayor parte de la gente no solo estaba muy
enferma y cansada, sino que tampoco tenía ya respeto a Álvar Núñez Cabeza de
Vaca, pues se trataba de un hombre que no tenía habilidad para mandar. Por este tiempo cayó gravemente enfermo, y quizá no se hubiese
perdido gran cosa si esta vez hubiese fallecido, porque él era de muy poca
valía para nosotros”. Es sabido que el ambiente social y militar en la
gobernación de Río de la Plata fue especialmente duro y peligroso, pero llama
la atención que Ulrico hable así de alguien que en La Florida demostró un
coraje excepcional, aparte de ser un cronista extraordinariamente inteligente y
culto.
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