(1424) Bueno: pues el cronista da un buen
salto en el tiempo, y ya nos presenta a Álvar Núñez Cabeza de Vaca a punto de
llegar a Asunción. Resultará curioso conocer con qué ojos lo va a ver Ulrico.
Sabremos si se muestra generoso con él o se coloca en el bando de los que lo
apresaron y echaron de la gobernación de Río de la Plata (historia que ya
conocemos): “Por entonces, llegó de España un gobernador y capitán general que
se llamaba Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Venía con 400 hombres y 30 caballos
en 4 navíos cuando arribó (29 de marzo de 1541) a un puerto de Brasil que
se llama Santa Catarina. Queriendo conseguir provisiones, envió 2 carabelas a
unas 8 leguas del puerto para buscar víveres, les sobrevino tal tempestad
que las 2 se quedaron en el mar, y lo único que de ellas volvió fue su
tripulación. Cuando el capitán general lo puso, ya no quiso exponer los otros 2
navíos que le quedaban, y fue por tierra hasta el Río de la Plata (en ese
trayecto descubrió Cabeza de Vaca las cataratas de Iguazú). Luego llegó
hasta nosotros, que estábamos en Asunción, trayendo solamente 300 hombres de
los 400 que tenía, pues los demás habían perecido de hambre o de enfermedad. Este gobernador tardó 8 meses en recorrer el camino, que era de 500 leguas.
Traía consigo de España el nombramiento otorgado por la Cesárea Majestad, y
decía que Domingo Martínez de Irala tenía que entregare su gobierno y que toda
la gente había de acatarlo”.
Luego Ulrico deja un ligero y absurdo
margen de duda sobre los derechos de Cabeza de Vaca: “Domingo Martínez de Irala
y toda la gente declararon estar dispuestos a reconocer su autoridad, pero con
la salvedad de que Álvar Núñez Cabeza de Vaca mostrase la
prueba de que había obtenido la concesión de su Cesárea Majestad. Misterio este
que no se pudo esclarecer, salvo que los sacerdotes y 3 oficiales lo
verificaron, y, de este manera, Cabeza de Vaca tomó el mando”. Se nota en
Ulrico un punto de suspicacia, y ya veremos si el nuevo gobernador va a ser
santo de su devoción. No obstante, añade que, tras haber pasado revista Cabeza
de Vaca y ver que contaba con 800 hombres, hicieron hermandad él y Domingo
Martínez, y se juraron mantener la amistad. Los tres funcionarios que dieron
por buena la documentación de Cabeza de Vaca fueron Alonso de Cabrera, veedor, Felipe de Cáceres,
contador, y Pedro Dorantes, factor: “Enseguida mandó
Cabeza de Vaca preparar 9 bergantines para navegar por el Paraná aguas arriba,
hasta donde se pudiese. Envió por delante 3 bergantines con 115 hombres, para que
hallasen indios con provisiones, yendo bajo el mando de Antonio Cabrera y Diego
Tabellino. Llegamos primero a la tribu de los suruchacuis, donde tenían maíz,
pescado y carne. Los hombres usan en los labios una piedra lisa y grande como
ficha de damas, y las mujeres andan con las vergüenzas por adorno.
Con los de esta tribu, dejamos nuestras navecillas y nosotros nos metimos
tierra adentro durante 4 días. Hallamos un pueblo de carios, y nos dieron
buenos informes de aquella zona. Después volvimos a las navecillas y navegamos
por el Paraná aguas abajo. Llegamos
a la tribu de los indios aracarés, y allí encontrarnos una carta de Cabeza
de Vaca en la que decía que había que ahorcar a Aracaré, el indio principal de
allí. Nuestro capitán obedeció la orden, y enseguida se armó una guerra grande,
como se dirá después. Cumplido esto, emprendimos viaje aguas abajo hasta
Asunción, y dimos cuenta a Álvar Núñez Cabeza de Vaca de lo que en este viaje
habíamos hecho y visto”. Ocurría en febrero del año 1543.
(Imagen) El nuevo gobernador, Cabeza de
Vaca, inició de inmediato la conquista de aquellas tierras: “Le dijo al principal de los nativos amigos,
que estaban en Asunción, que tenía que facilitarle 2.000 indios y marchar
con los cristianos aguas arriba. Ellos se ofrecieron de buena gana, pero le
dijeron a nuestro capitán general que tendría que pensarlo bien antes de
lanzarse tierra adentro, porque toda la provincia tabaré de los
carios se había rebelado, y se disponían a marchar contra los cristianos. Ello
se debía a que su cacique, Tabaré, era
hermano de Aracaré, el cual había sido ahorcado
por los españoles, y quería vengar aquella muerte. Teniéndolo en cuenta Cabeza
de Vaca, se preparó mejor, y renunció a encabezar la campaña.
Le mandó a su ‘hermano de adopción’ (se habían prometido fidelidad) Martínez
de Irala que tomase 400 hombres y 2.000 indios, marchase contra los
tabarés y expulsase o destruyese a todos ellos. Obedeció esta orden, partió con la gente de Asunción, avanzó contra los
enemigos, y lo primero que hizo fue requerir
a Tabaré que se rindiera a la voluntad de su Cesárea Majestad. Pero no quiso ceder,
y tenía mucha gente reunida, y su pueblo bien fortificado con tres muros hechos
de maderos, y zanjas muy anchas. Pero nosotros ya sabíamos por experiencia qué
valor darles a tales cosas. Acampamos hasta el cuarto día, y
luego ganamos la primera ventaja. Tres horas antes de amanecer, entramos al
pueblo, matamos a todos los que encontramos y tomamos a numerosas mujeres, que
nos sirvieron de mucho después (para que los tabarés se rindieran). En esta
escaramuza murieron 18 cristianos y muchísimos de los nuestros fueron heridos. También
sucumbieron bastantes de nuestros indios amigos, pero los contrarios no nos llevaron
ventaja, porque, de la parte de aquellos caníbales, los muertos llegaron a
3.000. No pasó mucho tiempo hasta que vino Tabaré con los suyos
a pedirnos perdón y nos rogaron que les devolviésemos a sus mujeres e hijos,
porque, de esa manera, también él, Tabaré, y sus indios nos servirían a los
cristianos, y serían nuestros súbditos. Lo cual tuvo que concederlo nuestro capitán
Domingo Martínez de Irala, porque así lo exigían las instrucciones establecidas
por su Cesárea Majestad”. Parece ser que aplicaron la norma, dictada por el Rey,
de perdonar dos veces las rebeldías de los arrepentidos, de manera que el
castigo implacable les caería a los indios sublevados a la tercera. Cambia
ahora radicalmente el escenario de Cabeza de Vaca. Triunfó como el famoso héroe
que anduvo perdido, liderando a tres compañeros (Andrés Dorantes, Alonso del
Castillo y el negro Estebanico), y conviviendo amigablemente con indios durante
unos ocho años por territorio norteamericano. Pero lo vemos convertido en
Gobernador de Río de la Plata, teniendo que organizar batallas muy duras e
implacables contra los indios, y fracasará víctima de las rivalidades
políticas.
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