lunes, 26 de septiembre de 2022

(1838) Irala sigue convencido de que hay minas de oro, y le habla al Rey de las turbulencias políticas en Río de la Plata. Le cuenta que Diego de Abreu había matado a Francisco de Mendoza, pero tuvo que huir, y él castigó a cómplices suyos.

 

     (1438) Informe 2º-2 de Domingo e Irala. Hemos visto que Irala esperaba hallar quiméricas minas, y hasta le dice al Rey que ha encontrado el camino para llegar a ellas: “Se habla de este asunto en el Perú, Santa Marta, Cartagena y Venezuela, pero no se han hallado porque nadie ha dado con el camino verdadero, y tengo por cierto que es el que estábamos siguiendo. Ya que los oficiales que están al servicio de Vuestra Majestad no han hecho  caso de esto, sería justo que dieran buen ejemplo a los particulares”. Y, acto seguido, Domingo de Irala le dice claramente al Rey que está harto de que los oficiales le pongan trabas: “Siempre he tratado de sobrellevarlos como mejor he podido, y, sabiendo que van tan mal las cosas, decidí voluntariamente dejar el gobierno de  esta tierra. Y así, el 10 de noviembre de 1548 renuncié al cargo, y los oficiales, por su sola autoridad, nombraron a Gonzalo de Mendoza. Entonces mandaron dar la vuelta a todos, e hicieron la guerra a los indios que no la merecían, a los cuales yo había procurado conservar en paz, y eso me dolió en el alma. Llegamos al puerto de San Fernando en marzo de 1549 (Ulrico iba con ellos). Allí tuvimos noticia de muchos alborotos y desobediencias a Vuestra Alteza, debido a que Diego de Abreu, natural de Sevilla, hizo actos indebidos contra don Francisco de Mendoza, a quien yo dejé la administración de la justicia. Le apoyaron algunas personas de tal manera, que, con poco respeto de Dios Nuestro Señor y de Vuestra Alteza, le cortó la cabeza. Sabiendo Diego de Abreu que volvíamos, procuró con mano armada impedir nuestra entrada. Pero todas las personas del puerto, oficiales de Vuestra Alteza, caballeros, regidores y gente de guerra, decidieron nombrar a una persona que tomase el mando, y todos generalmente pidieron que me encargase de la gobernación. Vista la gran necesidad que había, acepté el dicho cargo, vine con mi gente a esta ciudad de Asunción, y entré en ella sin oposición de persona alguna. Procedí contra el dicho Diego de Abreu, el cual huyó, y no le pude detener. Tuve necesidad de castigar a algunos de sus aliados, para buen ejemplo y escarmiento, y así lo hice. Desde entonces, Dios ha permitido que toda esta tierra se haya mantenido en paz y concordia, y todo está  al servicio de V. A., bien poblado de españoles y nativos de la tierra, y muy fértil. Después vino a esta ciudad Cristóbal de Saavedra, natural de Sevilla, con cinco compañeros, llegando desde la isla de Santa Catalina (Brasil), por el camino de Álvar Núñez Cabeza de Vaca (fue el primero que utilizó esa ruta, y descubrió las cataratas de Iguazú), y llegó a esta ciudad el 15 de agosto de 1551. Me dijo que V. A. había nombrado gobernador de esta tierra a Diego de Sanabria, y que en Santa Catalina quedaban dos navíos con la madre y hermanos del dicho Diego de Sanabria. Me alegré de este nombramiento, ya que así tendría yo más descanso para poder servir a Vuestra Alteza”. Lo contado sobre Diego de Abreu coincide en todo con la versión de Ulrico Schmídel.

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