(1194) Llegado al campamento de Rancheuque,
al gobernador Melchor Bravo de Sarabia le estaba esperando el capitán Diego de
Barahona: "Todos los soldados lo recibieron con mucho amor porque él daba
muestras de ser humano y afable. También estaba allí el capitán Gaspar Verdugo con
sesenta soldados que había traído de la ciudad de la Valdivia, que, puestos
bajo el mando de don Miguel de Velasco, sumaban, con los que él tenía, doscientos
veinte, todos veteranos y de mucha práctica de guerra. Luego le encargó del
estandarte real a un caballero de Cáceres llamado don Alonso de Torres, y nombró
a don Gonzalo Mejía, natural de Sevilla, sargento mayor, y quiso hacer
compañías pequeñas, que era el mejor orden de guerra según decían hombres
prudentes. Entonces le hablaron el general, el alférez general y el sargento
mayor diciéndole que no había necesidad, para tan poca gente, de tantos
capitanes, no entendiendo ellos que era muy acertado ese reparto, pero cuando
las cosas van guiadas por la pasión en todo se yerra".
Aunque al gobernador le gustaba conocer
los diferentes pareceres de sus capitanes y soldados con especto a lo que
convenía hacer para acabar con la rebeldía de los indios, el cronista nos va
dejando claros algunos de sus errores, en parte debidos a su carácter
impaciente. Estaban reunidos en el mes de diciembre de mil quinientos sesenta y
ocho, y resultó que las opiniones no eran unánimes. Unos decían que convenía
atacar en Purén, por razones estratégicas, "pues, estando el campamento en
aquel lugar, aquel valle se aseguraba la ciudad Imperial y el camino real desde
Angol hasta ella". Otros opinaban que era mejor comenzar la guerra por
donde estaban, conforme a lo que el gobernador había dispuesto en la ciudad de Concepción.
Se escogió esta alternativa, y el gobernador inició un intento de granjearse la
amistad de los indios: "Comenzó a
enviar mensajeros por la provincia llamando de paz a los naturales, los cuales
no querían ni oír esa palabra, por lo que se convocaron con sus señales de humo.
Se juntaron muchos caciques y hablaron acerca de la manera de pelear con los
cristianos. Decidieron hacer un fuerte dentro del cual estarían bien, y luego
escogieron un cerro en el que comenzaron a hacer su trinchera". Viendo
que los indios se preparaban para guerrear, el gobernador Sarabia comenzó una
táctica que el cronista alaba, pero que luego abandonó: "Mandó que con los
indios amigos que en su campo traía saliesen soldados y les cortasen a los
enemigos las sementeras, arrancándoles maíz, papas y frijoles, derribándoles
los trigos y las cebadas, dejándoles las tierras como si no se hubiesen
sembrado jamás. Era esta la más eficaz guerra que se les podía hacer, y, como
las sementeras eran muchas, mandó al capitán Alonso Ortiz de Zúñiga que enviase
a cuatro soldados a la otra parte de la cordillera que hay en Arauco, con una
carta suya para que el capitán Gaspar de la Barrera, preparase con armas a
trecientos indios amigos, porque los irían a recoger, y que él saliese con la
gente suficiente del fuerte de Arauco, para que con más facilidad se destruyese
a aquellos indios de guerra, gente tan malvada".
(Imagen) Según el dicho, todos hemos
tenido entre nuestros antepasados algún ahorcado o alguna mujer de vida alegre,
y, en el caso del mencionado capitán GASPAR VERDUGO, quizá hubiera alguien de
ese oficio. Gaspar nació en Madrid el año 1533. Llegó a Perú en 1556, junto a
su hermano mayor, Baltasar Verdugo, en la armada con la que iba el Marqués de
Cañete, nuevo virrey, viéndose envuelto (probablemente también su hermano) en
la lucha contra el último gran rebelde, Francisco Hernández Girón, donde
recibió una lanzada. Su llegada a Chile tuvo lugar el año 1565 (nos lo muestra
el cronista en acción el año 1568). En la imagen vemos la primera página del
documento de méritos y servicios que presentó el año 1577. En el cual le apoyó
entonces el gran gobernador y buena persona Rodrigo de Quiroga para que el Rey
le concediera alguna merced, haciéndolo con estas palabras: "Gaspar
Verdugo vino a este reino de Chile cuando el licenciado Castro (gobernador
provisional de Perú) nos envió gente de socorro, y se halló conmigo en la
pacificación de Arauco, Tucapel y Mareguano, en la batalla que hubo con los
indios de Talcamavida y en ayudar a reedificar la ciudad de Cañete. Estuvo con
vuestro gobernador, el doctor Bravo de Sarabia, en las guazabaras (peleas)
y reencuentros que se tuvieron con los indios en el fuerte de Mareguano (se
refiere a los hechos que nos está contando ahora Marmolejo), y con el
Mariscal Martín Ruiz de Gamboa en el socorro que se hizo a la ciudad de Cañete,
y en las guazabaras de Millarapue y Pailataro, y ahora, últimamente, está en el
ejército de Vuestra Majestad que yo traigo, para el sometimiento de Arauco,
Tucapel y las demás provincias rebeladas contra vuestro real servicio, usando
el cargo de capitán de una compañía, en la que sirve a Vuestra Majestad con sus
armas, caballos y criados, como caballero hidalgo, a su costa, gastando de su
hacienda y sustentando a su mesa a los soldados. No parece haberos agraviado en
cosa alguna, ni recibido ayuda económica de vuestra Real Hacienda. Tiene en la
ciudad de Villarrica un repartimiento de indios, los cuales son de poco
aprovechamiento. Por lo cual y por los dichos sus trabajos y gastos, merece que
Vuestra Majestad le haga mucha merced, porque la que se le hiciere se ajustará a
los servicios que ha prestado". GASPAR VERDUGO, en 1582, con poder
concedido por el Cabildo de Santiago de Chile, asistió en su representación,
junto a don Francisco de Iriazábal, al
concilio eclesiástico que se inició en Lima el día 26 de mayo. Hay también
constancia de que aún vivía el año 1584.
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