lunes, 6 de diciembre de 2021

(1585) Los mapuches eran una pesadilla por su bravura, crueldad y la multitud de guerreros. El valiente e implacable capitán Lorenzo Bernal de Mercado, usando una hábil estrategia, los derrotó, con gran alegría de los aterrorizados vecinos de Angol.

 

     (1175) Los indios, que deseaban con ansia atacar a los españoles que habían quedado en la ciudad de Angol, se habían acercado algo más, y el capitán Lorenzo Bernal volvió a salir con algunos hombres a caballo para inspeccionar su emplazamiento, pero, de  nuevo, consideró que, por estar allí muy bien protegidos, no convenía empezar la pelea, se retiró otra vez al fuerte, y, una vez más, adivinó cuál iba a ser la reacción de los enemigos: "Los indios, con soberbia, viendo que los españoles ya dos veces no habían osado pelear, dieron aviso a los demás escuadrones de que avanzasen, porque los cristianos tenían tanto miedo, que, llegando a la ciudad, los vencerían fácilmente. Luego el capitán Lorenzo Bernal salió otra vez de la ciudad con veinte hombres, pero solo para ver cómo venían los indios y dónde se situaban. Al verle los indios, comenzaron a insultarle y hacerle amenazas. No haciéndoles caso, el capitán observó que, donde estaban, los indios iban a perder la batalla, y, para asegurarse más, mandó a cuatro soldados que vadeasen el río por encima de donde los indios estaban, y comprobaron que había dos sitios por los que se podía pasarlo. Después envió a dos soldados a la ciudad para  que, con toda brevedad, le enviasen treinta soldados con unos doce arcabuces, y le trajesen también un tiro de campo. Los que estaban en la población decían que era un error  aventurarse a perder todo tan temerariamente, y, para que no peleasen, le hicieron algunos requerimientos oficiales en nombre del Rey. Lorenzo Bernal, como experto en cosas de guerra, sabía que, si daba tiempo a que llegasen los demás escuadrones de indios que venían caminando, siendo asaltada la ciudad por tantas partes, los españoles serían derrotados. Como hombre prudente, prefirió pelear con los pocos indios que estaban ya situados".

     Esperando a que le llegara lo que había pedido, el capitán Bernal, con sesenta soldados, estuvo vigilando al grupo de indios al que pensaba atacar. Y, de improviso, contaron con la colaboración interesada de algunos nativos, cosa frecuente en las Indias: "Llegaron quinientos indios amigos para ayudarle en el asalto, para aprovecharse, que es robar, pues hacen la guerra a sus parientes y amigos. Era triste de ver el miedo que tenían los cristianos que en la ciudad habían quedado con las mujeres. Lloraban imaginando a sus mujeres e hijos en poder de aquellos bárbaros enemigos". También los indios que iban a atacar empezaron a tener miedo, porque cayeron en la cuenta de que les iba la vida en que llegaran pronto los escuadrones, y se quejaban de que se movían muy despacio cuando los españoles completaban su preparación: "Después de amanecer, ya estaba puesta la pieza de artillería en el lugar que podía hacerles daño. Los cristianos, juntos en dos cuadrillas, comenzaron a disparar sus arcabuces a los enemigos, y los amigos indios muchas flechas. Los cristianos, que iban cubiertos con sus adargas y llevaban buenas lanzas, mataban a algunos indios, y ellos herían a muchos".

 

    (Imagen) Los mapuches eran muy crueles en las batallas. Las ganaron con frecuencia, pero esta vez perdieron, y, además, los españoles mostraron también su rabia acumulada. El capitán Lorenzo Bernal de Mercado fue muy hábil al atacar, a un grupo adelantado, antes de que llegara a la ciudad de Angol todo el enorme ejército enemigo: "Los indios que estaban en su fuerte, después de haber peleado y hecho todo lo que pudieron, viendo entrar a los cristianos, y que mataban a muchos, huyeron hacia el río. Tras mandar el capitán Bernal a los cristianos que los siguiesen a caballo, los alcanzaron pronto, y, como estaban muy enojados con ellos, andaban matando y alanceando. Un soldado portugués llamado Francisco Valiente, yendo tras una banda de indios alanceando, se arrojaron por una barranca en el río. Él también se arrojó con su caballo tras ellos, y nadaba sobre él atacando a los indios, hasta que, con la espada en la mano, salió a la otra ribera. Entonces llegaron los indios amigos ayudando a los cristianos. Mataron tantos enemigos, que el río llevaba el agua teñida durante el tiempo que duró el matar, hasta que el capitán Bernal los mandó retirar, y envió a un hombre a la ciudad para que llevase la noticia del buen éxito que Dios había querido darles. Se tomaron presos a muchos indios, y el capitán mandó matar a algunos, y castigó a otros cortándoles las manos y los pies. Murieron en este enfrentamiento mil indios, y muchos fueron heridos. Murió Illangulién, su capitán general, y se tomaron algunas cosas con las que ellos se habían quedado en otras luchas con los cristianos, lanzas de Castilla, dagas, espadas, capas, sayos y camisas que traían, porque casi todos estos indios eran los que habían derrotado al capitán Zurita y le habían quitado un cargamento de ropas. No murió ningún cristiano, pero hubo muchos heridos a pesar de ir bien protegidos. El capitán Bernal, recogida su gente, se fue alegre y victorioso a la ciudad de Angol (hoy con 50.000 habitantes), dando gracias a Dios por el buen éxito. Al llegar, se fueron todos juntos a la iglesia para ofrecer a Dios su victoria. Los que se habían quedado en la ciudad para defenderla, salieron a recibirlos llorando de placer, dándoles muchos loores, como a hombres que con su esfuerzo y valor los habían liberado de aquel cautiverio que esperaban. Los demás indios enemigos que iban caminando para ayudar a sus compañeros, estando ya cerca de la ciudad, tuvieron noticia de su derrota, y de inmediato deshicieron su gran ejército, yendo cada uno por donde quiso, de vuelta a su tierra".




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