(1175) Los indios, que deseaban con ansia
atacar a los españoles que habían quedado en la ciudad de Angol, se habían
acercado algo más, y el capitán Lorenzo Bernal volvió a salir con algunos
hombres a caballo para inspeccionar su emplazamiento, pero, de nuevo, consideró que, por estar allí muy bien
protegidos, no convenía empezar la pelea, se retiró otra vez al fuerte, y, una
vez más, adivinó cuál iba a ser la reacción de los enemigos: "Los indios,
con soberbia, viendo que los españoles ya dos veces no habían osado pelear,
dieron aviso a los demás escuadrones de que avanzasen, porque los cristianos
tenían tanto miedo, que, llegando a la ciudad, los vencerían fácilmente. Luego
el capitán Lorenzo Bernal salió otra vez de la ciudad con veinte hombres, pero
solo para ver cómo venían los indios y dónde se situaban. Al verle los indios,
comenzaron a insultarle y hacerle amenazas. No haciéndoles caso, el capitán
observó que, donde estaban, los indios iban a perder la batalla, y, para
asegurarse más, mandó a cuatro soldados que vadeasen el río por encima de donde
los indios estaban, y comprobaron que había dos sitios por los que se podía
pasarlo. Después envió a dos soldados a la ciudad para que, con toda brevedad, le enviasen treinta
soldados con unos doce arcabuces, y le trajesen también un tiro de campo. Los
que estaban en la población decían que era un error aventurarse a perder todo tan temerariamente,
y, para que no peleasen, le hicieron algunos requerimientos oficiales en nombre
del Rey. Lorenzo Bernal, como experto en cosas de guerra, sabía que, si daba tiempo
a que llegasen los demás escuadrones de indios que venían caminando, siendo
asaltada la ciudad por tantas partes, los españoles serían derrotados. Como
hombre prudente, prefirió pelear con los pocos indios que estaban ya
situados".
Esperando a que le llegara lo que había
pedido, el capitán Bernal, con sesenta soldados, estuvo vigilando al grupo de
indios al que pensaba atacar. Y, de improviso, contaron con la colaboración interesada
de algunos nativos, cosa frecuente en las Indias: "Llegaron quinientos
indios amigos para ayudarle en el asalto, para aprovecharse, que es robar, pues
hacen la guerra a sus parientes y amigos. Era triste de ver el miedo que tenían
los cristianos que en la ciudad habían quedado con las mujeres. Lloraban imaginando
a sus mujeres e hijos en poder de aquellos bárbaros enemigos". También los
indios que iban a atacar empezaron a tener miedo, porque cayeron en la cuenta
de que les iba la vida en que llegaran pronto los escuadrones, y se quejaban de
que se movían muy despacio cuando los españoles completaban su preparación:
"Después de amanecer, ya estaba puesta la pieza de artillería en el lugar
que podía hacerles daño. Los cristianos, juntos en dos cuadrillas, comenzaron a
disparar sus arcabuces a los enemigos, y los amigos indios muchas flechas. Los
cristianos, que iban cubiertos con sus adargas y llevaban buenas lanzas,
mataban a algunos indios, y ellos herían a muchos".
(Imagen) Los mapuches eran muy crueles en
las batallas. Las ganaron con frecuencia, pero esta vez perdieron, y, además,
los españoles mostraron también su rabia acumulada. El capitán Lorenzo Bernal
de Mercado fue muy hábil al atacar, a un grupo adelantado, antes de que llegara
a la ciudad de Angol todo el enorme ejército enemigo: "Los indios que
estaban en su fuerte, después de haber peleado y hecho todo lo que pudieron, viendo
entrar a los cristianos, y que mataban a muchos, huyeron hacia el río. Tras
mandar el capitán Bernal a los cristianos que los siguiesen a caballo, los
alcanzaron pronto, y, como estaban muy enojados con ellos, andaban matando y
alanceando. Un soldado portugués llamado Francisco Valiente, yendo tras una
banda de indios alanceando, se arrojaron por una barranca en el río. Él también
se arrojó con su caballo tras ellos, y nadaba sobre él atacando a los indios,
hasta que, con la espada en la mano, salió a la otra ribera. Entonces llegaron
los indios amigos ayudando a los cristianos. Mataron tantos enemigos, que el
río llevaba el agua teñida durante el tiempo que duró el matar, hasta que el
capitán Bernal los mandó retirar, y envió a un hombre a la ciudad para que llevase
la noticia del buen éxito que Dios había querido darles. Se tomaron presos a
muchos indios, y el capitán mandó matar a algunos, y castigó a otros
cortándoles las manos y los pies. Murieron en este enfrentamiento mil indios, y
muchos fueron heridos. Murió Illangulién, su capitán general, y se tomaron
algunas cosas con las que ellos se habían quedado en otras luchas con los
cristianos, lanzas de Castilla, dagas, espadas, capas, sayos y camisas que
traían, porque casi todos estos indios eran los que habían derrotado al capitán
Zurita y le habían quitado un cargamento de ropas. No murió ningún cristiano, pero
hubo muchos heridos a pesar de ir bien protegidos. El capitán Bernal, recogida
su gente, se fue alegre y victorioso a la ciudad de Angol (hoy con 50.000
habitantes), dando gracias a Dios por el buen éxito. Al llegar, se fueron todos
juntos a la iglesia para ofrecer a Dios su victoria. Los que se habían quedado
en la ciudad para defenderla, salieron a recibirlos llorando de placer, dándoles
muchos loores, como a hombres que con su esfuerzo y valor los habían liberado
de aquel cautiverio que esperaban. Los demás indios enemigos que iban caminando
para ayudar a sus compañeros, estando ya cerca de la ciudad, tuvieron noticia
de su derrota, y de inmediato deshicieron su gran ejército, yendo cada uno por
donde quiso, de vuelta a su tierra".
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