(1178) El final del otoño trajo la calma: "Tras levantar los indios el cerco que sobre la ciudad de Concepción
tenían, Pedro de Villagra determinó irse a la ciudad de Santiago, para volver
con gente en verano a Concepción y hacer la guerra a los indios. Le encomendó esta
ciudad al capitán Reinoso, veterano en las Indias y prudente en cosas de
guerra, pero, por tener tanta experiencia militar, se llevaba mal con el
gobernador, y murmuraba de algunas de sus cosas, pues se podían hacer otras
mejores. Luego el gobernador se embarcó en un navío con cuarenta soldados. Tardó
dos días en recorrer en barco las sesenta leguas que había hasta la ciudad de
Santiago, donde fue bien recibido, a principios del año 1566, porque lo
apreciaban mucho. La ciudad era abundante de todas las cosas, por ser la más
fértil y mejor de las del reino, como lo era Capua antiguamente en Italia, para
los capitanes que en ella hacían la guerra. Se igualaba también en los vicios que,
con muchos amigos, tenía Pedro de Villagra más de lo que le convenía. Pero comenzó
a llevarse mal con algunos vecinos que no estaban a bien con él por no haber
actuado bien con un caballero vizcaíno, llamado Martín Ruiz de Gamboa, hermano
de Lope Ruiz de Gamboa, que murió en el cerco de Arauco peleando, como ya dije. A este caballero, por causas bien
pequeñas, lo mandó prender, y lo tuvo en prisión hasta que, pasados cuatro
meses, por sentencia, lo dejó libre. Ruiz de Gamboa estaba casado con una hija
del capitán (y luego gobernador) Rodrigo de Quiroga, el cual, como era
persona tan principal, se había disgustado mucho, y desde entonces no se llevó
bien con el gobernador".
Pedro de Villagra veía que iba a necesitar
dinero para que los soldados fueran mejor equipados. Les expuso el problema a
los funcionarios del Rey, los cuales, aunque se oponían al principio,
finalmente estuvieron de acuerdo, y le dieron permiso para que gastase de la
Hacienda Real lo que necesitara. Formó su tropa con los soldados que acababan
de ser derrotados, y con los que vinieron después: "Fueron en total ciento
diez hombres, y, para equiparlos, gastó más de veinte mil pesos de la hacienda pública.
Y aun así, no recibieron todos, porque,
a los primeros, el licenciado Herrera, que era su teniente, les había dado unos
setecientos pesos, con los que se pusieron galanes, conforme a usanza de
soldados. Con lo gastado por Pedro de Villagra, más lo que gastó el licenciado
Herrera, natural de Sevilla, el total pasaba de treinta mil pesos de oro (unos
noventa kilos de oro). Permaneció todavía en Santiago, y según decían sus
críticos, mucho más tiempo de lo que convenía; porque, debiendo partir en
otubre para ir a la ciudad de Concepción a hacer la guerra, salió de Santiago a
finales de enero del año mil quinientos sesenta y seis, después de hecho un repartimiento
de indios a los vecinos de Santiago, y haber dicho a sus soldados que para un
día determinado estuviesen con las armas en un lugar señalado. En su momento,
llevando los ciento diez soldados, más quinientos indios amigos, que tan buen
servicio hacían, Pedro de Villagra salió camino de Concepción, aunque
dirigiéndose a Reinohuelén porque tuvo noticias de que los enemigos habían
hecho allí un fuerte".
(Imagen) En cuanto llegue Pedro de
Villagra al fuerte en el que estaban los indios, le ocurrirá algo a uno de sus
hombres. Salieron los indios a hacer escaramuzas con los españoles: "Varios
soldados que llevaban buenos caballos alancearon a algunos, y, entre ellos, estaba
Cristóbal de Buiza. Al alancear a un indio, tropezando el caballo, cayó con él, y si no fuera socorrido, lo habrían
matado. El indio, en presencia de los cristianos, subió al caballo, y lo
comenzó a manejar como si fuera jinete andaluz". Lo cual pone de manifiesto
la chulería de los mapuches, y que aprendieron muy pronto a cabalgar. Pero
hablemos de CRISTÓBAL DE BUIZA. Había nacido en Medina de Rioseco (Valladolid)
el año 1531, siendo hijo de dos vecinos del lugar, Francisco de Buiza y María
de Soler. El año 1551 Francisco de Villagra se trasladó a Perú con el fin de
conseguir refuerzos para Pedro de Valdivia, y uno de los alistados fue
Cristóbal de Buiza. En el camino de vuelta a Chile, estuvieron de campaña en la
región de Cuyo, situada en la zona noroeste de Argentina. Después, tras diez
años de estancia en Chile, Buiza volvió a Cuyo, esta vez bajo el mando del gran
capitán Juan Jufré, al que ya conocemos. Allí, en 1562, Jufré volvió a fundar
en otro lugar la ciudad de Mendoza, le concedió a Cristóbal de Buiza una
encomienda de indios y le adjudicó un solar para que se avecindara. Luego,
cuando Jufré fundó San Juan de la Frontera (actualmente con 100.000 habitantes),
aparece como testigo Cristóbal de Buiza, siendo ya capitán, en el documento que
da fe del hecho, cuyo comienzo es el siguiente: “En este asiento y valle de
Tucumán, que está de esta otra parte (Argentina) de la cordillera nevada
(Los Andes), a trece días del mes de junio de mil e quinientos e sesenta
y dos años, ante mí, Tomás Núñez, Escribano de Juzgado de
estas provincias…". Se conoce el origen de veintiún vecinos
fundadores de la ciudad: eran cuatro nacidos en las Indias, quince españoles,
un alemán y un italiano. Cuando ya tenía
54 años, CRISTÓBAL DE BUIZA dio la sorpresa haciendo algo que, como vimos, era
más frecuente de lo que parece: en 1585 ingresó en la Orden de los Dominicos,
quizá harto de ver abusos contra los indios, y llegó a ser prior del convento
de la ciudad de Osorno. Pero, paradójicamente, a pesar de ser los dominicos
quienes más protegieron a los indios, fueron ellos los que mataron en la zona
de Angol, el año mil seiscientos, a FRAY CRISTÓBAL DE BUIZA, cuyas únicas armas
ya solo eran la cruz y el Evangelio.
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