(1180) También los indios vieron que se
acercaban los españoles: "Al darse cuenta de que eran muchos, se
protegieron tras unas matas grandes de un monte que tenía una ciénaga. El
cacique Loble venía con su gente un poco atrás, y enseguida se unió a los
indios que estaban en las matas, siendo todos en total unos mil. Tomando la
ciénaga por fuerte, comenzaron a tirar flechas. Los cristianos quisieron entrar
contra ellos a caballo, y como el lugar era cenagoso, quedaban los caballos con
los primeros atollados en el lodo, por cuya causa les convino apearse y entrar
a pie, teniendo a los indios en medio cercados por todas partes. Loble,
viéndose perdido si peleaba, mandó a un indio hablase alto para que Pedro de
Villagra le oyese, diciéndole que le quería hablar. Pedro de Villagra se llegó
muy cerca, y este indio le dijo: 'Gobernador, si no nos matas ni castigas,
perdonándonos lo pasado y lo presente, nos rendiremos todos, y haremos todo lo
que nos mandares'. Se lo prometió tal y como se lo había pedido. Luego salieron
los indios y se sentaron en tierra, esperando la clemencia que con ellos se
tendría. Pedro de Villagra llegó a caballo donde ellos, y mandó que llamasen a
Loble, que estaba en medio de todos con la cabeza baja para no verse reconocido
y avergonzado. El indio se estuvo quedo, dando a entender que no estaba allí.
Viendo que se negaba, Villagra mandó a un soldado que lo conocía bien que entrase
entre los indios y lo buscase. Luego lo señaló con el dedo, y Loble salió del
medio de su gente como hombre avergonzado, aunque era un indio valiente y
membrudo".
Pedro de Villagra mandó apresar a Loble, y
les habló a los indios para hacerles entrar en razón: "Les dijo que el
diablo los traía engañados para que se perdiesen, pues habían visto que en el
fuerte había desbaratado a todos los indios de guerra de aquella provincia, y
que, por lástima, no había querido matar más". Hizo hincapié en que eran
menos cada día por las guerras que traían, y por ello se les morían sus hijos y
mujeres, ya que no cultivaban las tierras
ni hacían sementeras. Les aseguró que, a Loble, aunque le había mandado
prender, no era para castigarlo, pues les había dado su palabra y la cumpliría,
pero que quería tenerlo consigo algunos días para que hablase a los principales
pidiéndoles que dejasen las armas".
Un indio, en nombre de todos, le dio las
gracias por sus palabras a Pedro de Villagra, quien luego, tras permitirles que
volvieran a sus tierras, siguió el camino que llevaba hacia el río Niviquetén,
y, al llegar, emplazó su campamento en una llanura: "Estando allí le
vinieron a ver de la ciudad de Angol algunos amigos que estaban enterados de lo
sucedido. Uno de ellos era el capitán Lorenzo Bernal, de lo que Pedro de
Villagra se alegró mucho, y, tras encomendarle la gente que tenía en su campamento,
partió hacia la ciudad de la Concepción llevando consigo treinta soldados para
su seguridad. Cuando llegó, nombró teniente suyo al capitán Gómez de Lagos, debido
a que el capitán Alonso de Reinoso había renunciado al cargo".
(Imagen) GABRIEL DE VILLAGRA nació en
Navia (Asturias) hacia el año 1517. Lo cita elogiosamente Alonso de Ercilla en
La Araucana, y algún cronista dice de él que era 'Caballero hidalgo y de las
personas más preeminentes'. Llegó a las Indias en 1537, e hizo constar que eran
de su propiedad las armas y los caballos, lo que revela su buena situación
social. Demostró siempre lealtad a la Corona, hasta el punto de que, con el fin
de evitar las presiones del temible Francisco de Carvajal para que se uniera a
Gonzalo Pizarro, huyó de Lima y se puso al servicio del gran capitán Diego
Centeno, luchando junto a él en la sangrienta batalla de Huarina el año 1547. Fueron
derrotados por los hombres de Gonzalo Pizarro, perdiendo Gabriel de Villagra su
caballo, saliendo malherido de un arcabuzazo, y, lo que era peor, siendo
apresado por el terrorífico Francisco de Carvajal, quien lo condenó, como a
otros muchos, a la horca. GABRIEL DE VILLAGRA, viendo que le llegaba el último
momento de su vida, se confesó para llegar presentable al otro mundo, y, cuando
ya estaba al pie de la horca, le dejaron libre por la intercesión de algunos
que le querían bien, y que, probablemente, le pagarían un precio a Carvajal,
según su costumbre. Pero de poco le sirvió al sádico 'Demonio de los Andes',
porque, poco después, fue derrotado y ejecutado junto a Gonzalo Pizarro en la
batalla de Jaquijaguana, donde también luchó Gabriel de Villagra, el cual, en
1551, se apuntó a la aventura chilena. Vimos anteriormente que, cuando falleció
el gobernador de Chile Francisco de Villagra, su sobrino y sustituto interino,
Pedro de Villagra, dejó en evidencia, hasta el punto de destituirlo, al tío de
ambos, GABRIEL DE VILLAGRA, que había sido desobedecido por los vecinos de la
ciudad de Valdivia. Y, sin embargo, unos meses después, Pedro cambió
completamente de actitud: "Envió al capitán Pedro Fernández de Córdoba a
la ciudad de Valdivia con orden de que castigase el descaro que con el capitán
Gabriel de Villagra habían tenido cuando le desobedecieron". Resulta
sorprendente, aunque más vale tarde que nunca, y quizá el desaire previo fuese
una manera de tranquilizar a los de Valdivia. Tampoco era fácil doblegar a
GABRIEL DE VILLAGRA: "El año 1580 le dijo alguien que, si quería ganar el
jubileo, debía previamente llegar a un acuerdo con el obispo acerca de una
restitución que tenía que hacer a sus indios. Con cólera replicó que ni quería
hablar al obispo, ni ganar el jubileo, ni aun ser cristiano". Sin
duda, fue un arrebato. Murió hacia el
año 1585.
No hay comentarios:
Publicar un comentario