miércoles, 1 de diciembre de 2021

(1581) Triste muerte del gobernador Francisco de Villagra. Le dejó el cargo a su primo Pedro de Villagra, quien, de inmediato, ordenó abandonar el fuerte de Arauco.

 

     (1171) Por entonces murió Francisco de Villagra, pero  vamos a dejar la narración de lo ocurrido para mostrarla, tras este texto, en la imagen. Después de morir Francisco de Villagra, asumió el cargo de gobernador de Chile su primo, Pedro de Villagra, quien, como hemos visto, se permitía en algunas ocasiones desobedecer a Francisco, minando su autoridad. Siendo ya gobernador, quiso poner en práctica el deseo que tenía de  sacar del fuerte de Arauco (contra la voluntad del difunto, como ya vimos) la tropa que allí estaba acuartelada: "A Pedro de Villagra le parecía que, habiendo tan buenos soldados en el fuerte de Arauco, sin hacer otra cosa más que estarse allí metidos, convenía juntarlos con los que él tenía, para así reparar con ellos la ciudad de Angol y la de Concepción. Después de haberlo tratado y comunicado con hombres experimentados, se consideró que era acertado hacerlo así, y le envió en barco a Arauco, con una carta sobre esta cuestión para el capitán Lorenzo Bernal de Mercado, al capitán Hernán Pérez, hombre de buena reputación y crédito, en una fragata y dos barcos. Llegado Pérez a su destino, el capitán Lorenzo Bernal, tras leer el comunicado, preguntó a sus hombres qué opinaban sobre lo que Villagra les mandaba. Muchos soldados dijeron que no debían desamparar aquel fuerte, recordando que habían sufrido mucho defendiéndolo, pero sabiendo que no recibirían ayuda, y que el gobernador les pedía que lo abandonaran, estuvieron de acuerdo en irse a Angol. Decididos a marcharse, se mandó meter la artillería en la fragata y algunos soldados enfermos. Partido el capitán Hernán Pérez con la fragata y los barcos hacia la Concepción, el capitán Lorenzo Bernal mandó que todos los demás se pusiesen a caballo, y con grandísimo frío se marcharon del fuerte".

     Pero los indios lo  veían todo: "Estaban siempre tan sobre aviso, acudieron pronto al fuerte, y, como hallaron las puertas abiertas y ninguna persona dentro, le dieron fuego.  El capitán Lorenzo Bernal estaba a dos leguas de allí cuando vio la llama tan grande que salía del fuerte. Yendo su camino, como había llovido mucho y estaban en mitad del invierno, por dondequiera que iba hallaba los ríos con mucha agua, y al pasar uno, aunque no muy dificultoso, se le ahogó un soldado llamado Ronquillo, valiente y buen arcabucero. Con este trabajo iba caminando hacia Angol, y, llegado a un río grande, que se llama Tavolevo, le fue necesario hacer balsas para pasarlo. Muchos indios le venían siguiendo de cerca, y con intención de pelear, pero no se atrevieron por el mucho miedo que les habían cogido a los españoles cuando estaban en el fuerte.  No obstante, llegaron tan cerca que pudieron reconocer, entre los españoles, a los caciques principales de Arauco, y se dieron la vuelta sin atreverse a atacar (quizá porque los llevaran como rehenes). Los cristianos pasaron este río con mucho trabajo, y el día siguiente llegaron a la ciudad de Angol, donde fueron bien recibidos. Tras haber descansado un poco, el capitán Lorenzo Bernal, fue a la ciudad de la Concepción con cincuenta soldados. Pedro de Villagra los salió a recibir muy honrosamente con toda la gente de a caballo que en la ciudad había, y con una muy graciosa actuación de los yanaconas e indios de paz que allí con él estaban".

 

     (imagen) Oigamos al cronista Marmolejo: "Gobernando el reino de Chile FRANCISCO DE VILLAGRA con tanto desánimo, viéndose tan enfermo que no podía andar por los grandes dolores que tenía en los pies, quiso ponerse en cura con cualquier remedio, y que Dios fuese servido de darle vida  o muerte, contra el parecer de sus amigos, que temían que hiciera alguna imprudencia. Se puso en manos de un médico que tenía práctica en dar unciones de mercurio preparado con otras muchas cosas. El médico, llamado bachiller Bazán, lo comenzó a curar. Como las unciones le provocaban sed, estando el médico un día ausente, pidió a un criado suyo que le diese agua, pero se negó porque lo había prohibido el médico.  Entonces se la dio un pariente suyo, casado con una hermana de su mujer, llamado Mazo de Alderete, y bebió todo lo que quiso. Acabado de beber, se sintió mortal, mandó llamar al médico, y, cuando vino, tras tomarle el pulso, le dijo que ordenase su alma, porque el agua que había bebido le quitaba la vida, y entonces se confesó y recibió los sacramentos de la Iglesia. Poco después  hizo testamento, y nombró por gobernador, hasta que el rey mostrara su voluntad, a Pedro de Villagra, su general. Tras haber muerto, los del cabildo recibieron como gobernador a Pedro de Villagra, el cual dio orden de que se enterrase en el monasterio de frailes de la Orden de San Francisco (se supone que en Santiago de Chile), con cuyo hábito murió. Tenía Francisco de Villagra cincuenta y seis años (al parecer, tenía 52), y era natural de Astorga (León), hijo de un comendador de la Orden de   San Juan, llamado Sarria. Su padre no se casó, y su madre era una hidalga principal, apellidada Villagra. Gobernó en Chile, en nombre del rey don Felipe, dos años y medio, con poca ventura, porque todo le resultaba mal. Era de mediana estatura, el rostro redondo, con mucha gravedad y autoridad; las barbas, entre rubias; el color del rostro, rojizo; amigo de andar bien vestido y de comer y beber; enemigo de pobres; fue muy querido antes de ser gobernador, y poco querido después de serlo. Hacía más por sus enemigos, para pacificarlos, que por sus amigos, por lo cual se decía que era mejor como enemigo que como amigo. Fue vicioso de mujeres, y triste en las cosas de guerra; sólo en la buena muerte que tuvo fue venturoso; era amigo de guardar lo poco que tenía, y le alegraba más  recibir que dar. Murió en la ciudad de Concepción el día quince del mes de julio del año  mil quinientos sesenta y tres".




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