(1171) Por entonces murió Francisco de
Villagra, pero vamos a dejar la
narración de lo ocurrido para mostrarla, tras este texto, en la imagen. Después
de morir Francisco de Villagra, asumió el cargo de gobernador de Chile su
primo, Pedro de Villagra, quien, como hemos visto, se permitía en algunas
ocasiones desobedecer a Francisco, minando su autoridad. Siendo ya gobernador,
quiso poner en práctica el deseo que tenía de
sacar del fuerte de Arauco (contra la voluntad del difunto, como ya
vimos) la tropa que allí estaba acuartelada: "A Pedro de Villagra le
parecía que, habiendo tan buenos soldados en el fuerte de Arauco, sin hacer otra
cosa más que estarse allí metidos, convenía juntarlos con los que él tenía,
para así reparar con ellos la ciudad de Angol y la de Concepción. Después de
haberlo tratado y comunicado con hombres experimentados, se consideró que era
acertado hacerlo así, y le envió en barco a Arauco, con una carta sobre esta
cuestión para el capitán Lorenzo Bernal de Mercado, al capitán Hernán Pérez,
hombre de buena reputación y crédito, en una fragata y dos barcos. Llegado
Pérez a su destino, el capitán Lorenzo Bernal, tras leer el
comunicado, preguntó a sus hombres qué opinaban sobre lo que Villagra les mandaba.
Muchos soldados dijeron que no debían desamparar aquel fuerte, recordando que
habían sufrido mucho defendiéndolo, pero sabiendo que no recibirían ayuda, y
que el gobernador les pedía que lo abandonaran, estuvieron de acuerdo en irse a
Angol. Decididos a marcharse, se mandó meter la artillería en la fragata y
algunos soldados enfermos. Partido el capitán Hernán Pérez con la fragata y los
barcos hacia la Concepción, el capitán Lorenzo Bernal mandó que todos los demás
se pusiesen a caballo, y con grandísimo frío se marcharon del fuerte".
Pero los indios lo veían todo: "Estaban siempre tan sobre
aviso, acudieron pronto al fuerte, y, como hallaron las puertas abiertas y
ninguna persona dentro, le dieron fuego. El capitán Lorenzo Bernal estaba a dos leguas
de allí cuando vio la llama tan grande que salía del fuerte. Yendo su camino,
como había llovido mucho y estaban en mitad del invierno, por dondequiera que
iba hallaba los ríos con mucha agua, y al pasar uno, aunque no muy dificultoso,
se le ahogó un soldado llamado Ronquillo, valiente y buen arcabucero. Con este
trabajo iba caminando hacia Angol, y, llegado a un río grande, que se llama
Tavolevo, le fue necesario hacer balsas para pasarlo. Muchos indios le venían
siguiendo de cerca, y con intención de pelear, pero no se atrevieron por el
mucho miedo que les habían cogido a los españoles cuando estaban en el fuerte. No obstante, llegaron tan cerca que pudieron
reconocer, entre los españoles, a los caciques principales de Arauco, y se dieron
la vuelta sin atreverse a atacar (quizá porque los llevaran como rehenes).
Los cristianos pasaron este río con mucho trabajo, y el día siguiente llegaron
a la ciudad de Angol, donde fueron bien recibidos. Tras haber descansado un
poco, el capitán Lorenzo Bernal, fue a la ciudad de la Concepción con cincuenta
soldados. Pedro de Villagra los salió a recibir muy honrosamente con toda la
gente de a caballo que en la ciudad había, y con una muy graciosa actuación de
los yanaconas e indios de paz que allí con él estaban".
(imagen) Oigamos al cronista Marmolejo: "Gobernando
el reino de Chile FRANCISCO DE VILLAGRA con tanto desánimo, viéndose tan
enfermo que no podía andar por los grandes dolores que tenía en los pies, quiso
ponerse en cura con cualquier remedio, y que Dios fuese servido de darle
vida o muerte, contra el parecer de sus
amigos, que temían que hiciera alguna imprudencia. Se puso en manos de un
médico que tenía práctica en dar unciones de mercurio preparado con otras
muchas cosas. El médico, llamado bachiller Bazán, lo comenzó a curar. Como las
unciones le provocaban sed, estando el médico un día ausente, pidió a un criado
suyo que le diese agua, pero se negó porque lo había prohibido el médico. Entonces se la dio un pariente suyo, casado
con una hermana de su mujer, llamado Mazo de Alderete, y bebió todo lo que
quiso. Acabado de beber, se sintió mortal, mandó llamar al médico, y, cuando
vino, tras tomarle el pulso, le dijo que ordenase su alma, porque el agua que
había bebido le quitaba la vida, y entonces se confesó y recibió los
sacramentos de la Iglesia. Poco después hizo
testamento, y nombró por gobernador, hasta que el rey mostrara su voluntad, a
Pedro de Villagra, su general. Tras haber muerto, los del cabildo recibieron
como gobernador a Pedro de Villagra, el cual dio orden de que se enterrase en el
monasterio de frailes de la Orden de San Francisco (se supone que en
Santiago de Chile), con cuyo hábito murió. Tenía Francisco
de Villagra cincuenta y seis años (al parecer, tenía 52), y era natural
de Astorga (León), hijo de un comendador de la Orden de San Juan, llamado Sarria. Su padre no se
casó, y su madre era una hidalga principal, apellidada Villagra. Gobernó en
Chile, en nombre del rey don Felipe, dos años y medio, con poca ventura, porque
todo le resultaba mal. Era de mediana estatura, el rostro redondo, con mucha
gravedad y autoridad; las barbas, entre rubias; el color del rostro, rojizo;
amigo de andar bien vestido y de comer y beber; enemigo de pobres; fue muy
querido antes de ser gobernador, y poco querido después de serlo. Hacía más por
sus enemigos, para pacificarlos, que por sus amigos, por lo cual se decía que era
mejor como enemigo que como amigo. Fue vicioso de mujeres, y triste en las
cosas de guerra; sólo en la buena muerte que tuvo fue venturoso; era amigo de guardar
lo poco que tenía, y le alegraba más
recibir que dar. Murió en la ciudad de Concepción el día quince del mes
de julio del año mil quinientos sesenta
y tres".
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