martes, 7 de diciembre de 2021

(1586) Los mapuches cercaron Concepción para rendir, por hambre, a los españoles, quedando frustrado su plan porque recibieron provisiones por mar. Sebastián de Garnica se jugó el tipo por el capricho de una española.

 

     (1176) Aunque los indios encajaron con mucha frustración y amargura la derrota de Angol, quejándose, además, del descuido de sus compañeros al no llegar a tiempo para aplastar con su gran número a los españoles, su afán de venganza se mantuvo insaciable, y no abandonaron la idea de volver al ataque, pero en otro lugar que les resultase más ventajoso: "Pensaron que la ciudad de Concepción, al estar entre montes ásperos, en cuyas quebradas podían defenderse, estaba bien para asaltarla y destruirla. Además, aunque el gobernador estaba en ella, no por eso la hacía más fuerte, pues, como tenía tanta gente consigo, antes se les acabarían las provisiones. Después de decidirlo, se juntaron más de veinte mil indios, con muchas clases de armas, lanzas, arcos, flechas, macanas, y porras, con las cuales desbaratan a los caballos. Comenzaron a caminar muy determinados hacia Concepción, llevando como capitanes a Millalelmo, Loble y otros muchos, aunque estos dos eran los principales".

     En la ciudad de Concepción estaba el gobernador, Pedro de Villagra, y se enteró pronto de que iban a sufrir el ataque de los mapuches. (En todas la Indias era casi imposible guardar secretos importantes, ya que las noticias se filtraban a través de los chismorreos de los nativos, tanto amigos como enemigos). Al saberlo, Villagra mandó hacer, al lado de la ciudad, un fuerte defensivo con dos torres, en el que luego instaló la artillería, y preparó una tropa de doscientos hombres. Los indios estaban al corriente de lo que hacía, y quisieron actuar con rapidez, de manera que, antes de que los españoles terminasen los trabajos, se presentaron ante el fuerte con grandes escuadrones, evitando así el error que habían cometido en la batalla y derrota de Angol: "Luego entraron en la ciudad con tres escuadrones, arrasando todo lo que por delante hallaban, hasta que llegaron cerca del fuerte donde Pedro de Villagra estaba, habiendo quemado previamente todas las casas que pudieron. Viendo los indios que los cristianos no salían a pelear,  se fueron con todo el botín que habían obtenido a una montaña pequeña, donde asentaron su campo, fortificándolo por todas partes, y desde allí bajaban muchas veces a la ciudad. El gobernador, encerrado en el fuerte con todos los cristianos, mujeres y niños, y muchos indios de su servicio con los caballos, no cabían en el poco sitio que el fuerte tenía. Después de haber estado los indios treinta días haciendo todo el daño que pudieron, llegaron dos navíos que venían de Valdivia cargados de provisiones. Viendo los indios que, con ellas, los españoles ya tenían la posibilidad de resistir largo tiempo en el fuerte sin sufrir daños, se retiraron con gran ruido de cornetas, cuernos y otras muchas maneras de trompetas que usan. En este cerco, aunque duró poco tiempo, hubo que sufrir,  no solo el hambre, sino también las molestias de estar juntas tantas personas en tan pequeño espacio, y por los muchos caballos que había, a causa de sus inmundicias. Había en Concepción gran cantidad de perros, y, cuando se tocaba alarma, aullaban de tal manera que no se podían comunicar los soldados. Para evitar esto, mandó Pedro de Villagra que, a cualquiera que trajese un perro muerto, le diesen cierta ración de vino o de comida, y cumpliendo esta orden, los mataron a todos. Habría sido mejor dar tal ración a quien trajera la cabeza de algún indio, o presea de él, como hacían los numantinos en aquella guerra tan porfiada que tuvieron con los romanos". Muchas veces da la sensación de que Marmolejo estaba presente en lo que contaba (él mismo dijo que fue testigo de casi todo), y es una pena que  no lo precise.

 

     (Imagen) Hubo una anécdota en la ciudad de Concepción durante este nuevo fracaso de los indios mapuches: "Los cristianos se retiraban hasta meter a los indios en lo llano, y allí, haciendo escaramuzas, mataban a algunos y recibían heridas de ellos. Las mujeres estaban puestas en las almenas mirando cómo lo hacían los cristianos y los indios. Hubo entre ellas una señora que dijo a un hidalgo llamado SEBASTIÁN DE GARNICA (variante del apellido vasco Guernica): 'Señor Garnica, tráigame vuesa merced aquel indio'. Viéndose nombrar en caso semejante, y en público, pareciéndole cobardía no enfrentarse a todo lo que le pudiese suceder, con gran determinación y en un buen caballo, se arrojó entre los indios, poniendo su atención en el indio que le había señalado, y, aunque se defendió y quiso huir, no le dio tiempo para poderlo hacer, pues lo tomó por los cabellos, y se lo trajo a la señora que lo pidió". El cronista no dice  cómo terminó la historia, pero se supone que lo que quería la dama era tener al indio como esclavo, y quizá fuera una suerte para él, porque a muchos de los indios apresados los mataron. Poco más sabemos de Sebastián. Nació en Almagro (Ciudad Real), y tenemos alguna información complementaria porque, en 1568, cuatro año después de lo ocurrido en Concepción, un hermano suyo, GASPAR DE GARNICA, solicitó en España permiso para ir a Chile a juntarse con Sebastián, según consta en el documento que muestra la imagen, cuyo texto resumo: "Gaspar de Garnica, residente en esta Corte, digo que Sebastián de Garnica,  mi hermano, hace que paso a las Indias diez años, a las provincias de Chile, donde ha servido a Vuestra Alteza como muy buen soldado, con sus armas y caballos, en batallas con los naturales, en romper fuertes, sustentar ciudades y socorrer a otras por la mucha guerra que los naturales han tenido con los españoles. Y es así que yo estoy pobre, y no tengo otro mejor remedio que ir adonde está mi hermano, y emplearme en servir a Vuestra Alteza como él lo ha hecho en aquella tierra, o en provincias nuevas donde seré favorecido del dicho mi hermano. Por lo cual suplico a Vuestra Alteza que me dé licencia para pasar a Chile adonde está mi hermano. Si fuere necesario, me obligaré a no detenerme ni tener asiento en ninguna otra parte del camino".







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