(1176) Aunque los indios encajaron con
mucha frustración y amargura la derrota de Angol, quejándose, además, del
descuido de sus compañeros al no llegar a tiempo para aplastar con su gran
número a los españoles, su afán de venganza se mantuvo insaciable, y no
abandonaron la idea de volver al ataque, pero en otro lugar que les resultase
más ventajoso: "Pensaron que la ciudad de Concepción, al estar entre
montes ásperos, en cuyas quebradas podían defenderse, estaba bien para
asaltarla y destruirla. Además, aunque el gobernador estaba en ella, no por eso
la hacía más fuerte, pues, como tenía tanta gente consigo, antes se les
acabarían las provisiones. Después de decidirlo, se juntaron más de veinte mil
indios, con muchas clases de armas, lanzas, arcos, flechas, macanas, y porras,
con las cuales desbaratan a los caballos. Comenzaron a caminar muy determinados
hacia Concepción, llevando como capitanes a Millalelmo, Loble y otros muchos,
aunque estos dos eran los principales".
En la ciudad de Concepción estaba el
gobernador, Pedro de Villagra, y se enteró pronto de que iban a sufrir el
ataque de los mapuches. (En todas la Indias era casi imposible guardar secretos
importantes, ya que las noticias se filtraban a través de los chismorreos de
los nativos, tanto amigos como enemigos). Al saberlo, Villagra mandó hacer, al
lado de la ciudad, un fuerte defensivo con dos torres, en el que luego instaló
la artillería, y preparó una tropa de doscientos hombres. Los indios estaban al
corriente de lo que hacía, y quisieron actuar con rapidez, de manera que, antes
de que los españoles terminasen los trabajos, se presentaron ante el fuerte con
grandes escuadrones, evitando así el error que habían cometido en la batalla y
derrota de Angol: "Luego entraron en la ciudad con tres escuadrones, arrasando todo lo que por delante hallaban, hasta que llegaron
cerca del fuerte donde Pedro de Villagra estaba, habiendo quemado previamente todas
las casas que pudieron. Viendo los indios que los cristianos no salían a pelear,
se fueron con todo el botín que habían obtenido
a una montaña pequeña, donde asentaron su campo, fortificándolo por todas
partes, y desde allí bajaban muchas veces a la ciudad. El gobernador, encerrado
en el fuerte con todos los cristianos, mujeres y niños, y muchos indios de su
servicio con los caballos, no cabían en el poco sitio que el fuerte tenía. Después
de haber estado los indios treinta días haciendo todo el daño que pudieron,
llegaron dos navíos que venían de Valdivia cargados de provisiones. Viendo los
indios que, con ellas, los españoles ya tenían la posibilidad de resistir largo
tiempo en el fuerte sin sufrir daños, se retiraron con gran ruido de cornetas,
cuernos y otras muchas maneras de trompetas que usan. En este cerco, aunque
duró poco tiempo, hubo que sufrir, no
solo el hambre, sino también las molestias de estar juntas
tantas personas en tan pequeño espacio, y por los muchos caballos que había, a
causa de sus inmundicias. Había en Concepción gran cantidad de perros, y,
cuando se tocaba alarma, aullaban de tal manera que no se podían comunicar los
soldados. Para evitar esto, mandó Pedro de Villagra que, a cualquiera que
trajese un perro muerto, le diesen cierta ración de vino o de comida, y cumpliendo
esta orden, los mataron a todos. Habría sido mejor dar tal ración a quien
trajera la cabeza de algún indio, o presea de él, como hacían los numantinos en
aquella guerra tan porfiada que tuvieron con los romanos". Muchas veces da
la sensación de que Marmolejo estaba presente en lo que contaba (él mismo dijo
que fue testigo de casi todo), y es una pena que no lo precise.
(Imagen) Hubo una anécdota en la ciudad de
Concepción durante este nuevo fracaso de los indios mapuches: "Los
cristianos se retiraban hasta meter a los indios en lo llano, y allí, haciendo
escaramuzas, mataban a algunos y recibían heridas de ellos. Las mujeres estaban
puestas en las almenas mirando cómo lo hacían los cristianos y los indios. Hubo
entre ellas una señora que dijo a un hidalgo llamado SEBASTIÁN DE GARNICA (variante
del apellido vasco Guernica): 'Señor Garnica, tráigame vuesa merced aquel
indio'. Viéndose nombrar en caso semejante, y en público, pareciéndole cobardía
no enfrentarse a todo lo que le pudiese suceder, con gran determinación y en un
buen caballo, se arrojó entre los indios, poniendo su atención en el indio que
le había señalado, y, aunque se defendió y quiso huir, no le dio tiempo para
poderlo hacer, pues lo tomó por los cabellos, y se lo trajo a la señora que lo
pidió". El cronista no dice cómo
terminó la historia, pero se supone que lo que quería la dama era tener al
indio como esclavo, y quizá fuera una suerte para él, porque a muchos de los
indios apresados los mataron. Poco más sabemos de Sebastián. Nació en Almagro
(Ciudad Real), y tenemos alguna información complementaria porque, en 1568,
cuatro año después de lo ocurrido en Concepción, un hermano suyo, GASPAR DE
GARNICA, solicitó en España permiso para ir a Chile a juntarse con Sebastián,
según consta en el documento que muestra la imagen, cuyo texto resumo:
"Gaspar de Garnica, residente en esta Corte, digo que Sebastián de
Garnica, mi hermano, hace que paso a las
Indias diez años, a las provincias de Chile, donde ha servido a Vuestra Alteza
como muy buen soldado, con sus armas y caballos, en batallas con los naturales,
en romper fuertes, sustentar ciudades y socorrer a otras por la mucha guerra
que los naturales han tenido con los españoles. Y es así que yo estoy pobre, y
no tengo otro mejor remedio que ir adonde está mi hermano, y emplearme en
servir a Vuestra Alteza como él lo ha hecho en aquella tierra, o en provincias
nuevas donde seré favorecido del dicho mi hermano. Por lo cual suplico a
Vuestra Alteza que me dé licencia para pasar a Chile adonde está mi hermano. Si
fuere necesario, me obligaré a no detenerme ni tener asiento en ninguna otra
parte del camino".
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