(1177) No debía de ser frecuente en aquel
riesgo permanente de ataques mapuches que se produjera algún incidente de falta
de solidaridad por parte de los vecinos de distintas ciudades. Pero Marmolejo
nos va a mostrar un caso concreto. Lo explica con detalle, y se le nota la
repugnancia que le produce la cobardía y el egoísmo de lo que ocurrió. Resumiré
el texto: "En el tiempo en que Pedro de Villagra estaba en Concepción
cercado de indios de guerra, el capitán Gabriel de Villagra residía en la ciudad
Imperial. Los indios de esta zona, al saber lo que otros mapuches estaban
haciendo en Concepción, también quisieron atacar La Imperial. Enterado Gabriel
de Villagra, al que Pedro de Villagra (su sobrino) le había encomendado
el mando de su ciudad y de otras tres comarcanas, y hallándose con poca gente
porque algunos vecinos estaban sacando oro en los términos de Valdivia, tuvo
necesidad de ir allá con el fin de, por si fuera necesario, llevar alguna gente
a La Imperial. Llegado a las minas de la Madre de Dios, lo trató con Pedro
Guajardo, vecino de Valdivia, y con el padre Diego Jaimes, sacerdote que allí
estaba, diciéndoles que estaría bien que la ciudad de Valdivia, ya que sus tierras
estaban en paz, consintiese llevar algunas personas a la Imperial por algún
tiempo para ayudar a su seguridad. Ellos se lo comunicaron por escrito al cabildo
de Valdivia diciendo lo que les había dicho".
Pero, la primera, en la frente. Los del
ayuntamiento se dedicaron a cargar las tintas, exponiéndoles a los vecinos
un montón de razones, algunas sensatas y
otras muy exageradas, por las que no
deberían complacer a Gabriel de Villagra. Los habitantes de Valdivia ya estaban
inclinados de antemano al rechazo, y fue fácil convencerlos, porque, además, no
veían con buenos ojos a Gabriel de Villagra desde que hizo otra leva de gente
para reforzar el ejército de Lorenzo Bernal en la reciente batalla de Angol.
Para rematar la faena, los del cabildo le enviaron a Gabriel de Villagra un
mensaje ofensivo: "No solo se negaban a ayudarle, sino que le decían que ni
como capitán, ni como soldado volviese a Valdivia, porque le impedirían la
entrada. Recibida esta carta, Gabriel de Villagra estuvo dudoso. Habría querido
ir a castigar una desvergüenza como aquella, pero no tenía gente para poder hacerlo".
Era, claramente, una rebeldía intolerable,
porque él tenía el mando supremo, aunque fuera delegado, en La Imperial, en
Valdivia y en otras dos ciudades. Pero
lo más grave resultó que el propio gobernador, Pedro de Villagra, apoyó la
postura de los vecinos de Valdivia, siendo así que él mismo le había otorgado a
Gabriel la máxima autoridad en esa ciudad. Los de Valdivia enviaron a su
alcalde, Cristóbal Ramírez, con un mensaje lastimero y muchas provisiones para
negociar el asunto con el gobernador, y así consiguieron lo que querían: "Ordenó
Pedro de Villagra que el capitán Gabriel de Villagra no entrase de ninguna
manera en la ciudad de Valdivia, pues quedaba desautorizado, y le daba el mando
de ella, como teniente suyo, al licenciado de las Peñas. Volvió el negociador a
Valdivia llevando este mandamiento, con lo cual recibieron no poca alegría los
vecinos de aquella ciudad, aunque después lo pagaron todo junto". De
momento, no sabemos a qué se refiere el cronista con esta amenazante expresión
final.
(Imagen) Hemos visto que el valioso gobernador
Pedro de Villagra era bastante prepotente. Manipuló al anterior gobernador, su
primo Francisco de Villagra, ya moribundo, y lo acaba de hacer con Gabriel de
Villagra, tío de ambos. Enseguida se
mostrará también muy autoritario con un fuera serie, MARTÍN RUIZ DE
GAMBOA, del cual ya dijimos algo al hablar de la brutal muerte (por exceso de
valentía) de su hermano Lope Ruiz de Gamboa a manos de los mapuches. Se estima
que Martín nació hacia el año 1531 en Durango (Vizcaya), y sirvió, siendo muy
joven, en la armada marítima de España. Llegó a Perú junto a su desafortunado hermano
Lope en 1547, un año antes de que fuera derrotado y ejecutado Gonzalo Pizarro.
Debieron de ser leales al Rey en aquella guerra civil, porque luego fueron sin
problemas a Chile. En el escrito de la imagen (de 1569) Martín nos revela que
llegaron en 1551. Le decía textualmente al Rey: "Muy poderoso Señor: el
general Martín Ruiz de Gamboa digo que hace que sirvo a Vuestra Alteza
dieciocho años en estas provincias de Chile, a
mi costa, con mis armas, caballos y criados". Su notable valía, quizá mal digerida por Pedro
de Villagra, le consiguió una importante encomienda de indios en Angol, ser
corregidor de la ciudad de Cañete, ejercer como gobernador interino de Chile
entre 1577 y 1580, y figurar después como titular del cargo hasta el año 1583,
por nombramiento del virrey Francisco de Toledo. Algunas de las puertas se le
abrieron porque su mujer, Isabel de Quiroga, era hija del gobernador de Chile
Rodrigo de Quiroga, quien le otorgó el interinato de su cargo. Martín participó
valientemente en numerosas batallas contra los mapuches, muchas de ellas brutales.
Pero, sin embargo, siempre procuró mejorar la vida de los nativos, sin duda
concienciado a través del enfoque humanista y cristiano del famoso jurista y dominico
Francisco de Vitoria, lejano pariente suyo, y, más cercanamente, por el jesuita
Diego de Avendaño, también de su familia, quien, en Lima, predicaba contra la
esclavitud de indios y negros. Por eso, siendo gobernador, MARTÍN RUIZ DE
GAMBOA dictó una norma, conocida como 'La tasa Gamboa', por la que prohibía,
entre otras cosas, que los indios trabajaran obligatoriamente para los
españoles, quedando libres de abusos y solamente sometidos a un impuesto
llevadero. Como era de suponer, la reacción de los encomenderos fue muy
negativa. MARTÍN RUIZ DE GAMBOA murió en Santiago de Chile el año 1590.
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