lunes, 27 de diciembre de 2021

(1603) Lorenzo Bernal era un capitán de enorme valía, pero muy duro, incluso con sus solados. Rechazando el consejo de sus capitanes, el gobernador Sarabia va a participar en una pelea. Hablemos del obispo fray Antonio de San Miguel.

 

     (1193) Probablemente por verse desplazado, Miguel de Velasco y Avendaño va a renunciar a tomar el mando de una tropa, pero protestarán lo soldados: "Oyendo el parecer de todos, el gobernador Sarabia, decidió que el general Martín Ruiz de Gamboa, como hombre prestigioso, llevase a su cargo la provincia de Tucapel y Arauco, y con sesenta soldados anduviese por toda ella pacificando a los indios y castigando a los que fuesen rebeldes. Le propuso al general don Miguel de Velasco que se encargase del ejército como lo había hecho cuando gobernaban los oidores, pero no lo quiso aceptar excusándose con algunas razones. El gobernador Sarabia quiso entonces llevar consigo al maestre de campo Lorenzo Bernal, para que mandase en todo, pues era hombre que tenía práctica de la guerra,  y conocía la tierra y las mañas de los indios. Sabido esto por algunos hidalgos mancebos que estaban a mal con el maestre de campo desde el tiempo en que mandaba el gobernador Rodrigo de Quiroga, y eran amigos de don Miguel de Velasco, fueron adonde él, le insistieron en que aceptase el cargo, pues era muy honroso, y ellos no querían ser mandados por el maestre de campo, quedando de esta manera persuadido, y lo aceptó".

     Asumido, pues, el cargo por parte de Miguel de Velasco, que entonces era también corregidor de la ciudad de Concepción, el gobernador Sarabia se centró en preparar cuanto antes los ataques a los indios. Le mandó al maestre de campo Velasco que, con sesenta soldados, se situase entre los ríos Biobío y Niviquetén, mientras él con el resto del ejército se colocaría en la otra ribera, esperando que los indios, viéndose cercados, tuvieran que  rendirse o resultaran derrotados: "Esto que puso por obra, si no se desbaratara después, habría sido una idea acertada, pues ya tenía el fuerte de Arauco encomendado al capitán Gaspar de la Barrera, natural de Sevilla, con treinta hombres de guerra, y la ciudad de Cañete la tenía a su cargo el general Martín Ruiz de Gamboa, con sesenta hombres. Algunos que tenían práctica de guerra le dijeron al gobernador Sarabia que no debía ir allá, sino quedarse en la ciudad de Concepción, y desde allí ordenar lo que fuese necesario, pues tenía capitanes que habían luchado durante muchos años. Pero no les hizo caso, diciendo que, si se quedaba en Concepción, lo harían también muchos soldados antiguos y capitanes que no querrían ser mandados por otros, y debido a eso le convenía ir con el ejército, pero solo para estar allí presente y que don Miguel hiciese lo que creyese conveniente, pues todo se lo había confiado. Con ese propósito, salió de Concepción, y, llegando a los Llanos, vino a verlo un indio hermano del acique Lloble, al cual lo trató bien y lo envió por mensajero a llamar a su hermano, dándole un anillo para que entendiese que no recibiría mal alguno y podría venir seguro. Pero Lloble no se fio, porque hacía pocos días que había matado por orden suya a un soldado llamado Gavilán, que llevaba unas ovejas, debido a lo cual estaba temeroso. Desde allí caminó el gobernador Sarabia al río de Biobío, lo pasó en unas balsas de madera, y, dejando a un lado la ciudad de Angol, que estaba a falta de provisiones, se fue a la ciénaga de Rancheuque, donde se había asentado el ejército".

 

     (Imagen) A los pocos días de haber entrado en Santiago de Chile el gobernador Melchor Bravo de Saravia, llegó FRAY ANTONIO DE SAN MIGUEL, el primer obispo de La Imperial. Fray Antonio nació el año 1521 en Salamanca, aunque sus padres eran de la salmantina Ledesma. A los 18 años ingresó en el convento de San Francisco de Salamanca, fue ordenado sacerdote, y, cuando formaba parte de la comunidad en Toro, fue enviado al Perú.  Estando ya en el convento de Lima, los oidores de la Audiencia (que se habían hecho cargo de la gobernación de Perú) le pidieron que acompañase al ejército leal al Rey, que se iba a enfrentar al rebelde Girón, y dicen los cronistas que,  gracias a las palabras que dirigió a los soldados la víspera de la batalla de Pucará (octubre de 1554), aseguró su victoria. Más adelante, predicando en la catedral del Cuzco, les pidió a los encomenderos que fundasen hospitales e hiciesen obras de caridad, diciéndoles: 'Mostraos, señores, tan generosos como os mostrasteis fuertes y valerosos para ganar este imperio del Perú”. Nombrado obispo de La Imperial, llegó a su sede chilena en 1568. En sus cartas a Felipe II insistía en que la guerra con los mapuches continuaría mientras persistiese el sistema injusto de la encomienda y del servicio personal de los Indios. Le pidió también la fundación de un colegio en La Imperial, y hasta de una universidad, inaugurando por entonces un seminario muy sencillo. Celebró allí un sínodo diocesano y encargó la traducción del Catecismo al idioma araucano. En 1571, y durante tres años, emprendió un viaje agotador para visitar todos los territorios que estaban bajo su autoridad episcopal, que eran los correspondientes a las ciudades de La Imperial, Osorno, Concepción, Valdivia, Castro (en el archipiélago de Chiloé) y Angol. Tuvo también influencia en el hecho de que la Audiencia de Concepción fuera suprimida el año 1573, ya que se impuso el sensato criterio de que debía radicar en Santiago de Chile, capital del país. En 1589 FRAY ANTONIO DE SAN  MIGUEL abandonó su diócesis chilena, en la que había permanecido 22 años, y fue camino de su nuevo destino, el muy lejano obispado de Quito, tras ser nombrado por el papa Sixto V, pero, estando ya cerca, falleció en Riobamba en noviembre de 1590. Había sido también obispo de Concepción, la ciudad chilena, como se ve en la imagen, que es un testimonio, escrito en latín, acerca de la erección de la iglesia catedral de dicha ciudad, efectuada por su primer obispo, ANTONIO DE SAN  MIGUEL, el 18 de mayo de 1571. Se trata de una copia hecha en Concepción el 25 de enero de 1673.




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