(1193) Probablemente por verse desplazado,
Miguel de Velasco y Avendaño va a renunciar a tomar el mando de una tropa, pero
protestarán lo soldados: "Oyendo el parecer de todos, el gobernador Sarabia,
decidió que el general Martín Ruiz de Gamboa, como hombre prestigioso, llevase
a su cargo la provincia de Tucapel y Arauco, y con sesenta soldados anduviese
por toda ella pacificando a los indios y castigando a los que fuesen rebeldes. Le
propuso al general don Miguel de Velasco que se encargase del ejército como lo
había hecho cuando gobernaban los oidores, pero no lo quiso aceptar excusándose
con algunas razones. El gobernador Sarabia quiso entonces llevar consigo al
maestre de campo Lorenzo Bernal, para que mandase en todo, pues era hombre que
tenía práctica de la guerra, y conocía
la tierra y las mañas de los indios. Sabido esto por algunos hidalgos mancebos
que estaban a mal con el maestre de campo desde el tiempo en que mandaba el gobernador
Rodrigo de Quiroga, y eran amigos de don Miguel de Velasco, fueron adonde él,
le insistieron en que aceptase el cargo, pues era muy honroso, y ellos no
querían ser mandados por el maestre de campo, quedando de esta manera
persuadido, y lo aceptó".
Asumido, pues, el cargo por parte de
Miguel de Velasco, que entonces era también corregidor de la ciudad de Concepción,
el gobernador Sarabia se centró en preparar cuanto antes los ataques a los
indios. Le mandó al maestre de campo Velasco que, con sesenta soldados, se
situase entre los ríos Biobío y Niviquetén, mientras él con el resto del
ejército se colocaría en la otra ribera, esperando que los indios, viéndose
cercados, tuvieran que rendirse o
resultaran derrotados: "Esto que puso por obra, si no se desbaratara
después, habría sido una idea acertada, pues ya tenía el fuerte de Arauco
encomendado al capitán Gaspar de la Barrera, natural de Sevilla, con treinta
hombres de guerra, y la ciudad de Cañete la tenía a su cargo el general Martín
Ruiz de Gamboa, con sesenta hombres. Algunos que tenían práctica de guerra le
dijeron al gobernador Sarabia que no debía ir allá, sino quedarse en la ciudad
de Concepción, y desde allí ordenar lo que fuese necesario, pues tenía
capitanes que habían luchado durante muchos años. Pero no les hizo caso,
diciendo que, si se quedaba en Concepción, lo harían también muchos soldados
antiguos y capitanes que no querrían ser mandados por otros, y debido a eso le
convenía ir con el ejército, pero solo para estar allí presente y que don
Miguel hiciese lo que creyese conveniente, pues todo se lo había confiado. Con
ese propósito, salió de Concepción, y, llegando a los Llanos, vino a verlo un
indio hermano del acique Lloble, al cual lo trató bien y lo envió por mensajero
a llamar a su hermano, dándole un anillo para que entendiese que no recibiría
mal alguno y podría venir seguro. Pero Lloble no se fio, porque hacía pocos
días que había matado por orden suya a un soldado llamado Gavilán, que llevaba
unas ovejas, debido a lo cual estaba temeroso. Desde allí caminó el gobernador
Sarabia al río de Biobío, lo pasó en unas balsas de madera, y, dejando a un
lado la ciudad de Angol, que estaba a falta de provisiones, se fue a la ciénaga
de Rancheuque, donde se había asentado el ejército".
(Imagen) A los pocos días
de haber entrado en Santiago de Chile el gobernador Melchor Bravo de Saravia,
llegó FRAY ANTONIO DE SAN MIGUEL, el primer obispo de La Imperial. Fray Antonio
nació el año 1521 en Salamanca, aunque sus padres eran de la salmantina Ledesma.
A los 18 años ingresó en el convento de San Francisco de Salamanca, fue
ordenado sacerdote, y, cuando formaba parte de la comunidad en Toro, fue
enviado al Perú. Estando ya en el convento de Lima, los oidores de la
Audiencia (que se habían hecho cargo de la gobernación de Perú) le pidieron que
acompañase al ejército leal al Rey, que se iba a enfrentar al rebelde Girón, y dicen
los cronistas que, gracias a las
palabras que dirigió a los soldados la víspera de la batalla de Pucará (octubre
de 1554), aseguró su victoria. Más adelante, predicando en la catedral del
Cuzco, les pidió a los encomenderos que fundasen hospitales e hiciesen obras de
caridad, diciéndoles: 'Mostraos, señores, tan generosos como os mostrasteis
fuertes y valerosos para ganar este imperio del Perú”. Nombrado obispo de La
Imperial, llegó a su sede chilena en 1568. En sus cartas a Felipe II insistía
en que la guerra con los mapuches continuaría mientras persistiese el sistema
injusto de la encomienda y del servicio personal de los Indios. Le pidió
también la fundación de un colegio en La Imperial, y hasta de una universidad,
inaugurando por entonces un seminario muy sencillo. Celebró allí un sínodo
diocesano y encargó la traducción del Catecismo al idioma araucano. En 1571, y
durante tres años, emprendió un viaje agotador para visitar todos los
territorios que estaban bajo su autoridad episcopal, que eran los
correspondientes a las ciudades de La Imperial, Osorno, Concepción, Valdivia,
Castro (en el archipiélago de Chiloé) y Angol. Tuvo también influencia en el
hecho de que la Audiencia de Concepción fuera suprimida el año 1573, ya que se
impuso el sensato criterio de que debía radicar en Santiago de Chile, capital
del país. En 1589 FRAY ANTONIO DE SAN MIGUEL
abandonó su diócesis chilena, en la que había permanecido 22 años, y fue camino
de su nuevo destino, el muy lejano obispado de Quito, tras ser nombrado por el
papa Sixto V, pero, estando ya cerca, falleció en Riobamba en noviembre de
1590. Había sido también obispo de Concepción, la ciudad chilena, como se ve en
la imagen, que es un testimonio, escrito en latín, acerca de la erección de la
iglesia catedral de dicha ciudad, efectuada por su primer obispo, ANTONIO
DE SAN MIGUEL, el 18 de mayo de 1571. Se
trata de una copia hecha en Concepción el 25 de enero de 1673.
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